Hemos cumplido un año de la pandemia en México generada por el COVID-19, y si algo quedó demostrado es que la humanidad es más vulnerable de lo que podíamos imaginar.
Por más que nos expliquen cómo fue que pasó todo esto, cuesta trabajo entender que sucediera de imprevisto y con resultados fulminantes. Hay infinidad de teorías del origen de este virus en los seres humanos, algunas de ellas más conspirativas y otras más científicas; lo cierto es que aún no deja de sorprender los resultados tan devastadores para todos.
Lo más difícil -y el reto más complicado- es el tema de salud. a todos los países sin excepción, esta crisis exhibió sus necesidades, pero sobre todo las carencias que los sistemas de salud tienen. Por un lado, está la falta de personal, y por otra parte la necesidad de una infraestructura capaz de soportar a miles de personas enfermas que requieran de atención hospitalaria.
Mención aparte de todas aquellas mujeres y hombres, ya sea médicos, enfermeros, especialistas, camilleros, choferes de ambulancias y de todo aquel que cumple con alguna función en la cadena de salud. Infinidad de ellos contagiados y otros desafortunadamente perdieron la vida. Ojalá y se les haga justicia no solo con el reconocimiento público, que ya lo tienen, sino con mejores salarios, prestaciones y condiciones de trabajo a la altura de sus responsabilidades.
En cada lugar del mundo hay una historia triste que contar, y no me refiero que en cada hogar alguien se haya contagiado o un miembro de la familia haya perdido la vida, sino que de alguna manera todos tenemos sabemos de algún conocido, amigo o familiar que pasó por una situación complicada o muy difícil que terminó en hospitalización o hasta en la misma muerte.
Además del tema de salud, las pérdidas económicas han sido brutales. No hay país -México incluido- que no resienta los efectos financieros, generados particularmente por el cierre durante gran parte del 2020 de las actividades económicas. Si bien se observa una luz al final del túnel, lo cierto es que recuperarse no será fácil, máxime si todos los días existe una amenaza de volver a confinamientos -menos estrictos- ante la presencia de nuevas cepas.
La carrera contra el COVID-19 son las vacunas. En la gente y en el mundo financiero hay optimismo ante la llegada de las vacunas en diferentes partes del orbe, pero aún son insuficientes, mientras el COVIS-19 se transmite a gran velocidad; es decir, “corre” con rapidez y gran precisión, como si fuese una competencia de atletismo de 100 metros libres las vacunas van a paso de “trote” como si se tratara de una maratón. La realidad es que las vacunas llegarán, pero mientras tanto el virus seguirá causando estragos en todos lados.
En este año que se cumple del arribo del COVID-19 debemos reconocer que todos de alguna manera nos aferramos a la vida y buscamos las alternativas para salir adelante. No queremos darnos por vencidos. La educación y los hijos en las escuelas en clases virtuales o por televisión son un ejemplo de lo difícil que han sido los nuevos tiempos. Más adelante sabremos las repercusiones.
No sabemos hasta dónde llegarán todas las diversas situaciones que hemos vivido y seguiremos viviendo; desde este espacio solo pretendo mandar un cálido abrazo para aquéllos que desafortunadamente han perdido a un familiar o ser querido. Ninguna palabra llenará ese espacio que nos dejan; solo espero en memoria de ellos aprendamos de nuestros desaciertos, errores y nos enfoquemos en lo realmente importante. Desconozco cuántas más oportunidades habrá, pero seguro no muchas.
Alejandro Caso Niebla es consultor en políticas públicas y comunicación.
@CasoAlejandro