Lo amenazaron y mataron. Era editor de la revista Nueva Opción de Tamaulipas y se llamaba Félix Fernández García. Tenía 18 días de navegar nuevamente en el periodismo. Hasta el 31 de diciembre sirvió a Raúl Rodríguez Barrera, que fue Presidente Municipal de Ciudad Miguel Alemán. Antes, trabajó reporteando en El Heraldo de Alemán, propiedad del mismo ex-alcalde. Fernández García ya sentía pasos sobre su sombra. Por eso contrató a dos guarda-espaldas del Estado de Guerrero: Martín Beldar Acosta y Enrique Domínguez Domínguez. Lógicamente, Félix sabía quién podía causarle problemas o mandarlo matar. Lamentablemente descuidó sus pasos. Hizo lo elementalmente indebido. La noche del viernes, acompañado de sus custodios se fue de parranda. Entró al bar El Señorial y se tomó las últimas copas de su vida.
Por los hechos, el par de guerrerenses acompañantes, no conocían la ciudad ni tienen nada de guarda-espaldas. Para empezar, cuando salieron del bar, no lo protegieron. Un profesional o alguien con experiencia en esto, habría actuado diferente. Primero aconsejarle lo riesgoso de asistir a un bar y cerca de la medianoche. Segundo, no debieron acompañarlo a tomar. A vigilarlo. Tercero, al salir, uno de los custodios debió ir por el auto al estacionamiento. Ponerlo frente a la puerta del bar. Subir a Félix en el asiento trasero. Y los dos guarda-espaldas en el delantero. Lo más absurdo fue permitirle conducir. En todo caso, debieron acompañarle a la portezuela y protegerlo, espalda con espalda. Y si traían armas desenfundarlas para espantar a sus atacantes. Pero no. Los protectores se quedaron del lado contrario dejándolo solo. Como si su protegido les estuviera sirviendo. Casi casi lo pusieron en la boca de las armas asesinas.
Este asesinato tiene varios ingredientes notables. Uno: El señor ex-alcalde está considerado públicamente como parte importante de la narco-política. Un compañero periodista de ese Estado me informó de cierta asquerosa práctica. Los mafiosos acostumbran financiar publicaciones pequeñas. Les anima tener así una defensa y a la vez trinchera para atacar. Dos: Esto empuja algunas ocasiones a los periodistas. Sin querer o queriendo se mezclan con las mafias. En este caso particular es triste una noticia oficial. En el auto de Félix la policía descubrió droga. Aparte, hay testimonios sobre su adicción. Tres: Llamé a varias personas en Nuevo Laredo. Unas no me respondieron a mi pregunta. Otras simplemente me dijeron “no es sorpresa”. La interrogante fue, ¿cómo es posible que el director de una modesta revista tenga a su servicio dos guarda-espaldas “profesionales” particulares? Cuestan mucho. Cuatro: Si como dicen y fuera cierto que recibió amenazas de su ex-patrón, es inexplicable 1.- No publicarlas o informar a las autoridades y compañeros de profesión para reclamar garantías. 2.- Replegarse ateniéndose exclusivamente a la protección de sus guarda-espaldas y 3.- Atenerse a las consecuencias sabiendo cómo actuarían su o sus contrarios, por ello la contratación de guarda-espaldas.
La forma utilizada para su ejecución fue la clásica del narcotráfico. A pesar de ir acompañado de protectores, solamente a él le atinaron. Indudablemente decidieron hacerlo así los sicarios ante la oportunidad de verlo desprotegido. Aún tomando precaución los pistoleros hubieran actuado. Interceptándolo o en un alto harían disparos sobre su objetivo y no contra los acompañantes. O bien, lo esperarían a cuando bajara para entrar a su casa.
Por lo visto, ya se la tenía sentenciada a Félix. Algo hizo y redactó. O algo no quiso hacer ni escribió. Empleado por un personaje públicamente ligado al narcotráfico tiene sus implicaciones. La primera, por lógica se dio cuenta de sus actividades a fondo. La segunda, participó. Y la tercera: No respetó lo sabido cuando se retiró del ex-alcalde.
A Raúl Rodríguez Barrera le dicen “El Chupón”. Automáticamente se convirtió en el autor intelectual de esta ejecución. Los guarda-espaldas debieron decir a la policía: Amenaza y nombre se lo escucharon a Félix. Para su infortunio desde cuando sucedió el crimen no se le ha visto. La lógica indica varias posibilidades. Realmente desapareció o la autoridad le protegió la escapatoria. Enemigos de Raúl Rodríguez Barrera pudieron haber cometido la ejecución para ubicarlo como el sospechoso. Nadie creería su inocencia. Pero en esto de las autorías intelectuales siempre se presenta un jeroglífico difícil de aclarar. Se necesita detener a quien ordenó y a quienes obedecieron. Para eso es precisa la voluntad del gobierno. Esto lo anoto por experiencia: Dos guarda-espaldas del Ingeniero Jorge Hank Rhon mataron en 1988 a mi compañero editor Héctor Félix Miranda. Fueron identificados y detenidos. Procesados y sentenciados. Pero jamás confesaron haber recibido una orden. Simplemente declararon que el periodista se burlaba mucho de su jefe, les dio mucho coraje y lo mataron.
Es elemental: guarda-espaldas de personajes no actúan por iniciativa propia. Jamás causarle problemas a su jefe. Por eso Jorge, el hijo del finado profesor Carlos Hank, nunca ha sido señalado oficialmente como el autor intelectual. Las sospechas públicas lo apuntan, pero la autoridad lo protege: Priistas en su tiempo, panistas ahora. Por eso será necesaria la captura de “El Chupón” y sus matones. Solamente así será aclarado el asesinato de Félix Fernández García y su situación como periodista, ex-funcionario y ligas con el ex-alcalde afamado por ligas con el narcotráfico. Hay otro elemento muy importante: Suponiendo la captura del ex-alcalde y sus cómplices, no sería nada conveniente para el narcotráfico. O los matan antes de ser detenidos o alguien se encarga de ejecutarlos en prisión. Es incómodo para los mafiosos un interrogatorio y encarcelamiento. Sobre todo en estos momentos, cuando tiene problemas de persecución el capo del Cártel del Golfo, Osiel Cárdenas Guillén.
Importante en este asunto, el señor General Marcial Rafael Macedo de la Concha. Como Procurador General de la República debería ejercer atracción del caso. O el señor Gobernador del Estado de Tamaulipas consignarlo a la autoridad federal. Hay todos los elementos. Ejecución bajo sospecha de narcotráfico. Utilización de armas prohibidas. Droga en el auto del periodista asesinado. Ex-funcionario relacionado con la mafia. Pocas veces una oportunidad así para desenredar la madeja mafiosa golfera.
Tomado de la colección Dobleplana de Jesús Blancornelas, publicado por primera vez en enero de2002.