“Me gustaría seguir teniendo esperanza, me gustaría seguir pensando que hay posibilidad de un cambio, de cambios; no los veo, nos pasa a muchos que no los vemos del todo, los vemos en el discurso”, expresó a ZETA la ganadora del Premio Excelencia en las Letras “José Emilio Pacheco” 2022 y autora de la novela “Radicales libres”, publicada este año por Alfaguara
Dos acontecimientos protagonizó la escritora mexicana Rosa Beltrán en el año que culmina: publicó su novela “Radicales libres” editada por el sello Alfaguara de Penguin Random House Grupo Editorial; y ganó el Premio Excelencia en las Letras “José Emilio Pacheco” 2022, otorgado por la Universidad Autónoma de Yucatán, a través de la Feria Internacional de la Lectura Yucatán (FILEY), y la asociación UC-Mexicanistas.
Integrado por Beatriz Mariscal Hay (El Colegio de México), Ignacio Sánchez Prado (Washington University in Saint Louis), Maricarmen Castro Ricalde (Tecnológico de Monterrey), María Teresa Mézquita Méndez (Universidad Autónoma de Yucatán) y Enrique Serna (Premio Excelencia en las Letras “José Emilio Pacheco” 2020), el Jurado decidió por unanimidad otorgar a Rosa Beltrán el Premio Excelencia en las Letras “José Emilio Pacheco” 2022, “por su relevante trayectoria, que abarca diferentes géneros literarios y ámbitos profesionales, sea como escritora, editora, crítica literaria, sea como promotora de la literatura y sus nuevos valores”.
Además, se lee en el acta del Jurado: “Subrayamos, especialmente, su notable e innovadora producción narrativa y ensayística, generosa en obras de gran inteligencia y pertinencia, en las cuales evita soluciones temáticas fáciles al ser creadas desde una perspectiva compleja. En ellas despliega, de manera original, el sentido del humor y la ironía, especialmente en el tratamiento de los asuntos de género, tanto en el México antiguo como en el contemporáneo, impregnado de una visión propia conciliatoria y reflexiva. Destacamos igualmente la importancia histórica de su libro ‘La corte de los ilusos’ en el contexto de la literatura mexicana contemporánea y recordamos que en este 2021 ha publicado una nueva novela, ‘Radicales libres’, donde refrenda la vigencia y la actualidad de su obra”.
LA FIGURA DE JOSÉ EMILIO PACHECO
El Premio Excelencia en las Letras “José Emilio Pacheco” ha sido concedido a autores como José Emilio Pacheco (2013), Elena Poniatowska (2014), Fernando del Paso (2015), Juan Villoro (2016), Cristina Rivera Garza (2017), David Huerta (2018), Héctor Manjarrez (2019), Enrique Serna (2020) y Rosa Beltrán (2022).
— ¿Qué es lo que quisieras destacar del Premio Excelencia en las Letras “José Emilio Pacheco” 2022 que entrega la FILEY y UC-Mexicanistas?, inquirió ZETA a Rosa Beltrán.
“Es un premio muy prestigioso, precisamente lo ganó primero José Emilio Pacheco, que es uno de los autores más emblemáticos de nuestra literatura, entre otras razones porque la obra de José Emilio abarca varios géneros, no solamente sus novelas, sus cuentos, es decir, la narrativa, sino también su importantísima obra de poesía y los ensayos. Yo tuve la fortuna de publicar, con un equipo, claro, en la Dirección de Literatura (de la Universidad Nacional Autónoma de México), el último libro de poesía de José Emilio, ‘Los días que no se nombran’, un libro maravilloso; y de participar en la coedición de su ‘Inventario’, que fue una labor de Era de muchos años, porque el propio José Emilio no creía que estas piezas tuvieran la importancia de sus otras obras como para ser publicadas, que tenían digamos esa cualidad de lo periodístico, que no imperecedero; eso por un lado”, expuso la autora, al tiempo que valoró a los ganadores del Premio:
“La calidad de los autores que han ganado este Premio, como Elena Poniatowska, Fernando del Paso, Cristina Rivera Garza, Juan Villoro, entre otros, el más reciente, Enrique Serna, que formó parte del Jurado; la obra de Enrique también es importantísima, y para mí lo es más, porque soy lectora suya desde que empezó y porque es una suerte de maestro de la ironía, del sarcasmo, de esa tradición de dejar de escribir una prosa solemne, esta tradición que venía de la poesía de principios del Siglo XX y comenzar con una visión crítica, irónica, aguda, en lo que escribe.
