“El ejército burgués, en general, es la burguesía armada hasta los dientes,
que se yergue frente al proletariado y las masas populares”.
–Enver Hoxha. Eurocomunismo es anticomunismo. 1980. P. 282.
Veamos lo que, no hace mucho tiempo atrás, el actual testaferro del imperialismo norteamericano, Andrés Manuel López (AMLO), declaró abiertamente: “El ejército cuenta con oficiales honestos… no hay generales que pertenezcan a la mafia del poder… son leales servidores de la nación”. (La Jornada. 5 de mayo de 2019). ¡Una perla!
En otras ocasiones ha llegado a expresar que el ejército es pueblo uniformado. Pueblo armado. ¿No es esta infinita y repugnante demagogia? ¿Por qué AMLO de tiempo en tiempo repite esta sofistería? ¿Por qué presenta a los feroces lobos como si estos fueran unos mansos corderitos? ¿Acaso lo hace por ignorancia o ingenuidad? De ninguna manera. Lo hace porque es un miserable lacayo de la burguesía. Melosas alabanzas para los perros que custodian el enclave que él, hoy, administra.
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Que le crea quien quiera creerle. Que le crean su dizque “30 millones” que, según el reaccionario y putrefacto INE, votaron por él.
Para todo obrero reflexivo, con conciencia de pertenecer a una clase explotada, para todo mexicano honrado está claro como la luz del mediodía que López Obrador es un demagogo titulado. Un charlatán entero.
En la democracia burguesa -es decir, dentro de los marcos de la dictadura del capital- no es posible encontrar alguna institución burguesa que sea leal al pueblo pobre. El ejército y la policía son desalmados verdugos, extremadamente crueles con la clase obrera.
Todos los órganos que conforman el aparato estatal capitalista son instrumentos a través de los cuales la clase rica ejerce su dominación. El gobierno no es nada más que una junta de politicastros que administra los intereses comunes de toda la burguesía en general, no importando el color del partido político burgués al cual pertenezca la junta administradora en turno.
Teniendo en cuenta que nuestro país es una colonia, más bien decir, un enclave del imperialismo norteamericano, se infiere, sin tener duda alguna, que la susodicha junta no es más que un régimen títere del imperialismo yankee en particular, y a la vez del imperialismo internacional en general. Ningún régimen explotador podría sostenerse en el poder si no contara con una policía y un ejército feroces y sanguinarios que “guardaran el orden” y que sembraran el terror entre las masas proletarias.
Decía el gran paladín del proletariado, el gran Enver Hoxha, que “el ejército burgués de cualquier país, es un ejército antipopular y está destinado a defender la dominación de la burguesía” (Eurocomunismo es anticomunismo. 1980. P. 283).
El que la gran mayoría de la tropa sean jóvenes reclutas que pertenecen a la clase obrera no significa absolutamente nada. Su función dentro del ejército se limita a cumplir órdenes, por diabólicas y sangrientas que éstas sean, sin chistar.
Es un hecho indiscutible que los hijos de la clase obrera no se integran a la soldadesca por un “profundo fervor patriótico”, sino que es la miseria la que los empuja a ser parte de esa jauría de “bestias verdes”, como los llamaba el revolucionario patriota Lucio Cabañas. Tener un trabajo, salir del desempleo para no morirse de hambre es lo que lleva al joven proletario a convertirse en un soldado al servicio de la dictadura.
Es lo mismo que sucede con quienes se han unido a las bandas del crimen organizado. Tanto en un caso como en el otro es la desocupación y la pobreza la que los lleva a convertirse en sicarios.
Es inocultable el hecho de que la mediana, y sobre todo la alta oficialidad castrense, en general, no está constituida por hijos de la clase obrera. Esos medianos y altos mandos están reservados para la pequeña burguesía nazifascista, rapaz y lumpen. Anticomunistas a ultranza.
El imperialismo por ningún motivo colocaría, en términos generales, en puestos de alto mando a jóvenes de extracción proletaria. Los opresores tienen temor que en algún momento dado estos hijos de la clase obrera volteen sus fusiles y que en lugar de disparar contra el pueblo lo hagan contra la burguesía explotadora. El recuerdo de la Comuna de París los atenaza. Los altos cuadros de la soldadesca conforman una oficialidad (generales, coroneles, capitanes) caníbal que ha sido adoctrinada y entrenada por asesores estadounidenses e israelíes. Mandos educados para servir celosamente a los intereses de los opresores.
Para nosotros, los revolucionarios comunistas el ejército burgués de ninguna manera es el pueblo uniformado como asegura el maldito dictadorzuelo Andrés Manuel López Obrador -AMLO-. La soldadesca es una turba de asesinos.
Son las fuerzas armadas de la burguesía, es decir, los genízaros policíacos y los militares kaibiles, un acerado baluarte de los explotadores. Sobre todo, de los todopoderosos inversionistas extranjeros. Si no fuera por esta feroz tropa, el pueblo ya hubiera derrocado a la actual dictadura.
El proletariado nunca podrá conquistar el poder, no podrá nunca conseguir ese poder ni afianzarlo, sin antes destrozar por completo el ejército burgués. El primer mandamiento de toda revolución popular es destruir el ejército de la burguesía y remplazarlo por un verdadero ejército del pueblo.
El que el actual parlanchín del partido Morena, hoy en el poder, le cambie el nombre al ejército, bautizándolo con el nombre de Guardia Nacional (GN), no cambia en absoluto su esencia reaccionaria y criminal. Lo mismo hizo el usurpador priista Enrique Peña Nieto quien tituló a esas fieras castrenses con el nombre de “Gendarmería”.
El gobierno de AMLO-Morena va a terminar en el basurero de la historia. De eso no tenemos la menor duda… como todos los anteriores regímenes lacayos del imperialismo norteamericano salidos de las cuevas nazifascistas del PRI y del PAN.
Atentamente,
Javier Antuna.
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