Casi una semana con el tema en mi mente, para desarrollar estas breves líneas como una humilde colaboración para el Semanario ZETA. Y es que a partir de una muy desagradable y obvia anécdota en una reunión pública, recordé las numerosas y diversas situaciones en las que he vivido el mansplaining, aunque hace algunos años aún no lo identificaba como tal.
Quizá más de alguna de las personas que esté leyendo este espacio se preguntará qué significa o pretende significar ese neologismo que apenas hace una década fue seleccionado como un término en la lista de palabras del año 2010 del The New York Times y hace ocho años nominado a ser el término más creativo del mundo en 2012 por la American Dialect Society; pero que en México se conoce poco, pese a los esfuerzos de quienes somos defensoras de los derechos de las mujeres y las niñas.
Aunque tiene diferentes acepciones, el mansplaining se considera un acto de discriminación a las mujeres, una acción paternalista y de dominación que consiste en la infravaloración de las ideas, comentarios y opiniones emitidas por las mujeres frente a las de los hombres y que hace más grandes las brechas de desigualdad que enfrentamos aún en las sociedades de esta época. Los resultados y los efectos de esta mala práctica se extienden como la misma idea errónea y sexista de que los hombres son más inteligentes que las mujeres y por tanto las ideas de las mujeres deben ser avaladas por hombres.
Se dice que la escritora estadunidense Rebecca Solnit acuñó el término en una crítica muy sentida a lo que podría considerarse exceso de arrogancia masculina, y que me parece que en ocasiones se pone de manifiesto en estas extensas explicaciones que los hombres dan a las mujeres casi sobre cualquier tema (por considerar que el sexo les da la maestría), explicaciones que aumentan de rigor cuando se trata de tecnología y política.
Solnit también inició definiendo el concepto como un estilo de lenguaje condescendiente basado en el género, y fue introduciendo poco a poco el término en las publicaciones de su blog personal titulado “Men Explain Things to Me” o “Los Hombres me Explican Cosas a Mí” que después se convertiría en libro. Este estilo de lenguaje lleva un juego en los tonos de voz y los tiempos y pausas de las conversaciones, a veces podría parecer que se trata de infantilizar a la interlocutora.
Pese a que se ha puesto en duda la utilidad de visibilizar el mansplaining con el uso de una palabra y se han vertido algunas críticas sobre la posibilidad de promover mayores polarizaciones sociales, creo que hablar de esto que nos ha sucedido a muchas mujeres en el mundo puede contribuir a evitar que otras callen sus voces, no defiendan sus proyectos y/o normalicen.
Para mí dentro del mansplaining cabe lo que algunas personas feministas definen como manterruption, otra palabra del inglés que conlleva la interrupción innecesaria de un hombre a una mujer cuando ella está hablando, para quitarle la atención del público y acaparar el espacio y el diálogo e imponerse en un afán que puede representar hasta protagonismo.
Es constante escuchar en las pláticas de muchas mujeres que sus pares se han apropiado de proyectos y de ideas que ellas han promovido y han comentado, con insultante facilidad se ha normalizado esta costumbre en muchos ámbitos como el científico, el académico, el empresarial y el político, por mencionar algunos. Por eso creo que es oportuna la invitación a las mujeres a reflexionar sobre estas prácticas y no permitirlas; a hablar con la misma confianza y dignidad que nos corresponde de nacimiento y a ser defensoras de una cultura de igualdad de derechos para mujeres y hombres. También es muy oportuna la invitación a los hombres a la reflexión y la autoevaluación de sus posturas, actitudes y acciones, así como a evitarlas si no son justas y no contribuyen a generar armonía.
Las tareas pendientes en materia de igualdad nos obligan a todas y todos.
Melba Adriana Olvera fue presidenta de la Comisión Estatal de Derechos Humanos en Baja California. Correo: melbaadriana@hotmail.com