Tú ya tienes, Lector, nuestra tarjeta de presentación.
Por lo que escribimos en ABC desde el 10 de enero de 1977 hasta el primero de noviembre de 1979 nos conoces.
Sabes perfectamente quiénes somos, cómo pensamos y cómo actuamos. No hemos cambiado.
Hoy, lo único nuevo, es que del ABC nos vamos a la Z. Del principio al fin del abecedario. Fin que no tiene continuación sino permanencia.
Z nace hoy en otro tamaño y, por lo pronto, no será diario. Aparecerá cada viernes.
Entonces permítenos, Lector, en pocas palabras, una explicación:
Con Z no venimos con una furiosa revancha quienes del ABC fuimos despojados, ni empieza con este ejemplar la venganza contra quienes nos traicionaron.
Simplemente Z es el reencuentro contigo, Lector.
Volvemos a reconstruir la comunicación que nos fue destrozada por la fuerza, la ilegalidad y la traición
No es Z un respiro por la herida ni tampoco el paño de lágrimas. Nada de eso. Es la continuación de nuestro quehacer periodístico que solo anhela –como aconteció en ABC– reflejar el sentimiento popular.
El episodio que hemos vivido –y tú con nosotros, Lector– ha sido una lección para todos.
Una lección que nos ha enseñado las consecuencias del riesgo por ser libres; una lección que ha enseñado las consecuencias a quienes corrieron el riesgo por reprimir la libertad y una lección que ha enseñado las consecuencias a quienes corrieron el riesgo de la traición.
En el camino de ese episodio, de esa lección y de sus consecuencias, todos obligadamente obtuvimos experiencias.
Así, quienes fuimos despojados ahora sabemos cómo evitar otro atraco; quienes como Roberto de la Madrid nos despojaron, no querrán sentir otra oleada de repudio, y quienes nos traicionaron –socios unos de ABC, compañeros periodistas de Tijuana otros– no desearán seguramente protagonizar otra vez tan repugnante papel.
Ante esas vivencias, los de ayer en ABC nos reagrupamos hoy en Z también con el anhelo sincero de reanudar la Libertad de Expresión en Baja California.
Z es producto también –y hay que remarcarlo– del aliento que nos dieron muchos hombres y mujeres libres, así como periodistas de casi toda la República y de otros países, sin dejar de mencionar la valentía y el profesionalismo de los abogados que nos defienden en los tribunales. Unos en lo personal, algunos con hechos emotivos, y otros con manifestaciones públicas se solidarizaron con nuestra causa. A todos, la gratitud franca.
No estamos hoy todos en Z quienes de ABC fuimos retirados ilegalmente en noviembre último. Unos se hallan en otras publicaciones; otros se han mantenido al margen de los acontecimientos y hay quien perseguido injustamente está fuera del país. Confiamos –y estamos seguros casi– en la total y muy pronta reagrupación.
De la misma forma como todos confiamos que la política ya no esté por encima de leyes, tribunales y jueces; que pronto se nos imparta justicia en los procesos que, en defensa del ABC promovimos y hoy están en punto muerto.
Valga también la aclaración, Lector, que sobre esto último no abundaremos en nuestras páginas a menos que se justifique o nos aludan sin razón en la prensa oficial. No será bandera de Z el despojo de ABC. Aquí no habrá lamentos. Solo la exigencia al derecho y a la justicia. Solo la búsqueda y la exposición de la verdad. Únicamente la Libertad de Expresión.
En fin, aquí se reanuda hoy, Lector, el camino que Tú y nosotros empezamos a recorrer desde 1977.
…de la A a la Z.
Viernes 11 de abril de 1980.
Abcdario
Amenaza policiaca a ZETA
ZETA nació y circuló hace unas semanas, bajo amenaza y vigilancia policiacas.
Un agente de la Judicial del Estado detuvo el viernes 11 de este abril por la tarde a Héctor Félix cuando regresaba de San Ysidro, California. Revisó la cajuela de su automóvil con la intención de confiscar los ejemplares de ZETA que supuestamente habían sido impresos en Estados Unidos.
Pero su olfato detectivesco les falló. Héctor Félix no traía nada. Y, claro, fue dejado libre.
A otro agente le ordenaron vigilar el domicilio de nuestro compañero José Luis Viera, en la Colonia Libertad ese mismo día, pensando que ahí se distribuiría ZETA.
Pero también les falló su corazonada policiaca.
Un agente más de la Judicial fue comisionado para vigilar a los reportaros de ZETA reunidos en una oficina del bulevar Salinas pensando que ellos recibirían los ejemplares.
Pero también les falló la estrategia a los señores policías.
Las nuevas oficinas de ZETA en el Fraccionamiento El Paraíso fueron vigiladas, lo mismo que el edificio de apartamentos donde vive la familia de Jesús Blancornelas, y finalmente el lugar donde se supone que los voceadorcitos recibirán ZETA.
Pero también les falló el plan detectivesco.
ZETA, venturosa y finalmente, circuló y miles de tijuanenses lo hojearon y leyeron.
¿Por qué trató el Gobierno del Estado a través de la Policía Judicial impedir la circulación del primer número de ZETA?
¿No acaso dijo Roberto de la Madrid hace tres semanas ante periodistas de toda la República que en Baja California sí se respeta la Libertad de Prensa?
¿No acaso ha dicho el Presidente José López Portillo que reprimir la Libertad de Expresión es caer en la dictadura?
No había en el primer número de ZETA –ni habrá en los próximos– nada que obligue la intervención policiaca del Estado para confiscar los ejemplares. Aunque lo más risible e increíble es que sin conocer el contenido de ZETA la Judicial tenía tales intenciones.
Suponemos, a juzgar por los hechos, que el único objetivo era impedir a los de ayer en ABC reanudar nuestra labor en ZETA.
Y si ayer en ABC De la Madrid afirmó que ni él ni su gobierno habían intervenido en el conflicto, e insistió que todo fue por problemas internos de la sociedad, resulta que hoy en ZETA ni hay socios en conflicto, ni hay emplazamientos de huelga, ni hay sindicatos cetemistas ilegales, ni hay problemas.
¿Cómo justifica entonces el Gobierno la acción policiaca de represión contra ZETA?
No se puede llamar de otra forma, represión, si como lo demuestran los hechos, se pretende confiscar a la prensa sin conocer su contenido; se actúa en terrenos federales como es la Línea Internacional, se invaden funciones que corresponden a otras autoridades que no son las estatales de Baja California, y, con la sola presencia de los agentes, se amedrenta a los periodistas de ZETA.
De la Madrid –así lo pensamos en ZETA– debe hacer a un lado sus pasiones muy personales y evitar que, bajo sus órdenes, la Policía Judicial del Estado se convierta en un cuerpo represor.
Si en lo material se emplean dineros del pueblo para pagar a policías que nos vigilen y amedrenten, en el fondo y en lo legal se va contra un derecho constitucional tan pregonado pero poco respetado: la Libertad de Expresión.
Tomado de la colección Dobleplana de Jesús Blancornelas,
publicado por primera vez en abril de 1980.