El rebrote del contagio por COVID-19 se anunció desde septiembre, entonces, los operadores del sistema de salud de Baja California dijeron que se estaban preparando. Pero hoy, como si los hubiera tomado por sorpresa, de nuevo los hospitales se saturan, falta equipo, medicamento… y médicos. De nuevo, doctores y enfermeras trabajan desprotegidos.
A finales de septiembre, el secretario estatal de Salud, Alonso Pérez Rico, advirtió que la guerra contra la pandemia no había terminado y habría un rebrote en la temporada invernal que empezaba en noviembre. Incluso reconoció ante la prensa local ese mes: “Está pasando una sinergia aquí, vamos aumentando casos”.
Al hablar de las medidas preventivas que se estaba tomando frente al rebrote, mencionó el abasto de medicamentos, vacunación temprana, eliminar vacaciones de personal médico y la reconversión de hospitales.
De acuerdo con los reportes dados por Pérez Rico entre el 6 y 9 de diciembre, los hospitales están a punto de la saturación, y ninguna de las medidas antes mencionadas se ha concretado. Incluso admitió con frescura que incumplirá, y en este mes de diciembre habrá desabasto de medicamento.
El gobierno estatal esperaba el nuevo embate de la enfermedad, pero igual, en octubre decidieron cerrar unidades médicas y, sin protocolos homologados, iniciar la reconversión de hospitales COVID a hospitales mixtos, para atender también a pacientes con otras enfermedades.
Situación que ahora en diciembre están tomándose su tiempo, tardando para revertir.
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La mañana del miércoles 9, médicos del Hospital General de Tijuana informaron que amanecieron con sobrecupo y lista de espera: 119 pacientes COVID, 23 ingresos en reposet y sillas, 40 intubados y cinco se sumaron a la lista de fallecidos.
Como se ha hecho costumbre, en su conferencia mañanera, el funcionario estatal expuso cifras diferentes a las que manejan los doctores que trabajan en la primera línea. Tras reportar que este hospital era el más saturado, declaró que estaba al 75% de su capacidad -126 camas-, con 42 camas disponibles.
Pero ese 75% significa 96 camas, 24 menos de las reales. Y de acuerdo a sus números, solo habría 42 espacios desocupados si en este momento tuvieran 138 camas disponibles, pero no es así.
Son 126 camas divididas en cuatro pisos: planta baja, Urgencias; primer piso, Oncología y Ginecología; segundo piso, Cirugía; y tercer piso, Medicina Interna. De hecho, la única posibilidad de crecer es que reabran el cuarto piso -28 camas en traumatología-, como lo hicieron en la primera etapa crítica de la pandemia, y habilitarán por primera vez las 18 camas del quinto piso.
A pesar de la urgencia de crecer la capacidad hospitalaria y a que la remodelación -adición de aire acondicionado-, la anunció el Estado desde el mes pasado, los pisos 4 y 5 del HGT permanecen cerrados. Mientras el IMSS habilitó un segundo hospital, la Clínica 20, como espacio COVID.
Hoy, Pérez Rico ha decidido desinflar cifras, como en abril, al inicio del contagio resolvió inflarlas, cuando en marzo le aseguró a la reportera Khennia Reyes que este hospital de Tijuana tenía 140 camas. Tampoco es verdad.
Las imprecisiones del secretario de Salud se aderezan con contradicciones que resultan inverosímiles, cuando personal médico y familiares reportan que hay pacientes muriendo en sillas de ruedas y sillones dentro de los hospitales, y los doctores siguen reclamando la falta de medicamentos y anestésicos para los intubados.
Con estos antecedentes, resulta difícil creer los dichos de Pérez, de que aún hay 125 ventiladores disponibles, cuando más de 400 pacientes están intubados en todo el sistema de salud. Su frase de que ya se está contratando más personal de Salud, también resulta una falacia cuando -y lo consignan médicos del HGT- no hay más. Y su declaración respecto a “si en tres semanas nos cuidamos bien, podíamos estar planteando que en menos de 10 días podríamos regresar a semáforo Naranja” -sin explicar qué medidas o acciones ejecutarán el Sector Salud y el Estado, qué harán diferente para tener un resultado distinto-, más que optimismo infundado, suena a burla, sabe a engaño.
Con el terrible agravante de que tratándose del virus SARS-CoV-2, la incapacidad, el incumplimiento, los retrasos y las mentiras, se traducen en la pérdida de vidas.