A la edad de 84 años, murió el cineasta Felipe Cazals a causa de un cáncer de esófago, el sábado 16 de octubre de 2021, confirmó la Secretaría de Cultura del gobierno federal.
“La Secretaría de Cultura del @GobiernoMX lamenta profundamente el fallecimiento del cineasta Felipe Cazals, director indispensable en la historia del cine mexicano, un contador de historias que defendió las causas justas e inspiró a varias generaciones con más de 40 películas”, informó la dependencia el sábado 16 de octubre por la noche.
“La Academia Mexicana de Cine está de luto por la triste noticia del fallecimiento de Felipe Cazals, miembro emérito de la AMACC y director fundamental en la historia del cine mexicano. Te extrañaremos siempre, querido Felipe”, emitió también la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC).
El domingo 17 de octubre, por la madrugada, su esposa Rosa Eugenia Báez publicó:
“Felipe Cazals, mi compañero y esposo, se fue ayer en la tarde, de un cáncer mortal en el esófago. Estoy sin aliento y sin palabras”.
Felipe Cazals (México, 28 de julio de 1937 – 16 de octubre de 2021) es célebre por la trilogía cinematográfica integrada por “Canoa” (1975) (Oso de Plata a la Mejor Película en el Festival Internacional de Berlín de 1976), “El apando” (1975) y “Las Poquianchis” (1976); aunque también filmó otras películas como “El año de la peste” (1979), “El tres de copas” (1986), “Las vueltas de citrillo”, (2006), “Kino: la leyenda del padre negro” (1992) y “Su alteza serenísima” (2000), entre otras; además del documental “Digna… hasta el último aliento” (2004).
Autor fundamental de la historia del cine en México, Felipe Calzals concedió múltiples entrevistas a ZETA. A continuación se reproduce íntegro el último diálogo con este Semanario, sostenido vía telefónica y publicado el viernes 21 de julio de 2017 bajo el titulo “Soy un optimista incurable”, en ocasión a sus 80 años.
UNA ÚLTIMA ENTREVISTA CON FELIPE CAZALS
El legendario cineasta Felipe Cazals celebra 80 años, el 28 de julio de 2017, tras una impresionante trayectoria de más de cinco décadas de trabajo y más de 30 películas y documentales para la filmoteca internacional.
— ¿Cómo se siente Usted de cumplir 80 años?, le preguntó ZETA en los días previos a su onomástico. El realizador contestó con la respectiva sorna y lucidez:
“La salud está bien, la mente está clara; hay ciertas cosas que ya tienen un poco de deterioro, pero es lógico, ¿no?”.
Cazals marcó una época en el cine mexicano desde la década de los 70, sobre todo a partir de “Canoa”, que le valió el Oso de Plata a Mejor Película en el Festival Internacional de Berlín de 1976.
Fue precisamente a Berlín adonde Felipe Cazals regresó con “Canoa” en febrero de 2017, película totalmente restaurada por Criterion Collection:
“En Berlín se presentó ‘Canoa’ en DCP (Digital Cinema Package) como si fuera una película normal y comercial; el negativo original fue restaurado por completo, remasterizado, y salió en tres formatos distintos: el DCP, que se utiliza en las salas de cine; el Blu-Ray y el DVD, que son los otros formatos; de tal manera que en Berlín fue proyectada como si fuera una película normal, nada más que con cuarenta años de antigüedad”, refirió a este Semanario el artista, y advirtió que la obra ya se encuentra en el catálogo de Criterion Collection.
Absolutamente satisfecho tras la restauración de “Canoa”, el cineasta también adelantó sobre las próximas remasterizaciones a cargo de Criterion Collection:
“En este momento está en camino de restauración ‘Los motivos de Luz’, una película que hice en 1986 con Patricia Reyes Spíndola, Delia Casanova; y probablemente ‘El apando’ es la que seguiría”.
Cabe recordar que detrás de la etapa de restauraciones de algunas de sus obras, Cazals goza de un prestigio mundial como cineasta que viene de lejos.
Aunque ya se había matriculado en la carrera de Medicina en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), afortunadamente Felipe Cazals abandonó los menesteres de la cirugía para estudiar cinematografía en Francia, allá por 1962. En entrevista con ZETA, el aclamado autor recrea su niñez y adolescencia, desde sus primeros acercamientos a la pantalla grande hasta su irreversible decisión de dejar la medicina:
— ¿En dónde vivió Usted su niñez?
