Llegó el adviento una vez más, que es el camino y aviso para la preparación y celebración de un año más de vida de Emmanuel, el enviado, Jesucristo, en este mundo con más de ¾ de personas creyentes, que profesan una religión: catolicismo, la de mayor rango.
Hay chiitas, turcos, musulmanes, ortodoxos, protestantes, adventistas, budistas y tantos más, pero hoy el mundo globalizado, económicamente, sediento de negocios, dinero, poder, junto con la reciente pandemia -que nunca se irá, se va uno- ha hecho merma en muchas economías de diferentes tipos; desde la casera, a llegar hasta la de Bill Gates o el mexicano Carlos Slim. La mercadotecnia, el negocio, el dinero y el poder van haciendo a un lado lo divino, nuestro origen.
La Divina Providencia, quien provee el origen de la religión, todo eso ya no cuenta en muchos lugares. Hoy el mundo está ansioso para estas fiestas de fin de año. Y anuncia ya a tambor batiente “¡Felices fiestas!”. Lo divino se vuelve mundano, terrenal, económico; y lo que es de Dios ya no cuenta, solo lo que es del César, al César. Y lo que es religión, divinidad, fe, aguardar, abstenerse, oración, perdón, reconciliación, poco se habla ya.
Como dice una canción, ven a mi casa esta Navidad. Y perdona. La casa de Dios puede ser la iglesia, puede ser cuatro personas que se juntan en nombre de El Señor; y ahí está él. Pero si es reunión familiar y consanguínea, mejor aún. Ver la familia que fundó Jesucristo, reunida, es el mejor honor que le debemos hacer en su memoria, por 2021 años de su nacimiento.
Navidad no es embriaguez, lujos, enojo, distanciamiento, rencor de años… ¡no!, la Navidad es perdonar, reconciliar, olvidar y empezar de nuevo, viéndonos a los ojos. Decir “te perdono, en nombre de Jesucristo”.
El perdón y la paz se nos están yendo de las manos en un vasto número de la sociedad, que andan en malos pasos; gobiernos opresores, asesinos del diario, mal conducta espiritual, desobediencia, es lo que tiene al mundo con las malas noticias. Y más el amarillismo en el mundo periodístico, que hace más grande lo negativo.
Una mente que se alimenta de negativismo, que ve noticias negativas, será una mente con inquietudes y decisiones quizás no bien canalizadas para la sociedad. Por tal motivo, falta una restructuración en muchas cosas en el mundo; la pandemia es solo una prueba de El Señor sobre el porqué de la desobediencia, y si hablamos bíblicamente, un cumplimiento hecho realidad (al costar muchas vidas).
Las felices fiestas y hacer a un lado a Dios son la consecuencia de cómo estamos viviendo en la actualidad. Caen las hojas del calendario y se llega al último mes del año. Iglesias vacías, poca población lee una Biblia; pocos creyentes y muchos ateos.
La vida pasa pronto; no esperemos a ser viejos sexagenarios, octogenarios, para rezar, ir a la iglesia (al culto o iglesia que sea), pues dice la Biblia: “acuérdate de tu creador en tus tiempos de juventud”.
Hoy tenemos un mundo que solo ve la economía, y pone “felices fiestas”. El 24 es Nochebuena, familiar, del perdón, de la consanguineidad, de reunión y brindis por la paz, amor, humildad, etc. El 25 es el aniversario del nacimiento, allá en Belén, del Emmanuel; el enviado ya está aquí, y debemos reconocer tal fecha. El 31 es el último día de San Silvestre, que es para que los propósitos que necesitamos se hagan realidad. Y el 1 de enero es el inicio de un nuevo año, que Dios nos da, para iniciar bien como buenos cristianos en esos 365 días de reto que nos esperan (si Dios nos da permiso de vivirlos).
En estos tiempos difíciles, que tienen al mundo secuestrado, y la vida al mejor postor, no sabemos la hora ni el día, pues sale uno y quién sabe si ser egresará con vida a casa. Por ello este mes es para ver a los ojos con sinceridad, celebrar con medida y en nombre de Jesucristo; y todo vendrá por añadidura.
Feliz Navidad a todos los encarcelados, enfermos, a los desobedientes, a todo humano; pues la felicidad no se le hace menos a nadie. Feliz Nochebuena, que sea una noche buena, como su nombre lo dice. Y buen inicio de 2022; que pase lo mejor, que tanto nos hace falta. Un abrazo a todos.
Atentamente,
Leopoldo Durán Ramírez.
Tijuana, B.C.