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viernes, noviembre 22, 2024
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Proud to be an ukranian. Proud to be an american

“Orgulloso de ser ucraniano, orgulloso de ser americano”. Así dice un souvenir de esos que uno se encuentra en las chácharas o segundas. A las fronteras con Arizona y California arriban anualmente, desde Canadá, muchas familias ucranianas. Nos heredan libros, discos, pinturas, recuerdos, papeles que se encuentran en el cambalache de cosas que dejan al morir.

Investigaciones de National Geographic con motivo del desastre nuclear de Chernobyl (1986), referían en 2006 que Ucrania era un país “paria”, expresión generalizada a los ciudadanos que por dinero se prestaban a la corrupción, especialmente la burocracia gubernamental. Cualquier asunto se resuelve con dinero. Tema que describe abundantemente Ana Politowskaja, en su libro La Rusia de Putin.

Los ucranianos han aportado a la humanidad grandes compositores, pintores y personajes como Taras Schevchenko: pintor, poeta, escultor. Entre sus intelectuales Mijaíl Bulgakov y Nicolás Berdiaeff; ambos compartieron la misma suerte que Vladimir Soloviov, y en especial un admirable intelectual, escritor, matemático y místico ruso: Florensky, del que recientemente se supo gracias a que la KGB liberó algunos archivos en los que se descubrió que este pensador fue apresado por cinco años en Solovki, un archipiélago cercano a Siberia (sometido a trabajos forzados, fue fusilado). Y sus escritos han comenzado apenas a conocerse en el siglo XXI.

La humanidad no hubiese conocido de las prisiones soviéticas o gulags de no ser por la magistral descripción que de ellas hace Solyenitzyn, en su célebre Archipiélago Gulag, sobre el sistema de prisiones rusas, libro en el que anota más de cien formas de tortura conocidas en las lubyankas o prisiones bolcheviques.

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Como ha referido Leo Zuckermann lo que ahora está sucediendo en Ucrania es una tragedia para la humanidad del siglo XXI; sin ser parte de la Unión Europea ni de la OTAN, para evitar una devastadora guerra entre los imperios actuales, los ucranianos parecieran abandonados a su suerte en el concierto de las naciones. Poco o nada podrán hacer para defenderse del autoritarismo ruso apoyado por China. Los ucranianos tienen la opción de mirar a la salvaje Moscú, o mirar hacia la libertad del este de Europa (Polonia, Rumania).

La palabra Rusia como hemos considerado ya, proviene de la expresión Rus de Kiev, capital de Ucrania donde el año 987 el príncipe Vladimir  se hizo bautizar en el río Dniéper con su pueblo y familia. Con seguridad, la nueva situación de los ucranios prorrusos, no será mejor que la de los moscovitas. Si hay pobreza y miseria entre los ucranianos, independizados en 1991 de la URSS, es inverosímil pensar que mejorará su vida doblegándose a la nueva Federación Rusa.

De qué serviría que Estados Unidos devolviera a México territorios como California o Arizona, si precisamente son los latinos o mexicanos los que con su sacrificio ahorran un poco para enviar ayuda a estados como Zacatecas o Michoacán, donde las remesas superan en 200% los presupuestos gubernamentales de esos estados. Los Ángeles alberga más mexicanos que la misma Guadalajara, Jalisco.

La crueldad soviética pareciera que no ha evolucionado con el régimen autoritario de Putin, que nos recuerda las locuras de Rasputín, personaje ruso del siglo XIX-XX. No sé si Dostoyevsky o Tolstoi refieren esa tragedia rusa, una especie de maldición de los caucásicos.

El pueblo ruso en pleno siglo XXI está repleto de miserias y necesidades elementales; siguen elaborando matrushkas, figuras de madera para sobrevivir; y a lo mejor, como dice Joan Manuel Serrat en “Disculpe el señor”, estos son pobres que siguen llegando en busca de oportunidades, que no se han enterado que Carlos Marx está muerto y enterrado.

En el centro de la capital ucraniana de Kiev, podrá ver usted por televisión una columna enorme con un ángel, como el de Insurgentes en la Ciudad de México; se trata de una enorme estatua de San Miguel Arcángel, colocada en el centro de la Kreshatik.

Del canadiense Herbert Marshall McLuhan es la expresión La Aldea Global: de aquí a Kiev medían unos 18 mil kilómetros; los internacionalistas y comentaristas como Zuckermann perciben que se trata de una tragedia porque el mundo hoy es uno, y los daños que la Rusia de Putin va a infligir a los ucranianos afectarán la economía internacional.

En el museo del Holocausto Auschwitz-Birkenau (Polonia), en uno de los barracones reconstruidos colocaron la célebre frase de George Santayana: Los pueblos que olvidan su historia, están condenados a repetirla. Los ucranianos, europeos, ingleses y norteamericanos parece que olvidaron la trágica historia humana de Baby Yar, Katyn, Chernobyl, Bykinvya…

 

Germán Orozco Mora reside en Mexicali.

Correo: saeta87@gmail.com

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