“En la Universidad Militar Latinoamericana, entré a la edad de 8 años y salí a la edad de 11 años. Recuerdo haber visto una película, no recuerdo la película completa, pero se me quedó muy grabada en la mente, se llamaba ‘Wings’ (William A. Wellman, 1927), cuando la vi tendría yo 9 años de edad, en una copia de 16 milímetros, allá en la Escuela Militar.
“En la Escuela Militar nos pasaban películas que tenían que ver con el aspecto militar; como ‘Wings’ era una película sobre aviadores y era una de las primeras películas filmadas con efectos de pantalla para los aviones cruzándose en el cielo, era muy espectacular para aquellos años; el asunto es que se me quedó muy presente”.
— Y luego de que vio Usted la película “Wings”, ¿cuáles fueron sus siguientes acercamientos a la pantalla grande?
“Fue en los estudios preparatorianos, los cuales se llevaron a cabo en el Centro Universitario en México, con los hermanos maristas; ahí, en vez de ir a clases, íbamos mucho al cine, teníamos muy cerca el Cine Morelia de la Ciudad de México, el Cine Gloria, y en esas dos salas pasaban tres películas al día por un peso cincuenta centavos; así que nos echábamos la jornada ahí y no íbamos a clases”.
— ¿Ahí supo Usted que sería cineasta?
“No, de ninguna manera, ahí me di cuenta que era más divertido el cine que otra cosa; pero de alguna forma pues la adolescencia la tuve en el cine, y entonces pues está relacionado para el camino posterior de alguna forma”.
— ¿Qué hizo Usted luego de la preparatoria?
“Yo iba para médico; en los primeros días en la Escuela de Medicina, que todavía estaba por allá en el centro de la ciudad, todavía no estaba la Ciudad Universitaria, me di cuenta de que no iba a ser lo mío repartir Alka-Seltzers y aspirinas; esto fue por ahí de principios de los 60, porque ya en el 62 gané una beca para ir a estudiar cine en Francia, y allá me quedé cinco años”.
Después de estudiar en Institut d’Hautes Etudes Cinematographiques (IDHEC) de París, Cazals empezó a filmar en 1965 cortometrajes como “Que se callen”, “Leonora Carrington, el sortilegio irónico”, “La otra guerra” y “Alfonso Reyes”.
— A propósito del cortometraje “Alfonso Reyes” de 1965, ¿cómo fue su acercamiento a la literatura?
“Porque Manuel Michel, cineasta a su propia vez, era el productor de un programita que se llamaba ‘La hora de Bellas Artes’, y ahí había que hacer unos breves cortos sobre pintores, escritores, artistas diversos. Entre los que me asignaron estaba el de Mariana Alcoforado, el de Alfonso Reyes, el de Leonora Carrington, el del poeta León Felipe, y ésta es la razón por la que acabé haciendo esos pequeños cortos.
“El de Alfonso Reyes era particularmente complejo; hablar de Alfonso Reyes en pocos minutos y poder exponer todo lo que significa toda la aportación literaria y filosófica de Alfonso Reyes, usted comprenderá que no es fácil; así es que esos cortos eran muy, muy modestos, pero fueron bien aceptados”.
— ¿Cómo llegó a sus manos la novela “El apando” de José Revueltas?
“Pues el camino es a través de amigos comunes, una productora hoy muy importante, que se llama Bertha Navarro, en aquel tiempo era una joven que también comenzaba en el cine, su hermana Fernanda tenía una relación con Pepe Revueltas; yo, como todos sabemos, he leído muchas obras de don José Revueltas, lo considerábamos absolutamente como un autor aparte, en todos los sentidos de la palabra; y Bertha Navarro le dijo que si me dejaba filmar ‘El apando’.
“Revueltas era muy hermético para estas cosas porque él mismo había trabajado en el cine nacional en muchas ocasiones, adaptando novelas, adaptando historias, sabía lo complejo y lo deformador que puede ser este tipo de cosas. Sin embargo, hablamos largamente con él, él ya estaba con la salud muy mala en ese momento, y comenzamos la adaptación con José Agustín, que era un joven de nuestro grupo, que ya había publicado un par de novelas y que también era muy afín a la obra de José Revueltas.
“Ahí había una cuestión que a mí me parecía muy interesante: ‘Pepe’ se había pasado casi toda la vida en la cárcel y había descubierto que era un hombre libre, y en cambio José Agustín acababa de salir de la cárcel durante pocos meses y se había dado cuenta que era un hombre que no estaba libre; y la sensación de los dos tan distinta sobre lo que es la reclusión forzada, me pareció que podía ser la de los mejores coautores para el guion, y pues tengo la suerte de que no me equivoqué”.
