Se marchó una mañana de abril
mientras el viento triste rugía,
como un fiero león tras las rejas
buscando la esperanza perdida.
Caminé por aquellas baldosas
y el viento alborotó mi cabello.
Recordé sus palabras de antaño
que a mi alma le brindaron consuelo.
Llovió sobre mi rostro marchito
agua que me recuerda mi origen,
al unirse la tierra y semilla
antes que las campanas repiquen.
Le seguí por el campo florido
como en tiempo de lluvia y de siembra,
y en su rostro miré la ternura
con un brillo soleado entre perlas.
En un sueño sentí sus abrazos,
y cual ríos regaron mis ojos
los desiertos sombríos del alma,
donde anidan recuerdos hermosos.
Se marchó una mañana de abril
como el águila sobre los pinos.
En la memoria queda su esencia
llena de amor filial y cariño.
Lourdes P. Cabral
San Diego, California