Allá por 1872 Montgomery Ward fue la novedad en Plymouth, Indiana. Abrió la primera tienda por departamentos en Estados Unidos. Sorprendió con ventas al menudeo o por correo a través de catálogos. Fue un éxito. Al finalizar 1999 tenía 250 mercados especializados en casi toda la geografía estadounidense. Antes de terminar 2000 daba ocupación a 37 mil personas. Inevitable y desgraciadamente, sus ventas empezaron a bajar en los últimos años. El motivo fue la competencia. Le cayó como cenizas del Popo: Home Depot, Sam´s Club, Wall Mart, Best Buy, y entre otras, Price Club y Target. Quién sabe por qué los ejecutivos de Montgomery Ward no le hicieron frente a la rivalidad comercial. Los compradores que antes se peleaban por la mercancía fueron escaseando. Y de plano, la clientela abandonó la famosa cadena de tiendas.
George Walin, renombrado consultor californiano sobre mercado al menudeo, explicó en pocas palabras la situación: “No hay ninguna razón para comprar ahí, a menos que sea la tienda más cercana a tu casa”. Los directivos de la histórica corporación confiaron en reponerse durante la última temporada navideña, pero como reza la vieja referencia popular, casi ni las moscas se pararon. General Electric, que tenía una mano metida en Montgomery Ward, le retiró su apoyo financiero. Prácticamente con eso se venía sosteniendo la cadena de tiendas… y se derrumbó.
Montgomery Ward operó en 1999 bajo la ley que en Estados Unidos protege a empresas en bancarrota. Pero la situación de los últimos meses y especialmente en Navidad les cayó como incendio de Lobohombo. No pudieron seguir. “Lamentablemente el cierre es inevitable”, dijo el director ejecutivo Roger Guddu a los reporteros de la Prensa Asociada. (AP, iniciales en inglés). Montgomery Ward no es desconocida para millones de mexicanos fronterizos norteños, acostumbrados a comprar en los centros comerciales estadounidenses.
El cierre de estas famosas tiendas se anunció oficialmente el 29 de diciembre. Justamente una semana antes, y en Tijuana, los dueños del periódico El Heraldo decidieron lo mismo: Cerrar. La historia de esta publicación fue relativamente parecida a la de Montgomery Ward. Nació exitosamente en 1941. Treinta años después su dueño original, el salvadoreño don Rubén D. Luna, vendió. El Ingeniero Miguel Rascón Salmón, chihuahuense, representó a un grupo de empresarios bajacalifornianos que compraron y tuvo mucho éxito. Hasta instaló una rotativa nueva. Podía uno estar de acuerdo o no con la política editorial de fundador y comprador, pero El Heraldo calaba en la población. Rascón encontró el punto de equilibrio y mantuvo una circulación aceptable que le permitió atraer a notables anunciantes. No sufría económicamente. Al contrario.
Desde mediados de los ochentas El Heraldo dejó de ser negocio cuando Rascón y socios fueron poco a poco vendiendo sus acciones a los hermanos Francisco y Roberto de la Madrid Romandía. Estaban -y seguramente están- retacados de dinero gracias a su paso por el Gobierno del Estado y la Aduana. Para eso los amparaba, antes e inmediatamente después de ser Presidente de la República, el Licenciado José López Portillo. Pero más en razón de complicidad y no de amistad. Ya se conocían. Muchos años habían pasado. Pero afianzaron sus lazos cuando Roberto sacó la cara por don Pepe, que fraudó a la Junta Federal de Mejoras Materiales en los años sesentas.
Acostumbrados a sobornar reporteros, les resultó mejor tener su diario. Fracasaron. Había en El Heraldo buenos periodistas. Decidieron retirarse al descubrir las trampas de los nuevos dueños. Finalmente se publicaba lo que uno y otro hermano querían leer y no lo esperado por el Lector. Entonces bajaron sus ventas. Se alejó el anunciante. Le inyectaron dinero como sangre en transfusión a un desahuciado.
