Con sueños cargados de ilusiones,
una cálida mañana salí de Nayarit
sin saber que en esa ruta encontraría
la verdadera razón de mi existir.
Sin conocer esta tierra de aventura
recorrí la desértica Salada,
la imponente y rocosa Rumorosa,
hasta llegar a la frontera de Tijuana.
Un septiembre del cálido verano
llegué a esta tierra vibrante y generosa
con pensamientos de joven provinciano;
aún recuerdo esa noche venturosa.
Cómo olvidar a mi pequeña escuela
donde iniciara mi labor docente;
son muchos los momentos disfrutados
que sigo recordando, hoy en el presente.
Qué tiempos aquellos juveniles
de Tijuana romántica y coqueta,
Jai Alai, hipódromo y los toros,
Chiki Jai, las playas y la presa.
Mi otoño avanza inexorablemente
dejando atrás mi juventud soñada;
atrás quedó mi hermosa primavera
con toda mi experiencia aquilatada.
El primoroso verano disfruté
en mi juventud presurosa y alocada,
con tranquilidad esperaré el invierno
rememorando la vida transitada.
¡Recuerdos de mi tierra de manglar
caminé por las costas del país
hasta llegar a esta tierra de viñedos
Baja California, la tierra de la vid!
Eduardo Enrique Parra Romero.
Tijuana, B.C.
(Invierno de 2018)