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jueves, octubre 3, 2024
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Del árbol de la noche ridícula… De una larga noche triste

Parlamento

 

 

 

El primer histrión de la nación, ustedes ya saben quién, realizó el acto programado al anochecer. No podía ser de otra manera: el montaje, la puesta en escena y toda la producción del sedicente “presidente austero”, se desmorona ante la mezcla de risotadas y coraje que causan sus despropósitos en una gran mayoría del público nacional y, no se diga, de quienes desde el exterior nos observan.

La representación del momento en el que presuntamente los mexicas derrotaron al ejército de Hernán Cortés a mediados de 1520 (no del todo, puesto que la caída de Tenochtitlán ocurriría poco después); y el discurso que pretende dividir a un México de conquistadores y conquistados recurriendo a los agravios provocados en aquella época, y cuyo contexto histórico es más que opinable frente a la versión oficial de Andrés Manuel López Obrador, tornan la leyenda del “árbol de la noche triste” (ahora noche victoriosa por decreto marca 4T) más bien en una noche ridícula… Ello 500 años después. Lo anterior, sin conceder que en esa noche Hernán Cortés se hubiera sentado en el famoso árbol. Y mucho menos que hubiera llorado.

Lejos de pretender entrar a un debate de tipo histórico, quiero centrar mi idea en la indignación que causa semejante divertimento presidencial. El Presidente Andrés Manuel López Obrador no solo ha realizado insultantes inversiones (del todo anti democráticas) para imponer, por ejemplo, un gusto personal por su deporte favorito el “baseball”, sino que ahora nos quiere imponer una nueva versión de la historia, gastando el dinero que le urgen a temas verdaderamente sensibles, introduciendo de pasada estúpidas versiones de la historia a través de un mega teatro público de irresponsable manufactura frente al brote de una nueva ola de COVID.

Con tal de convocar a sus huestes, al Presidente le importa un pepino el semáforo rojo de la ciudad donde se encuentra el Palacio donde vive y práctica a diario las artes escénicas, desde una simple mañanera con guapachosas cancioncitas, hasta producciones tipo “Broadway”, recreando a los aztecas en todo su esplendor.

Lo anterior cobra mayor indignación en un país donde los niños con cáncer siguen esperando sus medicinas y el presupuesto se gasta en tonterías. La indignación también es relevante ante el exabrupto teatral de Don Andrés, si vemos los macabros números oficiales (reales, incluyendo “otros datos”), que al final confirman miles de muertes causadas ya no tanto por el COVID, sino por la pésima política del Gobierno Federal en materia de salud y la criminal negligencia del principal responsable de la atención de la pandemia, Hugo López-Gatell.

El circuito de indignados se extiende a las pequeñas y medianas empresas en agonía, y no se diga, a los cientos de miles de mexicanos que han tenido que cerrar sus negocios. Sí, esa fuerza motriz de la economía que le llaman PYMES, se retuerce de coraje e impotencia frente a las bufonadas de un gobierno que no le basta solamente destruir obras y proyectos en proceso para tratar de construir elefantes blancos (Dos Bocas, Tren Maya o Santa Lucía); sino que se abstiene de proyectar, ni por asomo, un programa de alivio y fomento a la economía de un país a la que este gobierno ha golpeado con extrema rudeza, en una combinación de actos movidos por el dolo, ignorancia y mala fe.

Los estragos en la economía por causa de la pandemia son evidentes. Pero en México llovió sobre lo mojado. Les bastó 2019 (año pre pandemia) para llevar nuestra economía a números rojos; la pandemia solo vino a ser una agravante del pésimo manejo de nuestra economía, exaltado con una política de franca enemistad con las inversiones.

Por último, el entremés y humorada presidencial cae encima como pesada loza sobre el luto y desconsuelo de las víctimas de una violencia, cuyos números oficiales demuestran la criminal tolerancia y vil apología a la delincuencia organizada desde quien debiera combatirla. Las odas y facilidades al crimen por parte de este gobierno, constituye franca política pública.

Curioso resulta, como bien señala Jesús Silva Herzog-Márquez, que este gobierno ande promoviendo disculpas y señalando culpables de los horrores de la violencia tribal y de la conquista hace 500 años, y no es capaz de hacerse responsable por las muertes que su pésima política de salud y seguridad pública, le han causado a los mexicanos, enfáticamente en estos últimos 3 años.

La gran mayoría de los ciudadanos padecemos males económicos, de salud e inseguridad, que eran humanamente evitables. Para estos mexicanos, lo que va de este Gobierno Federal ha sido una larga noche triste.

 

El autor es maestro en Derecho y fue diputado federal de la LVII Legislatura (1997-2000), ex cónsul general de México en Estados Unidos, subsecretario de Gobernación y ex magistrado del Tribunal Federal de Justicia Fiscal y Administrativa.

Correo: juanmarcos@jmgutierrezyasociados.mx

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