“También tiene una importancia especial porque va a ser el próximo año, el primero, después de la pandemia, en que nos volveremos a ver en persona; esto es importante, volver a tener este evento de manera presencial y porque la UADY cumple 100 años, esta Universidad creada por Carrillo Puerto. Yo creo en la universidad pública, vengo de la universidad pública, tanto en la UNAM como en la maestría y el doctorado que hice en la Universidad de California en Los Ángeles, estuve expuesta y conozco la universidad pública, y me parece desde luego la mejor”, apostilló.
TRES GENERACIONES
Entre otros títulos, Rosa Beltrán es autora de las novelas “La corte de los ilusos” (1995), “El paraíso que fuimos” (2002), “Alta infidelidad” (2006), “Efectos secundarios” (2011), “El cuerpo expuesto” (2013) y “Radicales libres” (2021).
“Un día cualquiera, a finales de los años setenta, la protagonista abrió la puerta de su casa y vio cómo su madre se iba en una motocicleta Harley-Davidson con su vecino: un extravagante pintor y lector de cartas zodiacales. Muchos años después, narra a su hija las circunstancias que llevaron a esa partida y también las que la precedieron en un relato que reúne a tres generaciones de mujeres y casi seis décadas de acontecimientos históricos”.
En “Radicales libres”, Beltrán hace un recorrido por tres generaciones y, por ende, por México, entre la década de los 60, las manifestaciones del los 70, la irrupción del SIDA los 80, pasando por la violencia y crimen organizado de Siglo XXI, hasta la época de la pandemia.
— ¿Cuál fue el desafío literario desde donde ibas a contar la novela en el tiempo?
“Escribir es dificilísimo. El inicio de todo lo que hacemos, no importa cuánto hayas escrito, es siempre angustioso. Encontrar el tono, encontrar la voz, es un gran desafío y es un gran momento, el hallazgo, porque a partir de ahí sabes cómo contar esa historia, quiénes la van a contar y los personajes adquieren una suerte de independencia, de vida propia, que los vuelve verosímiles, que los encarna; pero después escribir una novela que en realidad he hecho siempre con mis relatos, con mis cuentos, con mis novelas, con las crónicas, que se inserte en la historia grande, en la Historia, con H mayúscula, es difícil.
“No se trata de escribir una diatriba o un ensayo sociológico sino ficción, sin que se note esta fusión de los dos mundos, el de la vida privada y de la pública, que por cierto, cada vez se imbrican más; es difícil ya saber qué parte de la vida privada no es pública por las redes sociales, y esto también lo vuelve fascinante, que empiecen las dos historias a ser parte de la misma y que nos demos cuenta de la historia no es algo que ocurre en abstracto, allá lejos de nosotros, sino que nosotros escribimos la historia aunque no aparezcamos en las monografías con nombre y apellido. Somos nosotros los que estamos construyendo este presente, y también, paradójicamente, es esa historia que después se sale de nosotros la que nos va a juzgar, la que va a emitir un juicio moral sobre nuestra época”.
“Insertar esto que se oye tan teórico en una ficción fue también un reto; ir escribiendo las épocas, en consonancia con el lenguaje con las que las vivimos y que se fue nombrando de una manera distinta; el vocabulario de los 80 no es el del año 2000, la irrupción del SIDA cambia nuestros protocolos, pero también nuestros hábitos, nuestra forma de relacionarnos y tampoco es igual al anterior, a la época de las utopías socialistas y desde luego no es para nada, ni siquiera remotamente, parecida a la época actual, donde la violencia parece permear todo y todas nuestras conversaciones tienen que ver con la violencia; y nuestro comportamiento también”.
