Cuando era jefe del PRI nacional, al Licenciado Genaro Borrego Estrada lo seguía siempre y muy de cerca cierto auxiliar, cargando un pequeño maletín de cuero negro.
En la víspera electoral bajacaliforniana para alcaldes y diputados en 1992, me invitó a platicar en una suite del hotel Lucerna en Tijuana. Se lo aconsejó el hidalguense Orlando Arvizu, entonces delegado nacional.
Por eso descubrí lo del famoso maletín. Cuando estábamos a punto de iniciar la plática, Don Genaro preguntó: “¿Y.… usted fuma? ¿Me da un cigarro?”. Bastó decirle “no” para que su secretario saliera como si huyera de un cine en llamas, para luego aparecer el auxiliar, más rápido que una comadrona en los poblados. Abrió con rapidez, pero sin nerviosismo el maletín, como si fuera un libro a la mitad de sus páginas, y lo puso frente a los ojos de Borrego, quien tranquilamente tomó el cigarrillo. Otro ayudante se lo encendió y empezó a satisfacer su antojo ante la vigilante mirada de su entonces director de Prensa, el Licenciado Eduardo Cayetano García Puebla.
Cuando el auxiliar aquel corrió el zipper del maletín, alcancé a ver primero el envase rosa inconfundible del Pepto-Bismol, aspirinas, pastillas para garganta irritada y no sé qué tantas otras cosas imposibles de retener su identificación en la memoria, ante la rapidez del auxiliar para atender a su jefe…
Para infortunio de don Genaro, al gozo del cigarrillo vino el enojo de la plática.
No le cayó bien escucharme que, según nuestras encuestas, su partido perdería las elecciones municipales y otras tantas diputaciones.
Tres años antes, Ernesto Ruffo y los panistas derrotaron al Revolucionario Institucional en las votaciones para gobernador, las presidencias municipales de Tijuana, Ensenada y varias diputaciones locales. Colosio tenía esa espina clavada y se la quería sacar, pero ya no tuvo tiempo cuando lo ascendieron al gabinete presidencial. Le pasó la estafeta a don Genaro Borrego al cuarto para los doce en la campaña electoral y, naturalmente, este caballero no quería estrenarse en el PRI con un nuevo fracaso en Baja California. Quería recuperar -por lo menos- la presidencia municipal de Tijuana y la mayoría legislativa.
Entonces me dijo que sus encuestas, las del PRI, decían todo lo contrario. “Ganaremos”, me advirtió con tono de berrinche. Pero le comenté que las nuestras no fueron hechas al gusto de su partido y le expliqué las razones.
Al oírme se enfureció más y entonces decidí que no tenía razón seguir la plática, corté por lo sano que le quedaba al encuentro y traté de ser lo más amable al despedirme. Cuando salí, comenté con el hidalguense Orlando Arvizu que Borrego no era como Luis Donaldo Colosio. Le recordé que cuando el sonorense, a pesar de escuchar un comentario desfavorable, jamás se enojaba, y por el contrario, solicitaba amablemente “a ver, razónemelo por favor”.
En eso estaba cuando Borrego recibió al Licenciado Virgilio Muñoz, entonces director del periódico Diario 29 de El Nacional. Culto y pulcro tijuanense con un sólido camino recorrido en la función pública. Llegó a encabezar el diario más a promoción de Ernesto Zedillo que era secretario de Programación y Presupuesto, que de Carlos Salinas como presidente. Y fue así, no tanto porque el Doctor se brincara al Licenciado, sino porque cuando el PAN ganó la gubernatura el hombre de Los Pinos, le pidió: “a’i te encargo Baja California”. Así, se convirtió en el operador político para la norpenínsula. Tanto así que en aquellos tiempos a Zedillo le decían “El Vice Gobernador”.
Al Doctor y ahora Presidente, lo escogió Salinas porque vivió durante su infancia y adolescencia en Mexicali. Conservaba muchos amigos en Baja California y lo tenían muy informado sobre la política dominada entonces por el panismo. Por eso el Presidente le encargó al secretario de Programación y Presupuesto instalar un periódico en Tijuana para hacer contrapeso en la Opinión Pública.
Nada más que a José Carreño, entonces director de El Nacional, se le pasó la mano y le inyectó una dosis de independencia a los diarios del Gobierno hasta hacerlos más libres que los ajenos al Estado; pero eso sí, más sujetos a su dinero que al interés de los Lectores.
Total.
Virgilio Muñoz fue recibido por Genaro Borrego, y al presidente del PRI se le acabó de trepar el furor. El bajacaliforniano le dijo que al día siguiente publicaría una encuesta ordenada desde México a una agencia independiente, y que el resultado favorecía a los candidatos panistas.
Don Genaro se enojó más que el huracán “Paulina”. Emplazó al periodista para no difundir el sondeo. En plena corajina, casi le ordenó que cambiara la encuesta a favor del PRI. Cuando Muñoz le dijo que no podía, Borrego le advirtió que llamaría a Gobernación, a El Nacional, a Comunicación Social de la Presidencia y pararían la publicación.
Naturalmente, el periodista salió incómodo de aquella entrevista.
Nos reunimos después y me contó su desafortunado encuentro. Naturalmente, traté de espantarle su lógica preocupación.
Mas tarde nos comunicamos telefónicamente:
— ¿Ya le habló alguien del PRI?, le pregunté.
“No”.
—¿De Gobernación?
“Tampoco”.
— ¿De la Presidencia?
“Nada”.
—¿Carreño?
“No”.
Bueno, le dije, entonces no veo porque cancelar la publicación. Adelante. Le insistí: Además Usted no ordenó la encuesta, recordándole como la organización de El Nacional, con Carreño al frente, contrató los servicios de una empresa especializada.
Finalmente, la medición de la opinión electoral se publicó tal cual y a los pocos días coincidió con los resultados oficiales contrarios al PRI. Seguramente Genaro Borrego recuerda aquel porrazo electoral de Tijuana.
Por mi parte, fue la primera vez que supe de un presidente del PRI nacional que no tuvo la capacidad para convencer al director de un diario. Sin autoridad, influencia, convencimiento o conexiones para detener la encuesta de un periódico propiedad del Gobierno. En política y a esos niveles, con la misma facilidad que se ordena el sondeo…se cancela.
Hace días leí en Reforma que Gabriel Alazraki no cree en las encuestas. Este hombre es el excelente publicista creador de los spots para promover a Roberto Madrazo Pintado. Por eso el precandidato de Tabasco se encaramó al primer lugar en las consultas realizadas por periódicos defeños. En su caso es lógica la opinión. Tiene que creer más en su creatividad que en la consulta por una sencilla razón: sus videopromociones han sido tan buenas que calaron mucho entre los mexicanos. Por eso las encuestas favorecieron a favor del señor Madrazo. No por otra cosa, según mi personal opinión.
Pero hay un punto de comparación: Ruffo ganó en 1989 la primera gubernatura panista por los errores del PRI y su carisma. No nació a la candidatura como un producto de la publicidad. Él terminó siendo la publicidad al final de su campaña.
Y nada más como curioso: El eslogan de Ruffo fue “Sí se puede”, tan parecido al “¿Quién dijo que no se puede?” del señor Madrazo. Punto.
Tomado de la colección Dobleplana de Jesús Blancornelas,
publicado por primera vez en junio de 1999.