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miércoles, octubre 9, 2024
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No hay ideología que soporte un cargo público

Se aproximan las elecciones de junio donde se renovará la Cámara de Diputados federal, así como 15 gubernaturas, alcaldías, diputados locales, regidurías e infinidad de cargos públicos. Nos encontramos en una especie de “guerra fría avanzada”, donde los partidos políticos se preparan con lo que consideran su mejor estrategia para convencer al electorado.

Algunos (casi todos) institutos políticos han decidido aliarse con otros para en teoría ofrecer alternativas más fuertes. Hasta aquí todo parece ser una ruta normal y hasta conveniente, el problema viene a la hora de las designaciones de candidatos.

Como es natural, los partidos y coaliciones deben decantarse por una persona para determinado puesto de elección popular; en una gubernatura solo “cabe” uno, en una alcaldía también, y así sucesivamente. Las personas que no son elegidas por cualquier alternativa, ya sea por encuesta, designación o voto, se sienten ofendidas e inmediatamente buscan alternativas opositoras. Por “arte de magia” se acaba el encanto de su actual partido político, y la ideología que decían llevar tatuada en el corazón, se va por una tubería.

En estos momentos se están tomando decisiones difíciles en los partidos políticos; es muy interesante -por no decir de risa- lo que está sucediendo. Para ilustrar mejor lo que pretendo explicar, leía hace unos días con atención cómo un político abandonó su instituto, al que perteneció por décadas, criticando la cerrazón y la falta de espacios. Lo que se le olvidó decir a esta persona es que ese partido al cual ahora critica con dureza, en su momento le dio la oportunidad de ser alcalde, candidato a gobernador, senador y diputado local. No conforme con todos los cargos anteriores, aspiraba en estos días a ocupar otro puesto de elección popular, al no conseguirlo, renunció para intentar ahora una nueva responsabilidad en un instituto diferente.

En este ejemplo se aplica la máxima: “Si me escogen o me designan, el proceso fue democrático, participativo y justo; si no soy el electo, entonces el mismo proceso fue antidemocrático y operado para eliminarme de la contienda de manera premeditada”.

Si bien hay casos que así sucede, lo cierto es que si no se denuncia con antelación, le quita legitimidad a lo expresado.

También es público de un caso muy reciente donde un político no fue designado candidato a gobernador e impugnó el resultado, hablando “pestes” de su partido; a los pocos días se le ofreció ser candidato a presidente municipal de la capital de su estado por el mismo instituto político y el problema desapareció. La democracia entonces regresó de la noche a la mañana, ahora todos felices y contentos.

Durante muchos años he tenido la oportunidad de presenciar diversos procesos electorales y, sin temor a equivocarme, nunca me había tocado ser testigo de tantos abandonos de un partido político para “brincar” a otro. El pragmatismo se ha apoderado de las personas de una manera impresionante.

Hoy en día es muy complicado ver rostros nuevos, tan solo hay que echarse un clavado en las listas de ciertos partidos políticos y analizar la forma en que han integrado sus propuestas para diputados federales plurinominales; a excepción de dos o tres personas, los demás son los mismos de siempre.

No cabe duda que lo que más le importa a la clase política mexicana es mantenerse vigente, sea como sea, ya sea a la derecha, al centro o a la izquierda.

Por eso afirmo que las ideologías prevalecen el mismo tiempo que dura un puesto de elección popular. Así de “fuerte” son los principios y valores de la gran mayoría de la clase política en México.

 

Alejandro Caso Niebla es consultor en políticas públicas y comunicación; socio fundador de la empresa CAUDAE. @CasoAlejandro

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