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viernes, octubre 4, 2024
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Urge dignificar la educación

El sábado anterior visitó la senadora Alejandra de León, al colectivo de Morena en el parque Benito Juárez de Tijuana. Conversó y escuchó a un grupo de 60 personas (unos morenos, otros ciudadanos) y expresaron peticiones en su calidad de representante de la ciudadanía.

¿Qué dijo Alejandra? Sus orígenes de activista, su trabajo en el valle de Mexicali, sus luchas democráticas. El ninguneo por la dedocracia del actual gobernador. Agregaría el suscrito que Bonilla, al sentirse dueño del movimiento, amo y señor del rebaño con sus “agudos argumentos” de dinero, que se denigran a sí mismos por su corrupción política a ojos vistos donde ejemplos sobran. Como prueba de maiceo, basta una convocatoria para que algunos dóciles delegados fueran a Mexicali a besar la alfombra al “jefe político”. Todo su pudor por un plato de lentejas, por las promesas de empleos infames.

Rescato de la senadora su aplomo, dar la cara, palabras de aliento a las bases de Morena, su independencia, las amenazas, los arteros ataques pagados por sicarios, del teclado arrastrados de su moral y principios. Si saben o entienden de esfuerzo, perseverancia y convicciones.

Qué distintos, lejos y apartados se deben sentir del presidente, que si tiene congruencia de los escándalos, renunciaría a Morena. Mientras no se aclare la mano del INE y de dónde vino el dinero de una campaña inmoral tipo PRI, no tendrán autoridad moral ni política para dirigir el partido. Mal por la orfandad del país, no solo por su fracaso de no inspirar a la nación.

Destacó la petición de que la senadora gestione y dignifique la educación y la salud pública, que significa salvar la conciencia cívica y apoyar a la gente en su vida y su horizonte de transformación familiar y en su comunidad.

¿Por qué dignificar la educación? Por su estado de indefensión. Requiere el 10% del PIB. Los educandos no lo están, pero deberían provocar orgullo. De la preparación de maestros y maestras, de sus instalaciones escolares, de sus laboratorios, de sus aulas, de los contenidos programáticos. De la dinámica educativa teórico-práctica, de proyectos con la sociedad, con esperanza de cambios en sus colonias. Del sindicalismo que defienda la educación pública, la cobertura al 100% de calidad educativa. Orgullosos de los apoyos de la sociedad de padres de familia, de la participación de la comunidad, del entendimiento de los problemas reales. Orgullosos de aprender en escuelas de tiempo completo, del año escolar completo.

Orgullosos de que se haya acabado con el hambre de miles de niños con anemia, con comedores en las escuelas públicas, sin comida chatarra, extinguir el sindicalismo charro, donde no prive el nepotismo, el influyentismo y el caciquismo que nos estanca en la edad media. Orgullosos de que se apoye a los alumnos y alumnas con excelentes promedios.

Las escuelas de todos los niveles, en una estrategia integral de impacto comunitario deben ser centro de integración social, con líderes naturales, con la participación de maestros entregados a su vocación, padres de familias, especialistas, sociólogos, psicólogos y directores.

Un equipo que debería constituirse en grupos interdisciplinarios que atiendan la problemática de grave desintegración familiar de sus comunidades por las adicciones destructivas. El deterioro familiar impacta la moral del educando en su aprendizaje, la deserción, la reprobación y la delincuencia que vandaliza.

Porque a dos años la 4T no han visto la educación como el pilar del cambio; la escuela pública sigue pasiva ante los problemas de su entorno, es un mural del abandono al pueblo. Según las estadísticas de la propia SEP, en sectores importantes del país, especialmente en el campo y en las colonias marginadas (que son el 70%) hay déficit de aulas, maestros, coordinadores, escuelas, sanitarios, energía, instalaciones deportivas, mantenimiento y agua.

Ni pensar en computadoras, dignidad y orgullo. Entrar a un templo, una iglesia del saber, en el siglo XXI debería conmover. En un estado laico, las escuelas deben ser mejores que los templos religiosos, en su magnificencia y dignidad. El poder económico ha multiplicado iglesias y abandonado la educación y su infraestructura. Y por ende hemos perdido valores, principios y el rumbo.

El perfil de los secretarios de educación, es de grises burócratas y necesitamos apasionados y enamorados de la educación que inspiren a la sociedad a revolucionar sus conciencias, sus bases y alcances.

 

M.C. Héctor Ramón González Cuéllar es académico del Instituto Tecnológico de Tijuana. Correo electrónico: profe.hector.itt@gmail.com

Autor(a)

Redacción Zeta
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Redacción de www.zetatijuana.com
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