Palabras, acusaciones, diatribas, descalificaciones, cifras y más abundan en los medios de comunicación de los políticos y especialistas sobre la inseguridad en nuestro país. Y no cambia nada.
En un escenario poco probable, ¿qué pasaría si todos se centraran en vencer a este flagelo? Hoy en día los índices delictivos en general -según datos oficiales- siguen al alza y lo único que se aprecia es un pleito político por evidenciar quién fue o es peor gobernante.
Los comparativos abundan entre administraciones panistas, priistas y ahora morenistas; y al final del día si eliminamos el componente político concluimos lo mismo: vivimos en un país donde los delincuentes actúan sin temor a ser castigados. Este no es un problema que se generó hace tres años en la presente administración, pero lo cierto es que políticos, estrategias, sexenios van y vienen sin presentar resultados positivos.
Desde el Presidente de la República, gobernadores y alcaldes se la pasan más preocupados por cuidar su capital político que por trabajar conjuntamente. Como generalmente sucede, las decisiones se hacen con base a cálculos políticos, lo que impide crear una estrategia cohesionada. Entre nuestras autoridades no existe un valor fundamental: confianza. Así que mientras el mandatario nacional solo confía en los gobernadores emanados de su mismo partido político, los gobernadores igualmente solo creen en los alcaldes pertenecientes a sus siglas partidistas. El resultado termina afectando a los ciudadanos.
Desde la administración de exmandatarios como Vicente Fox, Felipe Calderón, después Enrique Peña Nieto y ahora el Presidente Andrés Manuel López Obrador, vemos el triste espectáculo de cruzar declaraciones a diestra y siniestra. Sin importar de quien estamos hablando, el Presidente en turno culpa a los gobernadores y alcaldes; los gobernadores a su vez a los alcaldes y al mismo Presidente; y los alcaldes a los gobernadores y al Presidente. Así de fácil.
Tampoco podemos dejar fuera de la ecuación a los legisladores federales y locales; sinceramente son pocos los que se salvan y quienes con sentido de responsabilidad y urgencia son capaces de proponer alguna iniciativa -o ya mínimamente un posicionamiento- que permita mostrar a los mexicanos cierto interés sobre el tema.
Hay que agregar al Poder Judicial. Los jueces disfrutan “nadar de muertitos” y arrastran por generaciones un tufo de corrupción que pocas veces es exhibido. La famosa puerta giratoria de la justicia es un mal que nos persigue, pero que no se demuestra interés por ponerle un candado.
Recientemente en Mexicali sucedió un hecho lamentable, asesinaron a dos personas, uno de ellos con arraigo en la ciudad por ser un deportista destacado. Fue a plena luz de día y en un fraccionamiento en la llamada Zona Dorada. La reacción, varias horas, después de la autoridad municipal fue detener a automóviles sospechosos. No más, no menos.
La alcaldesa en funciones Guadalupe Mora, brilla por su ausencia; si bien alguien podría decir que nunca se imaginó ser presidenta municipal y que no está preparada para afrontar los retos, lo cierto es que eso se le olvidó en temas electorales (por ejemplo, cuando pretendió ser una piedra en el zapato para Marina del Pilar Ávila, gobernadora electa, lo cual no consiguió). En pocas palabras, no se vale esconder la cabeza ante lo relevante para los ciudadanos y asomarse solo para grillar.
Pero entre son peras o manzanas, lo cierto es que mientras nuestra clase gobernante -de todos los partidos sin excepción- prefiere mantener este tema en el “ring político” la población sufre los estragos de la delincuencia.
Ojalá y algún día se pongan de acuerdo y brinden la tranquilidad tan deseada; anhelada, pero muy lejana.
Alejandro Caso Niebla es consultor en comunicación y políticas públicas.
@CasoAlejandro