Un padre con su hijo de 10 años, se dirigía en taxi a un parque de atracciones para pasar la tarde. Al ir acercándose al estacionamiento, al niño le llamó la atención la cantidad de chicas, vestidas de forma extraña y con poca ropa, que permanecían de pie en la acera, observando de cerca los autos que pasaban. Entonces preguntó a su padre:
– ¿Qué hacen todas estas señoras por aquí, papá?
“Son chicas que vienen de una fiesta de disfraces y están esperando a que su novio o sus padres las pasen a recoger”, dijo el hombre, tratando de sonar convincente.
Pero al taxista no le debió parecer aquella respuesta, y sin que nadie pidiera su opinión, dijo:
“No engañe al niño, hombre, que ya es mayorcito para saber las verdades de la vida. Mira, morillo, estas ‘señoras’ son mujeres que andan en la vida, ¿entiendes?, y se dedican a esperar que pare un cliente para pasar un rato con él a cambio de dinero, ¿comprendes?”.
El niño se quedó pensativo, y tras digerir lo que acababa de escuchar, le asaltó la curiosidad:
– Entonces, papá, ¿estas señoras también tienen niños?
“Claro, hijo. ¿De qué otra forma podría haber venido al mundo un taxista como este entrometido?”.
Autor: Chofer de camión urbano.
Cocinera nueva
– Mi cocinera nueva es un sol.
“¿Cocina bien?”.
– No, ¡lo quema todo!
Autor: El jardinero.
Pepito y Jaimito
Pepito y Jaimito eran amigos desde niños, a pesar de que siempre discutían por todo.
Eran de esos amigos que siempre estaban compitiendo. Sus conversaciones venían siendo más o menos así:
– Yo soy más listo que tú.
“Claro, por eso mis calificaciones son mejores que las tuyas”.
– Mi trabajo es mejor que el tuyo.
“Sí, pero yo gano más que tú”.
Así la pasaban habitualmente, hasta que en una ocasión se encontraron y pasó lo siguiente:
– Hola Pepito. ¿qué pasa que estás tan contento?
“Es que me acabo de comprar un perro que es una chulada, ni quién le gane de lo bravo que es”.
– ¡Uff! Ya estás con tus mensadas, seguro que es un chucho de mala muerte.
“Nada de eso, es una fiera, estoy seguro que no hay en todo el mundo otro perro que consiga vencerle en una pelea”.
– Ya estás con tu afán de ser el mejor, ¿vas a estar así toda tu vida?
“Para nada, pero es que el perro es el mejor de todos. Te apuesto lo que quieras a que es capaz de vencer en una pelea a cualquier perro, incluso de vencer a tres a la vez”.
– Ya estás fantaseando como siempre, ¿cómo crees que le va a ganar a tres perros a la vez?
“Te apuesto lo que quieras a que se los come a los tres”.
– Trato hecho. mañana me traigo tres perros para que peleen con el tuyo”.
El caso es que Jaimito va a una tienda de animales y pide al propietario que le muestre los perros más fieros.
– Pues verás, acabo de recibir un Doberman que es una verdadera fiera, el dueño me ha asegurado que siempre se ha comportado correctamente en casa, pero desde que murió un loro que le hacía compañía, no levanta cabeza y se ha vuelto muy agresivo.
“Bien, bien, pero necesito otros dos”.
– Bueno, tengo un Schnauzer entrenado por el Ejército Israelita que es una verdadera fiera, su dueño me lo trajo porque a su novia no le gustaba cómo se acercaba a ella para olerla, pero es una bestia.
“Estupendo, me lo quedo también”.
– Ya sería una locura que usted quisiera un tercero similar a estos dos, pero ha tenido suerte, caballero, porque aquí tengo un Rottwailer que es la bestia, sin duda alguna es peor que los otros dos.
“Pues no se hable más, me quedo con los tres, ¿cuánto le debo?”.
– Bien, los tres perros con sus collares y correas correspondientes, 3 mil.
Al día siguiente allí va Jaimito con sus tres perros haciendo un escándalo (guau, guofff guofff). Cuando ve venir a Pepito tranquilamente con su perro: un salchicha más feo que el miedo, de dos metros de largo, pero salchicha, a fin de cuentas. Jaimito no puede evitar soltar una risotada y dice:
– Pero a dónde vas con esa mugre de perro, ¿has visto estas fieras? ¡Se lo van a merendar!
Los tres perros van súper alborotados y desgañitándose, y el perro de Pepito, la mar de tranquilo.
– Ándale, ¡suelta a los perros!
Jaimito suelta a los perros, estos van a toda carrera por el perro de Pepito y cuando llegan donde él, plaf, plaf, plaf… se los come a los tres. Jaimito se lleva las manos a la cabeza y dice:
– ¡Híjole! Se los comió, se los devoró a los tres. Ay, ay, ay, ¡qué infeliz! Pagué 3 mil por esos perros.
Pepito responde:
“¡Toma! Y yo, 4 mil por hacerle tremendo disfraz al cocodrilo”.
Autor: Pepito, claro.
Vocales y consonantes
La profesora pregunta en clase:
– Pedrito, ¿qué es la A?
“Una vocal, profesora”.
– ¿Y la K?
“La K… la K… K… ¡Una consonante que no se puede repetir!”.
Autor: Anónimo de la Presidencia.