A la memoria de los amigos comunicólogos fallecido
Ante la muerte de conocidos y amigos comunicólogos, la respuesta ante lo desconcertante de esta vida; al frente está la figura de Jesús Muerto y Resucitado. Un amigo periodista me decía hace unas semanas “¡Reza por mí!”. Sus palabras, sencillas, estaban cargadas de la impotencia ante la enfermedad actual.
La pandemia ha sido cruel con los policías, médicos, enfermeras, periodistas, familias, trabajadores, empresarios, pudientes y no pudientes; sacerdotes, religiosos, artistas, políticos. La pandemia ha sido pareja con todos los enfermos.
En principio hay que reconocer que por esta vida estamos de paso; la vida es breve, el tiempo es corto; la historia es el tiempo de la prueba. La insensatez más grande es pensar que nuestra estancia acá será permanente, y la verdad es que no es así. Estamos de paso por este mundo, a la manera de un torneo de noblezas: entre nuestras fallas y limitaciones, lo mejor es la amistad sincera, el ser solidarios con los más necesitados que no siempre es en el orden material. Cuando uno experimenta el confinamiento y el abandono de la soledad y la tristeza, no hay cosa más valiosa que la visita de un amigo, una llamada, un saludo; por eso se le llama la reina de las virtudes a la caridad que se expresa en visitar enfermos, presos, dar aliento o entusiasmo al enfermo. Dar buenos consejos, aunque sea por WhatsApp.
Una de las oportunidades de esta pandemia ha sido sin duda eso: el recuperar o descubrir el valor del amor, de la nobleza del corazón; el buscar al otro, que sufre quizá más que nosotros, en el encierro, en el confinamiento, en la incomodidad de la libertad sometida a un cubrebocas, a unas paredes, a un televisor, a una programación. Todo esto ha reventado, tras cuatro meses de encierro; no hay quien lo soporte libre y de buena gana.
El hombre es social por naturaleza. Y la vida se ha llevado a algunos inolvidables amigos periodistas, entre ellos Moisés Márquez, Sergio Haro, Alicia López Yáñez, y ahora a Enrique Tellaeche. Sus cuerpos, debilitados por el trabajo de juventud, en medio de los climas extremos, reporteando bajo 47 grados centígrados o a menos cero entre lluvia y viento. En realidad, son un ejemplo de esfuerzo y heroísmo.
En el encierro por la pandemia, ha sido prácticamente imposible acompañar presencialmente a sus familias y compañeros a celebrar un duelo digno de ellos; se van, pero queda su memoria, sus ocurrencias, sus trabajos, sus esfuerzos, sus reportajes y fotografías, su testimonio de vida. Con ellos se han ido otros hermanos locutores, fotógrafos, escritores.
Ya habrá alguien como Gabriel Trujillo o algún historiador que traiga a la memoria el trabajo indispensable que muchos realizaron por la democracia en este noble Estado de Baja California.
Se les conoce y se les aprecia en medio de las dificultades y limitaciones humanas que tuvieron; quizás por eso son inolvidables porque son imperfectos y tenaces en sus actividades y trabajo profesional.
Recuerdo la misa de Alberto León (Lyon), el gran caricaturista; un primero de enero de 2015 falleció. Repleta de amigos y familia, la celebración se llenó de aplausos para agradecer y despedir espiritualmente a uno de los grandes de la conciencia social; un democratizador dibujante. En la funeraria aquello fue un encuentro de todos sus amigos y admiradores.
Ahora fue llamado a la vida eterna tras una larga enfermedad, el joven comunicador Enrique Tellaeche. Sin duda, Baja California le debe gratitud a tantos hombres y mujeres de los medios de comunicación, que, a riesgo de su vida en medio de las adversidades de seguridad o el clima, salen diariamente a mantener informada a la comunidad que como ellos provienen de todo el país.
Aunque sea con una Fe débil, tenemos la certeza de que, más allá de esta, está otra vida superior y eterna.
Germán Orozco Mora reside en Mexicali.
Correo: saeta87@gmail.com