— ¿Cuál fue la reacción de Revueltas al ver su novela hecha película?
“Él no vio la copia final de la película porque murió (el 14 de abril de 1976) exactamente tres semanas antes de que tuviéramos la primera copia de ‘El apando’; los médicos recomendaron que no era ya momento para llevarlo a los Estudios Churubusco y sentarlo en una sala, ya no había manera de trasladarlo”.
— ¿Reconoce Usted alguna influencia de José Revueltas?
“Sí, pero considere que la aproximación parte de dos ángulos totalmente distintos: la literatura es un arte abstracto, el cine es una expresión concreta. Es decir, la frase construida en literatura la interpreta de varias posibles formas el lector: en el cine, la cámara solo tiene esta posición, y el espectador tiene sólo un punto de vista: la que el director le impone desde el entrazamiento de su cámara, esto hace diferencias fundamentales sobre un mismo tema.
“Lo que sucede es que el contenido, que es donde se reúnen las dos formas de expresión, y el contenido de la novela y el contenido de la película, según creo, es el mismo; es decir, la reclusión forzada, la desesperación de la imposibilidad de tener una estatura humana dentro de la cárcel con respecto a sí mismo y con respecto a los demás, ya sean carceleros o presos, es el tema que ‘Pepe’ Revueltas conoce a profundidad en toda su obra, lo pudimos recrear hasta donde fue posible con las limitaciones de la expresión cinematográfica, dado que es un arte concreto, donde el espectador no tiene más que una posible visión de ‘El Carajo’ (personaje de ‘El apando’), mientras que en la novela ‘El Carajo’ es casi múltiple”.
— ¿Cuál es el papel del director de cine al filmar una obra literaria?
“La versión que hará el cineasta será una versión propia, inevitablemente; lo que sucede es que hay una suerte de ingredientes que hermanarán a las dos versiones lo más cercano posible si el director tiene primero que nada la honestidad de respetar el contenido; segundo, si tiene un propio punto de vista personal sobre ese contenido, es decir, si no es crítico con él mismo, no necesariamente con la obra, sino con él, tratando de interpretar la obra a través de otro modo de expresión, fallará en todos sentidos, lo cual arrojará inevitablemente dos obras distintas no en su contenido, pero distintas en su aproximación, que pueden ser excelentes ambas o fallida la segunda si no hay el elemento de la crítica del autor cinematográfico”.
— Entonces su objetivo siempre ha sido hacer una versión propia…
“Sí, pero no siempre propia, porque puede uno con la mejor intención posible hacer una versión propia y desfigurar totalmente el contenido de la obra literaria, esto es factible, porque al momento en que usted le pone la cara de Luis Aguilar a un personaje que fue escrito sin pensar en Luis Aguilar, usted obliga al espectador a creer que es Luis Aguilar ese personaje; el asunto es que en la pantalla de alguna forma desaparezca el actor y se quede el personaje, que es el que debe interpretar al personaje en la literatura”.
— ¿Alguna de sus obras le resultó particularmente difícil de filmar?
“Todas, hasta las peores”.
— Todas son las mejores…
“No, unas son menos malas que otras, pero volviéndolas a ver, cosa que no hago, me doy cuenta, a veces, que las podía haber hecho mucho mejor; siempre se puede trabajar más a fondo, siempre se puede ser más sincero, siempre se puede hacer un esfuerzo mayor, aunque el productor no tenga el tiempo, ni el dinero, y hay que encontrar la forma”.
— ¿Qué papel juega la investigación al momento de filmar una obra?
“Acuérdese que el cine está mal que bien, aunque sea de ficción, muy, muy cerca del periodismo, eso lo decía ‘Gabo’ (Gabriel García Márquez) con mucha claridad, que primero fue periodista y luego un gran escritor: lo que se cuenta tiene que tener un soporte, si no, no hay posibilidad de seguir construyendo el relato; si todo es gratuitamente eslabonado, primero la estructura no lo resiste y, segundo, la necesidad, que es lo más importante, de la investigación aparece a medio camino como faltante, aunque hable usted de los sentimientos humanos, mucho más cuando se está en un camino como el mío, que tiene que ver con los tiempos que me tocó vivir, las relaciones políticas, sociales entre los mexicanos con su país, y su país con ellos”.
— ¿Usted se propuso un compromiso en su filmografía?
