Son iguales las bardas en La Palma de Amoloya y los panteones. Los que están adentro no pueden salir. Y los que estamos afuera no queremos entrar. A nadie se le ocurre espiar tres metros bajo tierra. Pero a los vivos y en sus celdas los videograban día y noche. Mi compañero Ciro Gómez Leyva en el Canal 40 CNI exhibió hace meses un cassette. Alguien se lo mandó. Contiene escenas patéticas de prisioneros y sus visitantes en La Palma. Otros de sus colegas las reprodujeron. El penal de Puente Grande en Guadalajara, tiene un “Centro de Control”. Está a la vista de casi todos los internos. Abajito hay una oficina. Luce un letrero muy bien pintado. Harto claro: “Archivo de la Dirección”. Me imagino a los creadores de rótulo y despacho: Les encantan ver a James Bond. Las oficinas no tienen nada de archivo y menos de dirección. En realidad, allí opera un grupo del Centro de Inteligencia y Seguridad Nacional. Sí, el afamado y oscuro CISEN.
Me sorprende cómo se manejan con una terquedad para engañar. Por ejemplo, al jefe de la oficina en el penal le identificaban como César Andrade. Pero no se llama así. Su nombre es Carlos Arias. Al fin tramposos, no hay una prueba si trabajó en el penal. Solamente quienes lo vieron y ahora saben “…con toda seguridad está en la nómina de la Policía Federal Preventiva”. Naturalmente, con otro nombre. Y si acaso alguien lo identifica podría zafarse mostrando recibos de pago en alguna oficina y desde hace mucho tiempo.
Pero existe una seguridad: El CISEN empezó a trabajar en Puente Grande desde 1995 o 96. Hay información en el Juzgado Cuarto en Materia de Procesos Penales Federales. Supe sobre testimonios muy importantes. Veamos: El 26 de enero de este año José Guadalupe Anguiano fue llamado a declarar. Él trabajaba en el Centro de Control. Transcribo: “…hace aproximadamente cinco años se establecieron en el CEFERESO personal del CISEN quienes realizan grabaciones de conversaciones de internos y telefónicas”. El señor Anguiano reconoció el también espionaje del Centro de Control. Pero era muy burdo. Los internos se daban cuenta y le ponían “Diurex” a los microfonitos.
Otra declaración fue hecha en el Distrito Federal. Nueve de febrero de este año. En la Unidad Especializada de la Delincuencia Organizada (UEDO). Juan Carlos Sánchez Castillo, empleado de Puente Grande. También transcribo: “…sí tengo conocimiento de que había personal del CISEN en el CEFERESO, conociéndolos únicamente de vista y a uno de ellos por su nombre, Arturo, ya que fue al que llevé a la Central Camionera de Guadalajara”. Entre paréntesis, CEFERESO son abreviatura de Centro Federal de Rehabilitación Social. El señor Sánchez también aseguró: “El CISEN sé que está desde hace unos dos años en el CEFERESO, pero continuamente cambian el personal”. Para más señas indicó: “Ellos ocupaban el espacio que se localiza a un lado del área jurídica del penal en el nivel B, ignorando cuales hayan sido sus actividades”. Pero supuso “…sí tuvieron conocimiento de las anomalías en el interior del penal” pues eran muy conocidas “…y no faltaba quien comentara de eso”.
Exactamente 18 personas estaban haciendo tan maloliente trabajo en Puente Grande. Eso lo informó el ex-celador Juan Genaro Hernández. También en la UEDO. Se dio cuenta cuando grababan las visitas conyugales. Se oían claramente palabras, sonidos y ruidos propios de un encuentro tan amoroso como desesperado. Los locutorios tienen micrófonos ocultos. Así graban toda plática de reos con familiares, amigos o sus abogados. Según eso la intención es para “…vigilar que no existieran problemas y evitar alguna contingencia”. También saber si no tenían algún fondo social las charlas.
Juan Gerardo López fue más allá: El señor César Andrade y 16 personas mas realizaban las grabaciones. “Se trataba de controlar toda la información en cada uno de los módulos”. Para mas señas explicó: El grupo del CISEN tenía micrófonos instalados por todos lados. Gracias a un cableado especial se escuchaba cualquier platica en la planta baja del Centro de Control. Allí grababan los cassettes. Los etiquetaban con nombres del reo, su visita familiar o abogado. Las horas cuando iniciaban y terminaban la plática. Luego las llevaban al “Archivo de la Dirección” donde operaban los analistas del CISEN. Estudiaban todas las escuchas. Las clasificaban, hacían un resumen entregándolo a su jefe inmediato Magdaleno Carrillo. Entonces, si tú o Usted, lectores, visitaron alguna ocasión a un reo en Puente Grande, sépanlo que su voz fue grabada. Hasta lo dicho en secreto. Los micrófonos ocultos en los locutorios nunca fueron descubiertos. Continúan funcionando.
De todo esto me enteré cuando pregunté y no hubo quien me respondiera: Si el Cardenal Juan Sandoval Íñiguez visitó o no a Humberto Rodríguez Bañuelos “La Rana”. Esto, cuando el pistolero del Cártel Arellano Félix fue trasladado en julio de Tijuana a Puente Grande. Allí declaró no haber participado en el asesinato del Cardenal Juan Jesús Posadas y Ocampo. Total, me quedé pendiente en esa entrevista. Si la hubo, Don Juan Sandoval Íñiguez no se dio cuenta: También lo grabaron. Pero si no, ni por qué preocuparse.
Me llama la atención un detalle. Héctor “El Güero” Palma, Arturo Martínez Herrera y Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera eran los principales espiados. Esto, según los testimonios en actas oficiales. Siempre aparecían en las listas del Director o CISEN. Pero entonces de nada sirvió andar metiendo las orejas en la vida de los prisioneros. Empezando por “El Chapo”. Se fugó con harta facilidad. Por eso ahora popularmente le dicen “Puerta Grande” a Puente Grande.
Con todo, es posible considerar dos ángulos: Una, Joaquín pagó para destruir videos y grabaciones con visitas, familiares, amantes, amigos o abogados. Y dos, personal del CISEN le pidió muchos billetes a “El Chapo” por los cassettes o no reportar sus pláticas a la superioridad. Luego de la escapatoria el señor Presidente quiso ser muy ilustrativo: “Nos metieron un gol”. Se me hace prudente rectificar: Fue autogol. A don Vicente Fox le escondieron las grabaciones, lo engañaron o supo todo y no quiso decirnos nada.
Tomado de la colección Dobleplana de Jesús Blancornelas, publicado por primera vez en noviembre de 2001.