El escritor publica “Los apóstatas”, editada por el sello Tusquets en la que rinde homenaje a su hermano Eduardo, víctima sexual del pudiente doctor Gonzalo Casas Alemán y del religioso marista José Trinidad Rivera. “El deber como novelista fue dar a conocer este vejamen”, expresó a ZETA el narrador
Como un homenaje a su hermano Eduardo Celorio -víctima de vejámenes sexuales cuando era niño por parte del doctor Gonzalo Casas Alemán (hermano del político Fernando Casas Alemán) y de José Trinidad Rivera, religioso de la Congregación Marista en Morelia-, el escritor mexicano Gonzalo Celorio entrega “Los apóstatas”, su novela de autobiografía familiar más íntima recién publicada este año por el sello Tusquets de Grupo Editorial Planeta.
Con “Los apóstatas”, Celorio termina la trilogía “Una familia ejemplar” que inició con “Tres lindas cubanas” (Tusquets, 2006) y “El metal y la escoria” (Tusquets, 2014); con el segundo título, el autor ganó el Premio Mazatlán de Literatura 2015.
“Ésta es la tercera novela de una trilogía que lleva por título ‘Una familia ejemplar’. El título general de ‘Una familia ejemplar’ tiene una dosis irónica porque no es para nada ejemplar, es una familia en la que hay muchas reversiones convulsas, hay pérdidas, hay desencuentros, hay muerte, hay vicios, etcétera; pero también tiene un sentido no irónico la palabra ejemplar, porque creo que lo que ocurre en esa familia podría ocurrir en cualquier otra familia”, expresó a ZETA Gonzalo Celorio.
LA NOVELA COMO UNA REVELACIÓN
Tras la publicación de “Tres lindas cubanas”, donde cuenta la historia de las hermanas de su madre, y “El metal y la escoria”. en la que narra la ascendencia por parte de su padre, en “Los apóstatas” Gonzalo Celorio comparte las historias de sus hermanos, Eduardo y Miguel, quienes habían estudiado en congregaciones religiosas.
“En el momento de empezar a escribir esa historia (de Eduardo), me di cuenta que yo tenía otro hermano (Miguel) que también había, como el anterior, tenido una profesión de carácter religioso, los dos habían estado inscritos en un monasterio, en un convento; el mayor (Miguel), en Salamanca, en la orden de los dominicos, y el menor (Eduardo) en la Congregación de los Hermanos Maristas en diferentes ciudades de México”.
Con su envolvente vocabulario y su maestría narrativa, intercalando las historias de sus hermanos y revelando la relación epistolar con ellos, en “Los apóstatas” Gonzalo Celorio (Ciudad de México, 1948) confiesa que fue en el proceso de escritura de la novela cuando descubrió que su hermano Eduardo había sufrido vejaciones sexuales en la década de los 50 y 60, por parte del doctor Gonzalo Casas Alemán, quien era hermano de Fernando Casas Alemán -este último había sido regente del entonces Distrito Federal durante el sexenio Miguel Alemán Valdés- y del religioso José Trinidad Rivera, director de la Congregación de los Hermanos Maristas en Morelia en aquella época.
– En alguna parte de la novela Usted advierte: “El doctor Gonzalo Casas abusó sexualmente de mi hermano Eduardo desde que éste iba en cuarto año de primaria. He de confesar que yo no lo sabía antes de escribir esta novela y que fue la novela misma la que me lo reveló”. ¿Podría hablarnos de la novela como una revelación?
“El proceso de escritura de una novela es de descubrimiento, porque uno cuando empieza a escribir una novela no sabe realmente a dónde va a parar. Decía Maurice Blanchot, un gran teórico francés, que ‘escribir una novela es como lanzarse al mar, sin cera en los oídos, y estar dispuesto al canto de las sirenas’; es decir, que uno sabe de dónde parte, pero no sabe a dónde va a llegar.
“Claro, cuando uno va a tratar un tema pues hace alguna investigación, se acopia algunos datos, se hace allegar algunos documentos, pero empieza a escribir y la verdad es que en el proceso de la escritura se van revelando muchos secretos, muchos aspectos que uno no conocía a propósito, y ésa es la gran aventura de escribir una novela.
“Un cuento se escribe primero en la cabeza y luego en el papel, pero una novela no; una novela no se puede tener totalmente resuelta en la cabeza y después ponerse a escribirla. Una novela es una aventura donde uno va avanzando y poco a poco descubriendo lo que la novela en este proceso de escritura va descubriendo de la historia que originalmente impuso el escritor”, compartió el director de la Academia Mexicana de la Lengua.
