En el Departamento de Biología de la Conservación del CICESE estudian a un artrópodo muy peculiar: la araña saltarina.
De acuerdo con la doctora Sara Ceccarelli, investigadora por Cátedra CONACYT y su equipo investigan la genética de poblaciones, diversificación y biogeografía de arañas saltarinas gigantes.
Estos artrópodos tienen morfotipos y conductas muy interesantes. Su distribución se da por toda América.
Se ha descrito en la literatura que puede llegar a saltar hasta 40 veces su tamaño. Estos arácnidos brincan sobre su presa o cuando quieren llegar de un lado a otro.
Sus presas generalmente son moscas, chinches, escarabajos, pero algunas especies comen hormigas e incluso pueden recurrir al canibalismo, es decir, a comerse entre sí.
Otra conducta que las distingue es el cortejo. El macho danza de un lado a otro (o salta) para atraer a la hembra, también lanza señales con sus patas. Si la hembra está dispuesta o reconoce que son la misma especie, procede la cópula.
Las arañas saltarinas no hacen telarañas, sino, cuando saltan arrastran una línea de seda desde el punto de inicio hasta el final, algo así como traer una cuerda de escalada integrada.
Para realizar esta investigación, el grupo académico sale al campo a buscar a estos arácnidos. Hasta el momento ha visitado diversos sitios en Baja California: Valle de Guadalupe, Punta Colonet, San Quintín, Sierra de San Pedro Mártir, Santa Catarina y del lado del Golfo de California, Punta Final, y algunos recorridos por carretera en el golfo y por el delta del Río Colorado.
Tras algunas salidas al campo se ha observado que el mejor momento para salir es en primavera. Este 2020, por la pandemia sanitaria que se vive a consecuencia del virus SARS-CoV-2, no fue posible realizar tal trabajo.
“Cuando vamos al campo lo que hacemos es recolectar el mayor número posible de arañas. No conocemos bien sus hábitos todavía, pero buscamos en arbustos, debajo de las piedras, en el suelo o en árboles. Cuando vemos a una debemos actuar rápido y tomarlas para ponerlas en un frasco. Hay ciertas características que nos pueden decir qué especie es, sobre todo la coloración” indicó Ceccarelli.
Lo primero que hacen al atraparlas es tomar una fotografía para tener un registro de su morfología. Posteriormente, en el laboratorio, se extrae el ADN (ácido desoxirribonucleico) y por la técnica PCR (reacción en cadena de la polimerasa) se amplifican regiones del genoma contenidos en el ADN; dichas regiones se envían a secuenciar para identificar a las especies.
“Hasta el momento hemos identificado morfológicamente 4 especies en el municipio de Ensenada: Phidippus adumbratus, Phidippus nikites, Phidippus johnsoni y una especie no identificada, parecida a Phidippus johnsoni. Todavía es temprano para hablar de resultados; llevamos menos de un año recolectando. Esperamos que a finales de este año tener datos genéticos”, señaló la doctora.
Sara Ceccarelli cuyo grupo de estudio espera encontrar poblaciones muy distintas en ambos lados de la península de Baja California.
“Las arañas saltarinas son una parte integral del ecosistema. Han estado en la península de Baja California desde hace algunos millones de años, han evolucionado junto a otras especies. Por ello, es importante estudiarlas y conservarlas”, indicó.
Las arañas que pueden ser peligrosas para el ser humano son solo un par.
Ceccarelli dijo que en muchas ocasiones las arañas no muerden y si lo hacen no inyectan veneno, ya que el costo energético de producirlo es alto y no lo desperdiciarán en nosotros, que no somos sus presas.
Las recolectas de este género Phidippus, también se han realizado en los jardines de alumnos del propio CICESE y del personal académico.