Para mi padre era un dineral. 50 pesos matrícula. 20 colegiatura mensual. Afortunadamente no gastó mucho en libros. Eso sí. Máquina de escribir “Royal” nueva con sus rigurosos abonos. Aparte, bastantes cuadernos especiales. Hojas bond para teclear. Comproba de a 20 o 30. La resma era cara. Por eso no podíamos echarlas a perder. Así empezaron y siguieron mis estudios para Contador Privado. Luego luego saliendo de primaria. Eran unas friegas tremendas. De lunes a viernes. Desde enero pasando Santos Reyes, hasta diciembre cuando empezaban las posadas. Nada de semestres. Vacaciones, solamente Semana Santa. A desfilar todos los días festivos.
Entrábamos a las dos de la tarde. Salida cinco horas después. Nos zambutían clase tras clase. Sin salir del salón. Cambiando materia, maestro o profesora. Nada de vacilar entre pupitres. Las primeras semanas empezaron con bromas. Desaparecieron. Los protagonistas castigados. Llamaron a sus padres para advertirles: Una más y viene la expulsión. Por eso ni de chiripeada repetíamos travesuras. Era un alivio salir de clases. Me lo imaginaba como salir a la superficie: apenitas para poder respirar. Después de mucho nadar en la profundidad. Pero nos duraba un ratito… Mientras llegábamos a casa. La tarea era mucha. A veces iba de lo trabajoso a enfadoso. Pero contaba mucho a la hora de calificar. Cuando nos graduamos, fue una ceremonia muy bonita. En gran cine por la mañana. Repleto de familiares y amigos. Muy emperifollados todos. Allí nos entregaron nuestros títulos. Hechos con piel muy fina, no flexible. Escritos a mano. Letra gótica. Se me enchinó la piel. Está firmado por el gobernador de aquel 1951 en San Luis Potosí, don Ismael Salas.
Entonces no había tantas carreras universitarias. Ahora impresionan los títulos. Pero lo más dramático. Hay universidades extendiéndolos sin necesidad de estudiar. Un amigo mío y puntillosos consultó la página web de Pacific Western University de California. Le atrajo porque esa concedió título Honoris Causa a Miguel Aldana. Aquel funesto director de la Interpol en México. Hace como 20 años. Está registrada en la Oficina de Postsecundaria y Educación Vocacional Privada en el gobierno de California (Bureau for Private Postsecondary and Vocational Education). Solamente autorizada para impartir Licenciatura en Administración de Empresas, Licenciatura en Administración Pública, Maestría en Administración de Empresas y Maestría en Gestión Empresarial. Tiene filial o asociada en Hawaii. Mas aclara que “no está autorizada por alguna agencia reconocida de la Secretaria de Educación de Estados Unidos”. Y anuncia: “No se requieren exámenes. El programa se basa en trabajos de investigación evaluados por asesores. Esa Universidad otorga créditos por logros académicos y profesionales anteriores al programa”. Esto significa: No es necesario asistir a clases cómo en cualquier plantel.
Mi meticuloso amigo “se metió” al sistema Google y encontró este listado: Ector (sic) Jaime Ramírez Barba, secretario de Salud del Estado de Guanajuato. “Doctorado en Ciencias de Salud. Pacific Western University 1993-95. Lo curioso: No se imparte esa materia con certificación legal en tal universidad. Y normalmente nadie logra un doctorado serio en dos años. Otro caso: Esperanza Avalos Díaz, directora de Servicios de Salud del Gobierno de Zacatecas. “…doctorado en Ciencias de Inmunología por Pacific Western University”. No hay tal grado de especialización allí.
Seguimos: Salvador Ordaz Monteca de Oca. Diputado por Veracruz en el Congreso de la Unión (PRI). “Doctorado en Filosofía con Especialización en Ciencia Políticas por la Pacific Western University”. No es posible tal titulación oficial. Otro más con estudios de doctorado de tal universidad es Mariano Latapí Ramírez. En 2004 ingresó al Órgano Superior de Dirección de la Contaduría Mayor de Hacienda de la Asamblea del D.F. Uno que no compagina: Carlos Tena Sánchez, “Doctorado en Administración con Especialidad en Management por Pacific Western University”.
También aparece Maria Ernestina Sánchez González como “candidata a doctorado en Administración de Negocios”. Catedrática en Cuernavaca. Mi amigo me comentó: “Seguramente no ha terminado de pagar el crédito para el curso”. Así, la universidad extiende títulos hasta de lo no autorizado: Doctorado en Psicología para José Ignacio Cosío Ortiz. Maestro en Puebla. También está el profesor universitario Ramón Martínez Escamilla. Doctor en Administración de Negocios y Doctor en Filosofía por la Pacific Western University. Aparte Doctorado Cum Laude por Newport University, etiquetada como “universidad patito” que “hace cursos a la medida de sus alumnos”.
En la página Google aparece la maestra universitaria Irma Martínez Campos con Doctorado en Economía por la Pacific Western University. Oficialmente no se imparte esa disciplina en tal universidad. Más: Cándido González Pérez, maestro en Guadalajara. Doctor en Educación por la Pacific Western University en abril 15 del 98. Esa materia no tiene reconocimiento oficial según la información en páginas web. El título de su tesis, según la referencia electrónica, fue “La Avicultura en Tepatitlán. De la producción doméstica a la internacionalización”.
Un caso sorprendente: Diodoro Granados Sánchez, quien aparece como profesor de Chapingo. Tiene título de doctor (1994) por la Pacific Western University de Nueva Orleáns, Louisiana. Lo curioso: No se especifica la materia y tampoco existe tal universidad. No aparece en Internet. También tiene título de la misma universidad, y por igual época Enrique Serra Gálvez. La página web anota: Presentó su tesis “On sustainability of agrofortestry systems in Mex” (sic). Según eso fue de 83 páginas. Todo mundo en este terreno sabe: Cualquier universidad medianamente seria otorga un título de doctorado con trabajos de por lo menos 200 páginas. Hay más: Francisco Gerardo Barroso de Mérida. “Doctor en Gestión de Recursos Humanos”. Bertha Josefina Rodríguez Terrazas “Doctorado en Nutrición”. No existen esas especialidades.
En fin. Sobran nombres. Todos fueron tomados de las páginas web. Y son hechos: Primero, la Pacific Western University no tiene esas cátedras ni doctorados. Segundo, nombres y títulos aparecen en el sistema electrónico. Son públicos. No se trata de perjudicar a los mencionados y menos festinar sus dudosos títulos. Simplemente referir que tanto hay “universidades patito” en este país como en Estados Unidos. Y de haber existido esa Pacific Western University en 1949, a lo mejor -y con sacrificios- mi padre me hubiera comprado un título.
Tomado de la colección Dobleplana de Jesús Blancornelas, publicado por primera vez en septiembre de 2005.