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viernes, febrero 16, 2024
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“A las autoridades no les importa; a los jóvenes se les abandona en las casas hogares”: Gaby Ortiz

Colocado en el corazón de la colonia El Ciprés, una de las comunidades marginadas y más conflictivas en Mexicali, al Oriente de la mancha urbana, se encuentra A Way Out Una Salida A.C., una casa hogar de asistencia enfocada en la protección de jóvenes con “conductas disruptivas”.

Considerada como la única en su clase a nivel nacional, la organización sin fines de lucro encabezada por Gabriela Ortiz, atiende a 38 menores integrados al sistema, los cuales no encuentran espacio en ningún albergue o centro asistencialista debido a sus conductas agresivas, por sus antecedentes penales o historial de adicciones.


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En A Way Out se atiende a los menores rechazados en los centros y albergues públicos y asistencialistas de todo Baja California, aquéllos que ya no encuentran espacio y que el mismo Estado no cuenta con capacidades para brindarles una atención.

“Tristemente las autoridades no nos han venido a ver, sobre todo ahora en campaña; a las autoridades no les importa. A los jóvenes se les abandona en las casas hogares; el primer abandono es por parte de los padres y después por el sistema en las casas hogar”, refirió la encargada de la casa hogar.

Fundada en 2012 como un comedor comunitario, el inmueble (entregado en comodato) fue utilizado para resguardar a menores de edad con conductas agresivas y destructivas; pese a satisfacer una necesidad que tiene el Estado para atender a jóvenes que se encuentran en el fondo del abismo, no se les proporciona una ayuda suficiente.


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Ortiz comentó que el único apoyo que reciben del DIF Estatal es un costal de 30 kilos de frijoles al mes, el cual se termina en una semana, pues se debe alimentar a 38 menores de edad.

En un recorrido realizado por ZETA dentro de las instalaciones de la casa hogar, se pudo detectar que aunque el inmueble es muy pequeño, permanece limpio, y se divide a los adolescentes entre hombres y mujeres para evitar conflictos o situaciones de carácter sexual.

A diferencia del albergue del DIF de Mexicali donde hay 110 personas para atender a los menores, en A Way Out los niños solo son atendidos por Gabriela y su esposo (quienes también duermen en la casa hogar), una psicóloga y una cocinera; el resto de las actividades las llevan a cabo con apoyo de los mismos jóvenes.

“Ahí tenemos a dos empresarios muy comprometidos que nos apoyan, uno de salud y otro empresarial, y la sociedad. Yo soy muy activa, no tengo patronato ni comité, lo hacemos todo; apoyo de cocina apenas tengo dos años, estoy acostumbrado a trabajarlo. Hago actividades, rifas, boteos… eso me ayuda a salir adelante. Tenemos un garaje para quienes ya no necesitan algo en la casa, vendemos las cosas para poder sacar el recurso”.

Comentó que existen instituciones que reciben apoyos mucho más sustanciales e incluso reconoció que había agrupaciones que lucraban tan solo por tener un acta constitutiva, por lo que vio bien que inicialmente se revisara el destino del recurso y el verdadero funcionamiento de dichas casas hogar. Sin embargo, es necesario reactivarlos con las instituciones que realmente trabajan, sobre todo con las que atienden a menores con mayor riesgo.

Durante estos años, Gabriela Ortiz ha atendido a muchos menores con resultados de éxito, lo cual ha sido muy complicado, pues han tenido casos de adicciones severas y de menores acusados de cometer delitos sexuales en contra de otros infantes.

Narró que en una ocasión atendió un caso de un menor con SIDA, el cual fue enviado a A Way Out debido a que nadie quería recibirlo. Estaba a punto de cumplir los 18 años y fue enviado a esta casa hogar.

Durante esos meses, el joven mostró severos rasgos de resentimiento e intentó propagar su enfermedad, al grado que en alguna ocasión se pinchó un dedo y vertió su sangre en un –vaso, con la intención de contagiar a sus compañeros.

En el recorrido, ZETA conversó con algunos jóvenes -hombres y mujeres- quienes contaron sus historias.

Algunos de ellos han sido víctimas de una familia disfuncional y con padres adictos, lo que los orilló a consumir y delinquir; otras niñas no conocen otra vida más que vivir dentro del sistema; e incluso algunos son originarios de otros municipios porque sus conductas no los volvían aptos para formar parte de la población de otras casas hogar.

Actualmente, en A Way Out resguarda a un menor que purga una sentencia por violación, y dos bajo proceso acusados de lesiones calificadas y por asalto a mano armada; todos ellos deben firmar semanalmente o son entrevistados de manera constante para ver su evolución.

Autor(a)

Eduardo Villa
Eduardo Villa
Periodista desde 2011 y corresponsal en Mexicali del Semanario Zeta. Participante del Border Hub del International Center for Journalists y coautor del libro “Periodismo de Investigación en el ámbito local: transparencia, Acceso a la Información y Libertad de Expresión”
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