En unos días más se estará celebrando la elección más importante en la historia moderna de los Estados Unidos. Se realizarán justo en el momento donde este país enfrenta el máximo nivel de contagios y muertes generado por el Covid-19.
Los norteamericanos han buscado por todos los medios generar confianza en el proceso para que la gente participe masivamente. De hecho, pusieron en marcha la estrategia de voto anticipado, tratando de evitar aglomeraciones que se pudieran salir de control el próximo martes 3 de noviembre.
Un porcentaje importante de estadounidenses enviaron también su voto por correo lo cual ha saturado el servicio postal. Ha sido una labor titánica, con resultados aún por verse. Nadie imaginó que este país tendría su elección presidencial en medio de le peor crisis de salud en el mundo.
En estos últimos días han arreciado los ataques entre ambos equipos de campaña. Literalmente están “aventando el resto”, tratando de influir en el electorado. Estos comicios, aunque no les guste a los demócratas encabezados por Joe Biden, no se tratan de su candidato y las posibilidades de llevar las riendas del país más poderoso de la urbe a buen destino; se trata de la alternativa por reelegir o no a Donald Trump, candidato republicano y actual presidente de los Estados Unidos.
El primer mandatario Trump es tan polarizante, que la elección prácticamente solo se trata de él: votar por sus políticas retrogradas y revanchistas o regresar a lo de antes. Los votantes acudirán a las urnas motivados por su permanencia o su salida. No hay más.
Para México hay demasiadas cosas en juego: el presidente Trump ha sido muy severo con su política antimigrante, sin importar lo que opinemos o pensemos. Su famoso “muro” ha sido un fiasco. Presumir como logro que los mexicanos ilegales cruzan menos la frontera cuando es evidente que lo anterior se presenta en época de pandemia, es engañoso. Además, tiempo atrás ya las cifras marcaban un descenso considerable entre aquéllos que buscan el famoso “sueño americano”, y no existía “muro”.
El gobierno mexicano encabezado por el Presidente Andrés Manuel López Obrador, decidió simplemente no opinar ante la verborrea “trumpista”, pero también optó por hacerse a un lado y evitar defender intereses de los mexicanos y -peor aún- de nuestros connacionales. El voto latino (como el de las llamadas minorías) juega un papel determinante en esta elección; nuestro mandatario solo utilizó el silencio.
En pocos días sabremos el destino de Estados Unidos, unos comicios donde hasta el momento según encuestas, la “no relección” se impone más allá de Joe Biden; aun así los números no son abrumadores en favor de los demócratas, por lo que la moneda sigue en el aire.
Ojalá y tengamos mejor relación con el nuevo presidente estadounidense, sea quien sea, y que nuestras autoridades hagan valer su voz en beneficio de los mexicanos.
Tan “solo” 32 años
Hace 32 años presencié el último triunfo de una serie mundial por los Dodgers de Los Ángeles. Después de varios intentos se logró el campeonato, tan anhelado por los jugadores, directiva y en particular los aficionados.
Nos toca celebrar esta victoria, pero sobre todo reconocer y felicitar a dos lanzadores mexicanos: Julio Urías y Víctor González. Se fajaron como grandes cuando más se les necesitó, mostrando un carácter que los mexicanos poco han demostrado en otros deportes.
Hace 32 años el mundo era muy diferente, varios de los jugadores que ahora son campeones ni siquiera habían nacido; solo espero no pasen otros tantos para volver a presenciar a los Dodgers en la cima.
Como suele decirse, “la esperanza muere al último”. Y nunca murió.
Alejandro Caso Niebla es consultor en políticas públicas y comunicación; socio fundador de la empresa CAUDAE. @CasoAlejandro