“Es que el compromiso es inevitable. Usted no puede vivir en determinado tiempo, en un lugar, e ignorar ese tiempo y ese lugar, si es que usted se va a expresar a través de algún modo de expresión creativo; usted no puede ignorar en qué año y dónde vive, en qué país, qué pasa en el mundo y qué pasa con las condiciones de vida de los demás. En la realidad no es simple y sencillamente una nota histórica, es ahí donde uno aporta el espíritu crítico personal sobre el tema”.
— Es decir, ¿Usted hubiese filmado sobre Ayotzinapa?
“Si hubiera tenido la edad, sí, absolutamente, pero creo que por ahí están haciendo varias cosas, no sé qué es exactamente, pero descuide, que eso no va a quedar en la oscuridad”.
Felipe Cazals también compartió con este Semanario algunas reflexiones sobre la industria del cine actual y sus expectativas; además, por supuesto, en torno al sexenio de Enrique Peña Nieto.
— ¿No se ha vuelto a recuperar la industria del cine mexicano luego de la gestión de Margarita López Portillo en la dirección de Radio, Televisión y Cinematografía entre 1976 y 1982?
“No, porque se encargó de enterrarla, de destruirla, de cerrar el Banco Cinematográfico, de destruir lo que había costado sangre y lágrimas, que era la Operadora de Teatros. Ella terminó con todo, no con una intención malévola. Ella terminó con todo simple y sencillamente por cretinismo, es decir, por José López Portillo, al poner a su hermana al frente de una industria que había dado obras maestras, que tenía un sector laboral importantísimo en todo el continente, que representaba un modo de expresión ya reconocido en muchos lugares, en Europa. Fue imbecilidad.
“La generación de cineastas que pertenecen a ese sexenio es la generación de cineastas que si bien pudo expresarse medianamente después durante el sexenio, fue aplastada, nulificada; es el momento en que al final de ese sexenio (Alfonso) Cuarón y (Guillermo) Del Toro se van a otro lugar”.
— ¿Qué opina Usted del Artículo 189 de la Ley del Impuesto sobre la Renta, que trata sobre los estímulos fiscales a contribuyentes para apoyar la producción cinematográfica?
“Eso es importante, pero es una olla de salvamento que no es suficiente. El Estado no se puede desprender de su compromiso con el cine mexicano, no tiene por qué subvencionarlo, pero no se puede desprender”.
— ¿Qué es lo más urgente para reactivar la industria del cine mexicano?
“Mientras no haya equilibrio de ley en la exhibición de las películas no se va a poder, y eso es cuestión del Congreso, de los diputados y senadores, que deben poner un alto a la voracidad norteamericana de que cada estreno tienen mil salas para ellos; ¡es un negocio de viudas! El último que cobra es el productor; no hay perspectiva de producción así, porque entonces todo mundo vive de la película, no de lo que la película va a rentar, va a producir”.
— La administración federal (de Enrique Peña Nieto) está por concluir, ¿qué futuro le ve al cine nacional?
“Yo creo que en este momento las esperanzas ya no tienen espacio en nuestro monedero, y habrá que ver qué es lo que sucede porque el cine mexicano no va a desaparecer, no es cierto que la gente sólo ve la televisión y las películas en televisión, o las películas compradas en la banqueta, piratas; no es cierto, hay un potencial de público joven, este país tiene el 53 por ciento de gente menor a 25 años, pues ese potencial sigue yendo a ver películas y no necesariamente películas idiotas, no necesariamente películas norteamericanas. Es un público que considera su cine como su literatura, como su pintura, como su expresión, y esto va a seguir existiendo.
“La tecnología se transformará y habrá muchos cambios, pero la expresión cinematográfica continuará y se tiene que consolidar. Hoy, en la actualidad, hay una muy buena docena de nuevos realizadores con tres o cuatro obras ya sólidas que son el pie para iniciar una nueva etapa, ojalá y los que tendrán el mando se den cuenta de eso”.
— ¿Algo que quisiera expresar sobre el sexenio de Enrique Peña Nieto?
“Nunca creí que llegaríamos tan bajo, ¡carajo!, nunca lo creí; hemos llegado a una altura verdaderamente impensable, por el desorden, por la falta de credibilidad, por el desinterés y por dejar que todo se vaya por un tubo. Es muy fácil creer que uno puede mandar, pero conocer este país no es fácil, y fíjese que en esta ocasión, en este sexenio, no hubo mando, es todo lo que puedo decir”.
— Pero ¿tiene Usted la esperanza de que la realidad de México cambie para bien?
“Soy un optimista incurable”.