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martes, octubre 1, 2024
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Juan María Salvatierra (1648-1717): Espiritualidad del Apóstol Mariano

Juan María Salvatierra fue un sacerdote jesuita italiano de Milán, educador y misionero en Chihuahua y en Baja California Sur; aunque no el primero en llegar a la Península, si el que a partir del 25 de octubre de 1697, estableció el Presidio y Misión de Nuestra Señora de Loreto, motivado por el jesuita de Trento, Eusebio Kino, con el que se apoyó desde las misiones de Sonora y Sinaloa para fortalecer las misiones califórnicas. Toda una epopeya religiosa y humana con más compañeros misioneros, soldados e indígenas.

Del padre Salvatierra podríamos recordar con Jesús: “Por sus frutos los conoceréis”. El jesuita Miguel Venegas refería las dificultades para conocer la espiritualidad del padre Juan María. Gracias al trabajo de admiradores e investigadores del Padre de las Californias, podemos descubrir su vida interior. De ella encontramos sus rasgos primordiales en las obras de: César Felipe Doria, Miguel Venegas, Miguel León Portilla, Ernesto J. Burrus, Luis Sánchez Vázquez, Ignacio del Río, y evidentemente en las Cartas del Padre Salvatierra.

Fue un hombre de gran oración -anota el padre Doria-, en la cual se detenía no solo el tiempo de las Reglas, sino aún más, bien a menudo en sus Misiones, donde empleaba las noches; y todavía en los viajes consumía aquel tiempo, que adelantaba debido a las otras ocupaciones necesarias.

En carta a su amigo el padre Juan Bautista Zappa, con quien tenía correspondencia de Espíritu, le afirmaba el padre Juan María que “nada había pedido nunca en la oración, que no hubiese obtenido. Cuando habitaba en los Colegios, o donde hubiese la comodidad de iglesia cercana, muy a menudo iba allí a adorar el Divinísimo Sacramento, al que tanto amor tuvo siempre, que hacía maravillarse y aun arder de sagrado fuego a cualquiera que le veía asistir en los sagrados altares, o le oía celebrar el divino sacrificio”.

Nunca dejó de decir misa, salvo en casos de extrema impotencia o gravísimo impedimento; en el tiempo de aquélla se le veían gozar los ojos largamente de suavísimo llanto.

Al afecto de Jesús Sacramentado, se unía un amor sumo e inalterable a la Madre de Dios. A ella le consagraba todos sus sudores y las Misiones, llamándola Reina de los Corazones, y la Conquistadora de los Reinos, y singularmente, como siempre, mantuvo tal afecto a su Santa Casa de Loreto, que quiso alzarle una semejante en cualquier Ciudad o tierra donde él fijase residencia o pasase sólo de viaje. Vemos una fundada por él en Guadalajara. N. Sra. de Loreto en Bacadehuachi, Sonora; en Sonoyta, Son.

En una de sus Cartas Fundacionales del Padre Juan María, presentadas por don Miguel León Portilla (Loreto, Capital de las Californias). El padre escribe al Virrey, que: “Con el favor de María, quedaron vencedores estos pobres conquistadores”.

El jesuita Salvatierra era un sacerdote Mariano, enamorado de la Santísima Virgen María. Lo veremos repartiendo rosarios a los tarahumaras.

Quienquiera que ve sus cartas -anota el padre Felipe Doria- advierte en todas un espíritu de humildad sin par. En sus discursos jamás profirió palabra alguna que resultase en su alabanza… y para desviar el pensamiento con bromear sobre ello y ponerse en risa.

Por este mismo espíritu de profunda humildad, casi nada se sabe de lo mucho que obró en tantas Misiones de los más remotos Países, y solo los Padres con los cuales vivió en nuestros Colegios, refieren con expresiones muy significativas, que hablan de lo mucho que se abajaba hasta los más viles empleos de enfermería y de toda otra oficina doméstica; aquel vestir suyo tan pobre, aquel ceder ante cada uno, aquel sufrir las injurias, y tanto domesticarse con los más pobres Indianos, y comer de lo suyo con ellos. En suma, aquel trato suyo, comportamiento y manera de trabajar, en que nunca pareció nada altanero o altivo. (Doria, Vida del P. J. Ma. Salvatierra)

No solo entre las voces del pueblo, sino aun entre los más juiciosos era elevado a un altísimo concepto de Santidad: Cuánto fue venerado después de Caballeros de cuenta, de Obispos, Presidentes Supremos y Virreyes. Y ciertamente que estaba bien fundado el común concepto de Santo, el cual era corriente.

 

Germán Orozco Mora reside en Mexicali.

Correo: saeta87@gmail.com

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