Observando las invasiones, colonias y fraccionamientos de esta frontera, no puede pasar por desapercibido la cantidad de jóvenes, adultos hombres y mujeres, incluso menores de edad que vagan perdidos por calles, callejones, veredas, arroyos y cerros de Tijuana.
No trabajan, aun si se les ofrece un empleo. No estudian porque su vida tomó otro rumbo por la desintegración familiar, padres y madres alcohólicos, hundidos en las drogas, la violencia intrafamiliar, la neurosis, el desempleo y pobreza a grados de miseria.
Nada alentador este panorama que es de miles de jóvenes que están metidos en la delincuencia menor, que poco a poco se va convirtiendo en mayor y más grave y peligrosa.
Pero el nudo del problema es que la “clase política” NO CONVIENE -para sus privilegios y dominio económico y político- atender observar este problema con las estrategias debida y la hipótesis es que es deliberada la indiferencia, negligencia, que es perversidad política y de fondo y forma una inacción criminal.
En la delincuencia unos, se hacen pedazos a los otros. Menos inversión en represión y al final se “lavan las manos”.
Es un odio de clase pasivo, que permite que un sector de la sociedad descompuesto, moral y materialmente azote al otro sector que trabaja y pretende llevar una vida ordenada y de muy relativo progreso. La policía de todos los niveles, los ministerios públicos, las denuncias de las víctimas de sus delitos no hacen gran cosa (por no decir nada), y la masa de delincuentes juveniles crece descontrolada.
En las colonias hay jóvenes más o menos sanos o parcialmente rescatables, pero sin guía familiar, que siguen a los jefes de pandillas como una figura paterna sustituta. Tienen sus habilidades para cooptar a jóvenes descarriados y conformar pandillas organizadas para el robo, la venta de droga, que incluyen a mujeres jóvenes y atractivas a veces a niños y la familia entera. Ante esta monstruosa realidad, solo se debe aplicar una fuerte inversión en educar, para reconstruir el tejido social.
Hay una política que puede dar a mediano y largo plazo algún tipo de estabilidad social. ¿Por qué no toman esa decisión que es obvia? Es la gran pregunta.
Hay una gran deserción escolar de jóvenes que abandonan la primaria, la secundaria, la preparatoria porque nuestros sistema educativo y formativo no contempla soluciones de fondo a pesar del tiempo y de que los delitos crecen. Se dedican enormes recursos que no llegan a su destino; por la clara muestra del Jesús Orta, en la lista está Frida Martínez, exsecretaria general de la Policía Federal quienes desviaron miles de millones de pesos.
Pese al enorme problema, no invierten en millones de jóvenes que lamentablemente se pierden. Faltan centros educativos para capacitar a los jóvenes desertores desde la primaria, para el trabajo, en oficios diversos que les permitan tener un empleo digno y productivo. Pero privilegiando su formación profesional, técnica, calificada que les asegure en el mercado laboral un servicio eficiente, para una vida digna.
Al Gobierno Federal no le alcanza para responder a estas necesidades, pero a los gobiernos locales, a los regidores, alcaldes, diputados y las mimas cámaras y organizaciones de empresarios y colegios profesionales, a los mismos sindicatos obreros y campesinos no tienen perdón hacer el indispensable esfuerzo vigoroso e implementar un sistema educativo local suficiente y poderoso, que desde las primarias y secundarias impulsen el trabajo que les permita hacer su propio negocio y ser independientes y obreros calificados y mejor pagados.
Tijuana, con 9 delegaciones y 7 subdelegaciones con complejos problemas sociales, tiene solo dos centros de capacitación para el trabajo. Las posibilidades de ingreso son extremadamente limitadas y para la demanda resultad ridículo el que puedan capacitarse los especialistas que requiere el crecimiento.
Cada delegación debe tener tres o más centros de capacitación para el trabajo industrial para empezar a atender a miles de jóvenes; que hoy solo encuentran empleo de $2,000 pesos a la semana si bien les va.
La clase política sabe que, creando el sistema acorde al mundo moderno, que eduque, forme, capacite y despertando la productividad de millones de los jóvenes, se puede resolver un caudal de problemas. Sí hay recursos financieros y humanos, pero están mal distribuido y peor administrado.
M.C. Héctor Ramón González Cuéllar es académico del Instituto Tecnológico de Tijuana.
Correo electrónico: profe.hector.itt@gmail.com