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lunes, septiembre 30, 2024
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1928: Dinamitan el Cristo del Cubilete

“El martes me fusilan a las 6 de la mañana por creer en Dios Eterno y en la gran Guadalupana. Matarán mi cuerpo inútil, pero nunca, nunca mi alma”.

-Canto Popular

 

Era el 20 de enero de 1928 cuando los soldados al mando del General Jaime Carrillo ejecutaron la orden del Presidente Plutarco Elías Calles. Dinamitaron una estatua del Sagrado Corazón de Jesús en el Cerro del Cubilete, Guanajuato.

Apoyados por el famoso aviador Emilio Carranza destruyeron el monumento lanzando bombas desde su avión. No mucho tiempo después el aclamado piloto Carranza se desplomaba con el avión y murió sin remedio.

En plena lucha entre el ejército federal y el ejército libertador o cristero, tras la primera destrucción del Cristo de la Montaña, quemaron los católicos la vía férrea y cortaron los hilos del telégrafo.

El General Obregón, quien llamaba “los malditos católicos” a sus enemigos, fue asesinado trágicamente a manos de José de León Toral en el Restaurant de la Bombilla, el día 17 de julio de 1928.

Don José Vasconcelos al respecto refiere que: “Al caer el caudillo de la hora, herido por rayo justiciero, la pregunta en todos los labios era: “¿quién le sucederá?”. Interesaba profundamente a los obregonistas que no fuera Calles, por la razón evidente, que, de serlo, ellos no participarán del poder.

En medio del Conflicto Religioso iniciado en 1926, los observadores internacionales tenían presente los derechos de un pueblo 90 por ciento católico. De modo que procediendo pacíficamente, se presentaron a las Cámaras Legislativas dos memoriales los días 3 y 16 de septiembre y el 8 de octubre de 1928.

En el primer memorial se comunicaba que, para que se establezca en México la libertad religiosa verdadera, la libertad respetuosa que justamente se demandaba y que había de salvar a la Nación del caos. Se manifestaba a la vez para ello tres requisitos:

Primero.– Que se reconociera la existencia y personalidad de las distintas confesiones religiosas.

Segundo.– Que se reconociera la separación e independencia entre la Iglesia y el Estado y las diversas confesiones religiosas.

Tercero.– Que esa separación no fuera un régimen de hostilidades, sino de cooperación amistosa en orden al bien común”.

El memorial del 8 de octubre de 1928 incluía un enriquecido estudio y exposición de los textos de casi todas las legislaciones modernas de diferentes países, para demostrar que México es el único pueblo que esclaviza a la Iglesia, violando derechos sagrados e inalienables de todo ser humano en las relaciones que tiene con Dios.

Junto a los memoriales, los Obispos mexicanos redactaron la Carta Pastoral colectiva dirigida a los fieles el 21 de noviembre de 1928. En la que explicaban al pueblo católico “la deseada terminación del presente conflicto (armado)… Si éstos oyeran el clamor del pueblo católico presentado en la petición pendiente en las Cámaras… La Iglesia no tendría que mezclarse con lo que llaman política y comenzaría una era de paz y de concordia, cimiento de un gobierno verdaderamente nacional. Diariamente se modifican las leyes porque en su aplicación se encuentra algún trastorno; con mayor razón se habrían de modificar las que han traído el trastorno a la conciencia religiosa de toda la Nación”.

Muerto el General Obregón, Plutarco Elías Calles, desistió de la Silla Presidencial, tomando posesión de la misma Emilio Portes Gil un 30 de noviembre de 1928. En su discurso inicial nada dijo del problema religioso; aunque como ministro de Gobernación de Calles, sabía que el problema más importante cuya solución se hallaba pendiente era el conflicto con la Iglesia Católica. Asunto costoso y molesto para el país y el gobierno: 800 a mil bajas mensuales, aparte de daños materiales e intranquilidad.

Camino a los arreglos, el día 2 de mayo de 1929 el Presidente Portes Gil en entrevista con un corresponsal de prensa norteamericano , declaró  sobre el Conflicto Religioso: “Aunque algunos católicos en particular y algunos sacerdotes, habían tomado parte en la rebelión de Escobar, él estaba persuadido de que la Iglesia como tal no se había mezclado en ello  y, si así lo deseaba, podía libremente reanudar los cultos de acuerdo con las leyes, ya que no hay conflictos que no puedan resolverse cuando hay buena voluntad de ambos lados”. (León Cristero, 1926-1929, Pbro. José D. Pérez, 1969).

 

Germán Orozco Mora reside en Mexicali.

Correo: saeta87@gmail.com

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