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sábado, octubre 5, 2024
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Lástima

Traía toda la barba pintada de lipsticks de tonos diferentes, huellas de fugaces o bien plantados besuqueos. Su camisa antes blanca, parecía como de mecánico, toda chamagosa y arrugada por tanto y tantas simpatizantes apasionadas que lo tocaron y abrazaron. Pero eso sí, sudada y desabotonada dejando ver su pelo en pecho. Como quiera se limpió la frente y más o menos la barba. Muy formal tomó asiento tras una mesa cubierta con esa tela para mesa de billar. Mientras acercaba el micrófono, se acomodaba y sorbía un poco de agua fresca para aclararse la garganta, echó no uno, sino los dos ojos al frente, a los lados y hacia arriba como soldado en trinchera para conocer muy bien su ubicación y el lugar.

Enfrente, mesa de por medio, las y los reporteros con grabadora, pluma y libreta en mano. Y en lo que restaba del salón, todo espacio ocupado hasta donde alcanzaron las sillas. Los demás se acomodaron de pie apretujados y sin decir palabra. Los mas cercanos tomaron el piso como asiento.

Hecho el silencio sin que nadie lo pidiera, empezó la conferencia de prensa. Lo escucharon como si fuera a predicar. Así, el candidato presidencial del Partido Acción Nacional, Licenciado Diego Fernández de Ceballos contestó en abril de 1994 a todas las preguntas que le hicieron hasta que uno de sus colaboradores se acercó para decirle algo al oído. Con toda seguridad fue un “se acabó el tiempo, vámonos”, porque en cuanto pudo dio por terminado el ping pong de interrogantes y contestaciones.

Se le veía todavía sudoroso pero no cansado cuando aquello acabó. Antes estuvo en un mitin y pocas veces se vieron tantos miles de asistentes. Superaron por mucho a los que luego penetraron al auditorio municipal para echarle porras a Ernesto Zedillo.

“Ya la hicimos” -me dijo el dirigente panista bajacaliforniano Mario Corral Caligaris en aquel 94 de elecciones presidenciales. “Vamos a barrer” -dijo otro de los que estaban cerca. Y así, entre optimistas comentarios fue desalojándose aquel enorme salón del hotel Hacienda del Río, tradicionalmente visitado por los panistas en Tijuana.

Yo estuve allí con mi grabadora porque la entrevista fue solamente con ZETA. Empezaba a bajar las escaleras cuando de pronto oí que me gritaban: “¡Blancornelas… te habla el candidato!”.

Me apersoné y con su mano izquierda, fuerte y firme, tomó mi brazo derecho y me retiró de todo aquel gentío. “Blancornelas, te quiero pedir un favor”.

-Sí, dime.

No recuerdo exactamente sus palabras pero más o menos fueron: “Quiero visitar el lugar donde mataron a Donaldo, pero no quiero hacer de eso un acto de campaña. Quiero ir a rezarle, pero también quiero dejar constancia y te pido que me acompañe uno de tus reporteros y de tus fotógrafos. Y para que la demás prensa no me siga, por favor que me lleven en el vehículo de tu periódico”.

Naturalmente la respuesta fue sí. Reportero y fotógrafo fueron seleccionados. Se instruyó al chofer de nuestra Suburban y se fijó la hora y lugar para pasar por él sin que se dieran cuenta los demás compañeros reporteros.

Así fue.

Todavía Lomas Taurinas era la original y no como ahora. Hasta allí se llegó, bajando la hondonada entre tumbos de los hoyancos de aquella rampa de terracería.

Diego llevó a su esposa y mantuvo silencio durante el trayecto. Al llegar aquel era el lugar obscuro de siempre. Tanto así que el chofer hubo de mantener vivas las luces de la camioneta para que pudieran llegar al lugar preciso donde fue cometido el crimen.

El candidato panista caminó sobre el mismo puente de madera, inexplicablemente en servicio a pesar de su antigüedad y fragilidad. Luego entre el lodazal que estaba por las recientes y últimas lluvias de la temporada hasta llegar al montón aquel de flores, de listones, de carteleras con la foto unas y con el nombre de Colosio otras.

Respetuosa y con evidente sinceridad rezó. Católico al fin seguramente encomendó el alma del que fue su competidor, al Señor.

El fotógrafo dejó escuchar varias veces el click que simultáneamente accionó el flash y parecieron relámpagos en aquella noche obscura.

Diego terminó su oración como la empezó, persignándose. No dijo nada al reportero para publicar. Ninguna declaración. Estaba claro que no quería capitalizar su visita a Lomas Taurinas como si fuera un acto de campaña, pero sí quería dejar constancia solamente en una publicación de la Ciudad.

En realidad, Zedillo fue el primer candidato presidencial en visitar el escenario del asesinato pero lo hizo de día. Antes de llegar se montó una vigilancia impresionante. Su arribo fue atestiguado por cientos de reporteros y otros tantos fotógrafos se encaramaron entre sí para captarlo acompañado de su esposa e hijos. Si oró, él lo sabe, pero no se persignó como Diego.

No hace mucho Bartlett, Madrazo y Fox estuvieron en Tijuana y también fueron a Lomas Taurinas, pero sin que nadie se diera cuenta. Hasta después se supo. No me imagino a ninguno de los tres rezando como Diego. Hasta donde sé solamente estuvieron allí en silencio.

Según los reportes periodísticos defeños, hace unos días numerosos senadores, diputados y líderes panistas le pidieron a Fernández de Ceballos que fuera otra vez candidato a la Presidencia.

Certero, rápido y seguramente vehemente como ha sido y es en todas sus respuestas contestó cuando lo entrevistaron que “…lo menos que puede tener un aspirante a la Presidencia, sea hombre o mujer, es tener conciencia de sus muchas limitaciones. El reconocimiento de la gente me obliga a no quedarme en casa, pero también me obliga a negar toda posibilidad de participar en un sainete, en una competencia de ocurrencias o de propuestas populistas”.

Sus palabras me recordaron aquella noche de abril cuando fue a visitar y rezar al lugar donde asesinaron a Colosio. Y pensé en Bartlett, en Fox y en Madrazo. Lástima que, en sus precampañas, no se porten a la altura que mostraron cuando visitaron Lomas Taurinas.

 

Tomado de la colección Dobleplana de Jesús Blancornelas, publicado por primera vez en abril de 1999.

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Jesús Blancornelas Jesús Blancornelas JesusB 47 jesusblanco@zetatijuana.com
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