Infinidad de maridos
han pasado por mi vida
dejándome adolorida.
Hombres crueles, mal nacidos.
Huérfana de padre y madre,
crecí sola y abandonada
lejos de mi patria amada.
Sin nombre, apellido y nada.
Un puño de naturales
vagaban por estos rumbos.
Encuerados trotamundos,
salvajes grupos tribales.
Y llegaron los jesuitas,
armados de espada y cruz,
con doctrinas de Jesús,
bautizando indios e inditas.
Y a la vera de un gran río
cansada se quedó una dama
cuyo nombre era de Juana,
fundando su caserío.
Y así comenzó a crecer
esta población sin orden,
mal planeada y sin nombre,
y riesgos de fenecer.
Y viene la confusión
con su nombre y apellido.
Su origen se ha dividido
en Tía Juana o un cimarrón.
Sean peras o sean manzanas,
se acordó fuera Tía Juana:
Bello nombre de una dama
que abriga, hermanos y hermanas.
Y cual hermosa mujer
ha tenido pretendientes:
Gobernantes indolentes
que la han hecho padecer.
Su cuerpo está cacarizo,
hay baches por donde quiera,
drenajes llenos de tierra
y aromas a pedorrera.
Soy viuda del PRI y del PAN.
Murieron, hoy soy soltera,
mi galán es de Morena
y honesto ya lo verán.
Alberto Torres Barragán.
Tijuana, B.C.