A la ciudadanía de nuevo se ningunea: por su presencia independiente, pero también por su débil o nula cohesión. El PRI y el PAN han orquestado por décadas una estructura electoral seccional como capital político y puente de cínica “salvación” ante su derrumbe y desmoronamiento.
Lo utilizan como moneda de intercambio y hoy son mercenarios en Morena. Por eso está llena la nómina municipal y estatal de cuadros priistas y panistas que fingen muy mal ser “morenistas”.
Con todo respeto a sus personas, nadie en la dirigencia está resguardando prácticas, valores ni principios democráticos ni republicanos. Huele, sabe y es monarquía. El congreso local sirve de tapete para el cacique y en este error perdemos todos. Los candidatos electos llegan hincados y deben permanecer de rodillas ante el cacique, para ver si son considerados en el palomeo. Hoy -perdón por esta dura verdad- el personal político electo es desechable; suena indigno y lo es, pero es tan real el perfil que caracteriza a los candidatos que son vistos como prescindibles porque, como en la mafia, temen a las consecuencias de no obedecer.
La apuesta al nombre y prestigio de AMLO es más que temeraria con las mismas caras que hicieron todo lo posible por encumbrar al gobernador por cinco años. Las decisiones de las candidaturas de Morena en BC se tomaron en el centro del país. Escuchando exclusivamente los intereses de los dueños de la franquicia de Morena… ¿Cómo se adquirió esa franquicia de Morena? Fue comprada por las gestiones para construir el partido entre 2015 y 2018. Quienes invirtieron en ese proceso adquirieron los derechos de seleccionar candidatos o negociar en oro candidaturas, con posibilidades de triunfo en los comicios. A cambio de algo, puede ser incondicionalidad en el ejercicio del puesto de elección, o puede ser por un efectivo metálico.
Pero uno se pregunta, en Morena y en el resto de los partidos políticos, ¿dónde está la estructura del partido?, ¿y los comités municipales que son la vida de una organización?, ¿los consejeros, los delegados, la supuesta democracia y sus estatutos y el programa? Los delegados (que son cerca de 100 electos en congreso) fueron y son invisibles. Solo se les comunican a esos representantes de la base militante las decisiones fabricadas en mesas de poquísimas personas, por no decir solo una.
En el caso del partido tiene una dirección unipersonal también, porque no hay nombramientos en Congreso de los secretarios del comité estatal, menos municipal. El partido como organización que representa a un sector de la sociedad, en este caso a la vieja militancia de izquierda, está desaparecido en los hechos y solo llega a ser una simulación y lamentable decepción; al menos podemos afirmar eso categóricamente en Baja California. No creo que cambie mucho en las demás entidades federativas.
El hasta hoy dirigente estatal de Morena y su círculo de colaboradores deben reconsiderar su decisión de ser un florero o mantener la independencia y la verticalidad moral y organizativa. Perdido el capital de respetabilidad y decencia, quedaría en el basurero de la política. Ningún puesto se debe cambiar por el relumbrón y ambición.
En los meses que se constituyó la dirección estatal dictaminada, sin acciones o deliberaciones de Congreso de por medio, jamás se organizó a las bases para defender la democracia interna.
Vino la elección formal de tres años en 2020 de Morena, donde una aplanadora financiera apabulló con un chico ITAM y salió triunfante Mario Delgado ante la fuerte rivalidad de un lobo de la política, el diputado Porfirio Muñoz Ledo. Denunció Porfirio las irregularidades, el dinero negro en exceso, la violación de reglas de convivencia elementales. Y el INE sistemáticamente callado ante las violaciones, desaparecido como en muchas elecciones donde se rompe el estado de Derecho.
Mientras los compañeros dirigentes de núcleos urbanos creen vanamente, deberían ser las encuestas ciudadanas, la directriz que inclinaría el peso específico de las candidaturas, se equivocan totalmente. En las redes sociales se observan haciendo su mejor esfuerzo en las calles, cañones, cerros y colinas polvorientas; tocando puertas, cuidándose de mordidas de perros, promoviendo la imagen perfiles en bardas, en pequeños grupos ciudadanos y en medio de la pandemia del COVID-19. En el seno de comunidades, su presencia, sus compromisos.
La imposición, de nueva cuenta, cae como agua helada.
M.C. Héctor Ramón González Cuéllar es académico del Instituto Tecnológico de Tijuana.
Correo electrónico: profe.hector.itt@gmail.com