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viernes, febrero 16, 2024
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La vida “patas arriba”  

De Trez en Trez  

 


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Uno.- Cada vez que veía imágenes de habitantes de China, Japón o de algún otro país asiático usando cubrebocas por la contaminación ambiental, me daba pena. “Pobres personas”, decía para mis adentros, a la vez que deseaba no vernos algún día en la misma situación, aquí en México.


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Lejos estaba de adivinar que poco tiempo después de iniciado este desagraciado 2020, buena parte del mundo se vería en la necesidad no sólo de usar cubrebocas, sino de adoptar otras medidas de prevención que antes parecerían exageradas; que ahora se han convertido en necesarias, merced a la pandemia de COVID-19 que ha puesto “patas arriba” nuestra vida diaria.

No, la intención de hoy no es hablar de cifras, números, gráficas, estadísticas, porcentajes ni nada que se le parezca; ya de eso hay encargados que lo hacen a su estilo, con sus pros y sus contras, con verdad o mintiendo, politizando una situación que afecta la salud de los gobernados. Allá ellos y sus conciencias.

Esta vez referiremos sólo algunos ejemplos de cómo la pandemia ha trastocado la vida cotidiana aquí, allá y más allá, evidenciando cuán frágil somos ante situaciones determinadas, como en este caso del virus llegado del oriente y otros en el pasado.

Un virus apenas visible con microscopio, que ha desatado una crisis sanitaria aparejada de una económica y social a nivel mundial y, de pasadita, le da tremendo raspón a los asuntos políticos y a los gobernantes poco eficientes en el manejo de la emergencia, a la vez que descubre la situación que guarda la salud pública en cada país, incluido -por supuesto- el mexicano del que no hay mucho de que presumir. Al contrario.

Doz.- No bien acababa de despuntar el inicio del 2020, cuando éste se convirtió en una desgracia tras otra; ya desde finales de 2019 se tenía alguna información del virus proveniente de Wuhan, allá en China. En México se presentó el primer caso en la segunda mitad de febrero, pero fue en marzo 11 cuando se declaró la pandemia por la Organización Mundial de la Salud, con todo lo que ello conlleva.

A pesar de la ventaja de casi dos meses, y de decirse preparados para la emergencia de salud, se subestimó ésta; y aún estamos pagando las consecuencias, a pesar de que casi se juró que sería “un periodo corto”.

De pronto, los planes que se tenían para este año quedaron en suspenso; a muchos los sorprendió la pandemia fuera de sus países: batallaron para regresar, pues el espacio aéreo y marítimo se restringió; algunos enfermaron y murieron lejos de su país.

Como medida voluntaria -a diferencia de otros países, donde el confinamiento fue obligatorio- nos vimos recluidos en casa, las compras de pánico empezaron; la escasez de productos también (para mí aún es un misterio la compra exagerada de papel sanitario); las filas enormes se formaron en distintos comercios, oficinas y bancos; luego vino el cierre de negocios “no esenciales” … en fin, que empezó la crisis económica y social.

Siguieron luego las instrucciones contradictorias: que sí, pero no; que te quedes en casa, pero que salgas porque no pasa nada; que cuida tu alimentación; que mejor come “garnachas”; y hasta este día, el uso de cubrebocas como medida mínima no se ha adoptado. Casi desde el inicio de la pandemia surgieron también las teorías conspiratorias argumentando que se trata de un engaño y plan para establecer un nuevo orden mundial; señalan a personajes famosos y a organizaciones transnacionales que buscan conquistar el mundo… como Pinky y Cerebro, los personajes de dibujos animados.

Trez.- Así, pasamos muchos días sin poder salir de casa, ni de viaje, tampoco convivir con los demás miembros de la familia; comprando productos “sanitizantes” (desinfectantes, dicen es lo correcto); sin abrazarnos, ni besarnos, sin reuniones de amigos, fiestas o celebraciones; bares y restaurantes cerrados; filas para todo, interminables y de horas en ocasiones; llegaron también las pérdidas de los comerciantes, de empleados que se quedaron sin trabajo.

La convivencia diaria obligada terminó en rupturas, separaciones, pleitos, violencia intrafamiliar y, por desgracia, en fallecimientos (y no por la enfermedad). Se seguía insistiendo en las medidas de prevención, hasta con heroínas imaginarias y con estribillos simples. Desde luego, a alguno estas medidas les valieron “cuatro hectáreas sembradas de cacahuate”; no las siguieron nunca.

Padecimos también la escasez de artículos y bienes que antes veíamos como algo normal, que siempre iban a estar ahí, pero no. La cerveza escaseó, subió de precio exageradamente: algunos vivales hicieron negocio con muchos “inocentes”; los “me vale madre” y los “conspiracionistas” siguieron en lo suyo; los contagios continuaron, los fallecimientos también.

Los desacuerdos y contradicciones entre los que dicen gobernar igual se dieron, pues se politizó la pandemia.

Y en eso estamos, ante la “nueva normalidad” (que ni es nueva, ni tampoco normal), en un “sistema de semáforo” que sólo ha pintado de rojo y naranja; aun así, y con las cifras que no bajan, se está realizando la “apertura” a todo tipo de establecimientos, hasta de los “no esenciales”.

Estamos más allá de la mitad del 2020, y ya -de plano- podemos decir que fue un año desgraciado, para el olvido; pero a la vez nos está haciendo darnos cuenta (espero) de lo frágil y vulnerables que somos: capaces, ante la emergencia, de sacar todo lo bueno; pero también lo más perverso que podemos tener como seres humanos.

P.D.- China anuncia un préstamo de 1000 millones de dólares a México y Latinoamérica para adquirir su vacuna contra el coronavirus. Más bien debería pagar una indemnización a todos los afectados. ¿O no?

 

Óscar Hernández Espinoza es egresado de la Facultad de Derecho por la UABC y es profesor de Cultura de la Legalidad y de Formación Cívica y Ética en Tijuana. Correo: profeohe@hotmail.com

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Autor(a)

Redacción Zeta
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Redacción de www.zetatijuana.com
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