Me diste padre la vida
lo cual siempre te agradezco,
pero mucho me entristezco
al recordar tu partida.
En mi corazón la herida
no ha dejado de sangrar
pues te quisiera abrazar
y al no encontrarte a mi vera
el alma se desespera,
hoy solo quiero llorar.
Padre, me siento muy sola
y hasta he perdido los sueños,
como en el fuego los leños
y en el mar la caracola.
Hay música en la consola
que me recuerda esos días
cuando tú me sonreías.
Eras mi mejor amigo,
yo por eso te bendigo
ya que nunca te rendías.
Amante de la lectura
y un conversador innato,
para todos era grato
tu dialogar sin premura.
Admirabas la cultura
y la historia de países
al igual que tus raíces.
Fuiste un ser muy admirable,
trabajador, responsable,
con bondadosos matices.
Ya no estás aquí presente
y no escuchas mis halagos,
ni que me ha dejado estragos
no poder besar tu frente.
Cuando me acerco a la fuente
me parece ver tu cara
como si el sol me alumbrara
y entonces miro hacia el cielo,
pues ha sido un gran consuelo
que tu rostro hoy divisara.
Lourdes P. Cabral
San Diego, California