LA EVOLUCIÓN DE LA VIOLENCIA
La violencia permea evidentemente la obra de Rosa Beltrán en “Radicales libres”. A propósito, ZETA preguntó:
— ¿Cómo ha evolucionado la violencia en estas tres generaciones que recreas en tu novela en México?
“Bueno, se ha vuelto todo abarcador, no hay ámbito, un espacio que no la tenga y toca las clases sociales y toca los momentos del día; y quizá haya un momento en la vida, la primera infancia, en que se pueda vivir sin estar rodeado de ella. Nosotros no sólo habitamos un espacio, habitamos narrativas. Si todo lo que se cuenta es eso, nuestro mundo se convierte exclusivamente en violencia, y eso condiciona nuestra forma de relacionarnos, la manera en la que se comporta nuestro cuerpo, incluso nuestros sueños, se apodera de todo; no es que no existiera en los años 70, en los años 80, es que de algún modo estaba invisibilizada, se podía viajar por el país en un vocho y dormir en la playa en una hamaca, hacer uso de tu cuerpo de un modo distinto. Ahora eso es invivible, las carreteras del país están prácticamente tomadas, sobre todo a partir de cierta hora; es como vivir en una ruleta rusa.
“Sabemos que vamos a salir, pero no sabemos si vamos a regresar. Es un poco como la experiencia de la pandemia. Tal vez a los mexicanos que nos afectó tanto por saber que la gente se enferma, que la gente se muere porque nos tocó a lo mejor en nuestra familia, que la gente pierde empleo, que existe la disyuntiva entre morirte de hambre o morirte de contagio de COVID, tal vez esto nos dio la sensación de experimentar el miedo de otra forma que como lo veníamos experimentando, pero los mexicanos tenemos experiencia con el miedo.
“Es notable cuando salíamos antes de la pandemia, fuera del país, que nos diéramos cuenta por lo menos las mujeres, que no teníamos que voltear hacia atrás cuando oíamos pasos detrás de nosotras; que había lugares, jardines públicos, parques, donde podíamos ir en la noche, lugares que son totalmente vedados para nosotras, y que nuestro lenguaje, quizá, nos percatamos de ello, es tan violento ya; también cuando salimos del país nos damos cuenta de que nuestra actitud es defensiva, nuestras palabras también lo son, y eso es por el lugar que estamos habitando. Bueno, captar eso, insertarlo en la novela, no solamente era difícil, sino doloroso”, reconoció.
“EL PAÍS SIGUE DOLIENDO TANTO COMO ANTES”
Hacia el final de la entrevista, a Rosa Beltrán se le cuestionó:
— ¿Cuál es tu reflexión respecto a que en el sexenio del Presidente Andrés Manuel López Obrador continúan el asesinato de mujeres, de periodistas, las narcofosas, los desaparecidos?
“Los asesinatos de mujeres, que en cifras oficiales son once por día en este país que son muchas más, la reciente aparición de las fosas en Sonora, por todos lados hay muertos, este país es un cementerio; pero además, muertes violentas, terroríficas, no sé cómo podemos sobrevivir a eso y cómo no se han tomado políticas públicas radicales contra eso que es la principal amenaza para todos los que estamos en este país.
“La enorme tristeza, indignación de las madres que buscan a sus hijas, secuestradas, levantadas, como se dice en este país, el que este discurso, aunque empiece a serlo más todavía, no se escuche y no se le dé la importancia debida; cuando se habla de violencia de género, concretamente, que siga siendo peligro físico ser mujer porque eso implica que no vas a sobrevivir, y menos si eres una niña de Guerrero o de Oaxaca.
“La muerte de periodistas en este país es algo inaudito. Es decir, levantar la voz para decir lo que ocurre, es un acto que puede implicar la muerte muchas veces, la ha implicado, esto debe terminar. Y lo que nos toca a cada uno desde nuestra trinchera, es seguir visibilizando, seguirnos manifestando, seguir esperanzados en que vamos a ver ese cambio”.
Y sentenció:
“Me gustaría seguir teniendo esperanza, me gustaría seguir pensando que hay posibilidad de un cambio, de cambios, no los veo, nos pasa a muchos que no los vemos del todo, los vemos en el discurso; pero el país sigue doliendo tanto como antes”.