Los maestros Jorge Carpizo y Diego Valadés no me dejarán mentir. Recuerdo cuando fueron procuradores en la General de la República. 1993-94. Insobornables. Serios. Expertos en el Derecho. Dispusieron y lograron encarcelar a notables mafiosos. Pudieron capturar más desde ese puesto y como nadie antes. Pero se los impidió la perfidia en la Policía Judicial Federal. Siniestros agentes ponían sobre aviso a los malandrines. Así podían largarse fácilmente cuando estaban a punto de pescarlos. El chaparrón de la traición y putridez, inundaron voluntad y limpia decisión de Carpizo y Valadés. Además, hubo la increíble deslealtad en los hombres de las escalas notables. Cierto, se zafaron de muchos infames, pero la mano de la mafia estaba metida hasta el hombro entre los policías. Estos ingratos contratados por la Ley, alcahuetearon a los delincuentes. Muchos fueron cesados por los procuradores. A otros, averiguación penal de por medio.
El Licenciado Jorge Madrazo Cuéllar fue mas abrumado por la mafia como Procurador en el gobierno zedillista. 1994-2000. Lo rodeó la podredumbre. Para su ventura salió limpio. De otra forma no sería el actual Cónsul en Seattle, Washington. Pero también tenía muchos agentes obedientes a la mafia. De pilón, fue atosigado por militares tapa-mafiosos. Lo salvó el soporte del General Secretario Enrique Cervantes Aguirre cuando embutió a los divisionarios desleales. Marcharon para Almoloya.
El narco-espionaje utilizando policías no es nuevo. Pero lo afinó Miguel Angel Félix Gallardo, el patriarca de las mafias. Rafael Caro Quintero avanzó. Gratificaba con dólares y droga. Puso de moda lo antes manejado discretamente: Narcos utilizando credenciales de la Dirección Federal de Seguridad y Procuraduría General de la República. Y así, los mafiosos se fueron colando desde los sótanos hasta la azotea de la PGR y policías estatales. Por eso ahora el fiscal y General Rafael Macedo, se llevará mas tiempo fumigando. No le ve fin al mosquerío rodeándole.
A propósito, supe de lo sucedido en noviembre ocho del 2001 en Ciudad Juárez, Chihuahua. Agentes de la Unidad Especializada contra Delitos del Crimen Organizado (UEDO), traían una orden cateo y aprehensión. Iban derechito a una lujosa residencia. 3953 de la Calle Río Amazonas. Exactamente en el Fraccionamiento Los Nogales. Mas o menos a unos diez minutos del puente libre internacional. Se considera una zona policíacamente bien vigilada. Más no tanto. Allí se la pasaba sin problemas Vicente Carrillo Fuentes, heredero de Amado, “El Señor de los Cielos”.
Pero un agente del Ministerio Público Federal llamó a la casona de Los Nogales. Les previno con detalle. Un comando iba para allá. Vicente inmediatamente ordenó el desalojo. Nada tonto. No permitió a sus camaradas se treparan en los vehículos que allí tenían guardados. Rápido debió pensar que ya estaban identificados. Salieron a bordo de la camioneta Lobo color gris modelo 2001. Tal vez en su escapatoria los narcos se cruzaron en el camino con sus perseguidores. No dudo: Entre los federales iban dos que tres enterados de la fuga.
Esto desnuda los sistemas de la UEDO. Primero, no colocaron un anillo de seguridad antes de llegar a la casa para evitar salidas. Tampoco se reforzaron con el Ejército Mexicano. La lógica apunta sospecha por tales faltas. No se puede negar que UEDO actuó con inteligencia para localizar. Pero su información llegó a los agentes servidores de Carrillo Fuentes. De nada les sirvió actuar a consecuencia de la averiguación previa PGR/UEDO/056/98.
Cuando los federales llegaron a la residencia de Los Nogales, encontraron muchas pistas. Nunca las utilizaron para efectos de seguimiento. Por ejemplo, una camioneta blindada GM color gris placas DG71494 del Estado de Chihuahua. Registrada a nombre de Jorge Mendoza “El Taca”, encarcelado. También la Ram Dodge blindada. Placas DH04011 a nombre de Rubén Zamarripa “La Sombra”. Compadre de Vicente Carrillo Fuentes. Dicen que lo ejecutaron en diciembre del 99. Pero su cuerpo jamás fue hallado. Aparte, en la casona estaba un Chrysler color plata, muy bien cuidadito con placas UXN8180 de San Luis Potosí.
En el refrigerador quedaron alimentos. Otros en el horno micro-ondas. Me imagino que preparaban algo cuando los alertaron y allí lo dejaron. Muchos restos de comida china aparentemente comprados un día antes. Los policías no localizaron restaurantes cercanos para buscar la identificación de compradores. También los escapados dejaron celulares y equipo para “piratear” llamadas telefónicas. En algunas partes de la residencia estaba instalado un super equipo de vigilancia. En una mesa, cajetilla abierta de cigarrillos “Viceroy”. Lo curioso: Vicente o alguno de sus colaboradores no alcanzaron a llevarse los finos pantalones Versage cintura 35. Y algo notable que a lo mejor ni se dieron cuenta los federales. En la residencia no quedó rastro ni referencia alguna de damas. Cero ropa, cosméticos o zapatos. Seña clara de la habilidad de Vicente. A veces las mujeres rencorosas son lo más peligroso.
Todo lo encontrado en Los Nogales debió ser examinado científicamente. Recuerdo que el Doctor Carpizo compró un equipo pericial de primera. Valadés lo mejoró dándole excelente utilidad. Lamentablemente no hubo análisis. Creo que de esto los policías mexicanos solamente saben porque lo ven en las películas.
Por allí me enteré que seguramente ese día Vicente Carrillo Fuentes pasó a Estados Unidos en su huida. Se refugió en El Paso, Texas. Eso también es muy de llamar la atención. Ni en este o el otro lado de la frontera los oficiales de Migración recibieron alerta para detener a sospechosos. Pero además hay dos hechos que sorprenden: Uno, que no siguieron la huella al capo. Y dos, entre los objetos abandonados había una cachucha con las iniciales PFP (Policía Federal Preventiva). No uniformes como acostumbran algunos mafiosos. Por eso es de pensarse que un hombre olvidó su gorra en las prisas.
La fuga, el descuido y la prenda tienen significado: Al buen entendedor, pocas palabras bastan.
Tomado de la colección Dobleplana de Jesús Blancornelas, publicado
por primera vez en julio de 2002.