Mientras que en México el 6 de enero se recuerda el Día de Reyes, entregando regalos, partiendo roscas, encontrando otro motivo para convivir y para extender la alegría de las fiestas decembrinas, haciendo compromisos con tamales para el Día de la Candelaria, en Estados Unidos será a partir del año 2022 la fecha en que se recordará cuando quedaron con un saldo rojo.
Se trata del país más poderoso del mundo. Su poderío se extiende por todo el orbe y ha asumido la calidad de impulsor y defensor de la democracia y derechos humanos, autobrindándose argumentos para intervenir en otras naciones.
Si bien promueve sus propias instituciones, también forma parte de diversos organismos internacionales; sin embargo, eventualmente ha decidido dejar de participar en una o varias decisiones que se toman colectivamente, y hasta ha retirado su membresía si así lo ha considerado.
Pero mientras que observan con ojo vigilante lo que ocurre en el planeta, ha habido ocasiones en que parecen no percatarse de lo que sucede en su propio territorio.
El caso más trágico ocurrido, fue el acto criminal materializado en las desaparecidas torres gemelas de Nueva York, cuando los terroristas estrellaron aviones secuestrados por Al-Qaeda contra las estructuras del World Trade Center (WTC), causando muertes y destrucción por doquier. Hasta la fecha siguen haciéndose conjeturas motivadas por la incredulidad de que un país armado hasta los dientes con todo tipo de tecnología y sistemas de espionaje y contraespionaje, no hubiera podido advertir el mal que se cernía sobre sus ciudadanos, en uno de los epicentros económicos y emblemáticos de Estados Unidos.
Lo acontecido el 6 de enero del año 2021 puede aplicarse como analogía, ya que si bien no tuvo inicialmente los ríos de sangre vertidos el 11 de septiembre del 2001 en New York, pudiera tener graves efectos colaterales; además de que fue un impresionante atentado a la democracia norteamericana, puesto que la verdadera intención del ataque al poder legislativo estadounidense, era impedir la validación de los votos emitidos en las urnas por los ciudadanos anglosajones, con lo que se pretendía extender el mandato de Donald Trump por la vía de la violencia. Teniendo múltiples significados, como es la invasión de un poder sobre otro, la burla a los votantes, el desprecio por las instituciones y el invaluable daño a la paz de los americanos y del mundo.
Repelido el violento ataque al Capitolio, ni el peligro ha desaparecido del todo, ni las eventuales consecuencias.
De entrada, hay cuando menos una muerte en la cual hay que hacer justicia; y no necesariamente de quien disparó el proyectil que le causó la pérdida de la vida, sino de quien o quienes causaron los hechos violentos de ese día, lo que se gestó durante meses. Se necesita una investigación a fondo. Además, los medios de comunicación han dado cuenta de noticias sobre manejo de armas y explosivos que, si bien no alcanzaron su funesto objetivo, sí requieren de investigaciones a cargo de las corporaciones norteamericanas.
En los días inmediatos al ataque del 6 de enero, legisladores y líderes demócratas -y algunos republicanos también, como Arnold Schwarzenegger, ex gobernador de California-, condenaron los hechos, y algunos pidieron la inmediata destitución de Trump y juicio político en su contra, buscando que nunca más pueda volver a participar como candidato a cualquier posición; pero independientemente de que esa iniciativa prospere, el peligro mayor está en los grupos de choque que a lo largo de Estados Unidos están acechando para atacar la democracia, azuzados por meses de incitación a la violencia, lo que no desaparecerá de la noche a la mañana y requerirá de gran trabajo político y social.
Todo es cuestión de ver cómo van a resolver los norteamericanos el saldo rojo.
Alberto Sandoval ha sido educador de adultos, profesor de bachillerato, catedrático universitario.
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