¿Qué prisa tienen los años por hacerme viejo?
Al fin y al cabo, mi meta está trazada,
la misma meta que Dios me señalara
como el final de una vida sin regreso.
Y la raya aquella que al final tiene mi nombre
no habrá poder humano que por fin la borre;
solo la muerte que viene tras de mí y se cobre,
con el cuerpo y años que vivió este hombre,
prometiendo que en el más allá, mi vida la recobre
y, sin raya, eternamente gozaré, que no me asombre.
Alberto Torres Barragán.
Tijuana, B.C.