Jorge Hank Rhon lo compró. Este hijo del profesor Carlos nunca reconoció la paternidad, pero tampoco la negó. Utilizó a El Heraldo para caprichos y hasta venganzas, naturaleza propia de todo heredero desordenado de padre poderoso. Metió su vida privada a las páginas para volverla pública. Por eso -como la letra del tango- el negocio se fue cuesta abajo y de rodada. Luego apareció la competencia y no hizo nada por mejorar el periódico. Dinero había para contratar a los mejores en el ramo y lograr una edición de mucha categoría. No fue así. Como dijo el especialista de tiendas estadounidenses, y aplicándolo a El Heraldo, ya no había razón para comprarlo, a menos que fuera lo último que trajeran los voceadores o quedara en los expendios. Y a veces ni eso. Presumo que así como General Electric retiró su apoyo financiero a Montgomery Ward, igual hizo Jorge Hank Rhon. Desligó posiblemente a sus empresas o al Hipódromo Agua Caliente, que oficialmente dirige.
Así, a los 59 años, seis meses y cinco días, en la primera plana de El Heraldo apareció un insípido texto titulado “Gracias” y sin firma. La frase más sobresaliente fue “…desgraciadamente las condiciones adversas nos impidieron continuar como un periódico al servicio de la comunidad”. Es la primera vez que leo un “gracias” para anunciar la muerte. Los diarios no se acaban por condiciones adversas. Que es, entre paréntesis, un término muy ambiguo. Un periódico muere cuando ya no tiene Lectores y por eso ni anunciantes. O fallece por represión. En el caso de El Heraldo se mezclaron dos ingredientes: La evasión fiscal basada en la influencia y la incapacidad para conducirlo. El más antiguo periódico de Tijuana pasó a mejor vida en manos de su director Francisco Ramírez Guerrero, que coincidentemente sirvió primero a los hermanos De la Madrid y luego a Hank. Para las estadísticas, Guerrero también fracasó con Tabloide y encaminó a mal morir al ABC.
Algunas personas me han preguntado que si así como cerraron El Heraldo no podría pasar con el Hipódromo Agua Caliente. Según ellos, si la concesión otorgada a los Hank fue para celebrar carreras de caballo y no las hay, deben retirársela. Otros, conocedores, insisten en la ilegalidad cometida por Jorge al construir un fraccionamiento en terrenos del estadio. Son propiedad de la Nación y no del hijo del profesor. En iguales condiciones, me comentaron, está el palenque, los cines, la clínica para animales, una taquería y otras instalaciones. Pero Hank Rhon edificó como si la tierra fuera suya. Por sus pistolas. Un ex funcionario de la Secretaría de Gobernación, ampliamente conocedor del caso Hank-Hipódromo, me dijo: “Hay fundamento legal para enderezarles acción civil y penal, tanto por construir en terrenos propiedad de la Nación, como en incumplir la concesión destinando además el estacionamiento para otros fines”. También me comentó: “Claro, pueden solicitar amparo, pero llevan la de perder”.
El cambio político en el país desfavorece a los Hank. Le apostaron con todo al precandidato Roberto Madrazo. Despreciados, primero y públicamente por el oficial Labastida, este señor tuvo que agarrarlos como clavo ardiendo cuando vio venir la derrota y no lo salvaron. Me pregunto, y la respuesta la dará el tiempo, si el Presidente Vicente Fox se doblegará ante el poderío de don Carlos y su hijo Jorge. O los protegerá, como sucedió en otros sexenios. Su comisionado Ernesto Ruffo conoce muy bien el problema, tanto como haber sido protagonista en los trámites burocráticos de construcción e hincar la rodilla cuando el señor profesor le alzó la voz telefónicamente. Don Héctor Terán (q.e.p.d.) ni el Sustituto Alejandro González Alcocer, gobernadores panistas, fueron incapaces de hacer respetar la ley a los señores Hank.
Me da la impresión que después del cierre de El Heraldo, parece como si se abriera una pequeña rendija por donde Vicente Fox podría, si quiere y no le tiene miedo a Hank… meter su bota.
Tomado de la colección Dobleplana de Jesús Blancornelas,
publicado por última vez en enero de 2001.