EN LA LITERATURA
Gonzalo Celorio publica “Los apóstatas”, su autobiografía familiar más íntima, en un tiempo en que las violaciones sexuales están siendo denunciadas por las mujeres.
– “No hay nada más ominoso que el silencio, ese silencio que protege a los delincuentes, que les da impunidad”, señala Usted en “Los apóstatas”. ¿Qué tanto se ha hablado en la literatura de las vejaciones que han sufrido algunos hombres?
“Ése es un aspecto que no se ha tratado suficientemente, creo que por lo menos en la literatura hay muy pocos casos. Hay una extraordinaria novela de una neoyorkina que se llama ‘Tan poca vida’ (de Hanya Yanagihara, editada por Lumen en 2016), es una novela muy voluminosa, pero yo no conozco en la literatura la expresión de este caso, que por otra parte es un caso seguramente mucho más frecuente de lo que sospechamos.
“Sí hay otros textos, más bien de carácter investigativo, hay un libro más o menos reciente de Marta Lamas que se llama ‘Acoso’ (editado por el Fondo de Cultura Económica en 2018), ya hay muchas tesis y muchos estudios de carácter educativo que hablan de esta violencia o de estas vejaciones en la infancia, pero en términos novelísticos, creo que es un tema que no se ha tratado. No se ha tratado porque no deja de ser muy ominosa la confesión de algo así; yo tuve que superar muchos problemas incluso de pudor propio, y no digamos mi hermano; si yo soy valiente al publicar esa novela, pues mucho más él, que estuvo de acuerdo en que yo la publicara con una condición que me dio, pero finalmente la acepté y la estoy asumiendo”, refirió el ganador del Premio Nacional de Ciencias y Artes en Lingüística y Literatura 2010.
EL DEBER COMO NOVELISTA
Contó Gonzalo Celorio a ZETA que al tratarse de la vejación sexual de su hermano y por lo tanto un asunto privado, íntimo, tuvo dudas a la hora de publicar la historia.
– ¿Cómo fue el proceso de la solución del conflicto o de la duda de cómo abordar el tema del abuso sexual en una novela? ¿Consideró algún compromiso o deber como novelista?
“La verdad era un asunto muy delicado, muy difícil de tratar, tuve que pactar con él (Eduardo), porque yo primero quería escribir su historia nada más, sin conocer estos temas privados, dolorosos e íntimos. En nuestra conversación fue surgiendo un pacto: que él tendría que autorizar la publicación de cada capítulo y efectivamente hay una gran correspondencia; parte de esa correspondencia forma parte de la novela porque contaba muchas cosas y después vino una condición un poco más dura: si yo daba su nombre, tendría que dar el nombre de los agresores, de los victimarios. Y yo no podía eliminar el nombre de mi hermano, porque esto ya tenía visos de una saga que había empezado dos novelas atrás, entonces implicaría tirar a la basura todo el trabajo que había hecho y que quizás no recuperaría nunca.
“Entonces me paralizó esa condición; de hecho yo ya había entregado la novela a mis editores en Madrid y se las pedí de regreso porque consideré que tan dramática era la historia que había contado como dramático era el hecho de contar una historia tan desgarradora, tan atroz, tan dolorosa; y ése es en gran medida el tema de la primera parte de la novela, el conflicto de la escritura, los problemas morales, los problemas éticos, los problemas sociales, los riesgos a los que la escritura y la publicación de la novela pueden orillar.
“Tuve muchas dudas realmente, pensé en no publicarla, pero después creo que ganó la necesidad de denunciar algo que había permanecido en silencio, y me parece que eso es en términos éticos muy ejemplar: lo que tenemos que hacer es denunciar. Aunque sea todo pasado, aunque los acontecimientos hayan ocurrido hace más de medio siglo, sentí el deber de denunciarlos, pero bueno, todo eso tiene muchas implicaciones.
“Por las implicaciones que tiene una denuncia de esta naturaleza, hay tanta gente que es víctima y se queda callada, y al quedarse callada, incluso, a veces se revictimiza en el sentido de que muchas veces en lugar de sentirse víctima se siente culpable y responsable de haber sufrido esa agresión”.
Para concluir, Gonzalo Celorio sentenció:
“Creo que el deber como novelista fue dar a conocer este vejamen, aunque esto tenga algunas consecuencias y se hieran muchas susceptibilidades, y se desenmascaren muchas máscaras”.