“Pues pa’qué se almiran, si uno quiere mejorarlos y ellos no se dejan”.
-Adalberto González González, dichos alteños.
Llegó el fin de semana del 22 de mayo y a primera plana se dio a conocer, como un hecho heroico en plena pandemia, que en Sonora se reiniciaba el reabastecimiento de cerveza en expendios, autoservicios y tiendas de conveniencia; la alegría se desbordó y se siguen viendo cientos de personas en filas como si fuesen a entrar en el paraíso.
Entre las víctimas fatales de esta desgracia masiva por la cerveza y el licor, los mismos que permitieron que las filas se desbordaran sin respetar las normas sanitarias; ahora se lamentan de la desgracia ocurrida al Dr. Daniel de la Paz, víctima de un conductor alcoholizado (ahora preso), y que mantiene con muerte cerebral al anestesiólogo de 35 años de edad. Que a su vez perdió a su señor padre hace unas semanas por la pandemia.
Es común en la frontera que conductores alcoholizados prácticamente hayan asesinado o matado a conductores ordinarios que van a su trabajo o a su casa, y que tuvieron la desgracia de cruzarse con la fatalidad; y casi siempre el Ministerio Público del Fuero Común, por una cantidad de dinero, deja libre a los responsables de estas tragedias recurrentes. El muerto al pozo, y el vivo al gozo.
Es significativo que en el siglo XX se hablara de medios masivos de comunicación o comunicación de masas, cuando no hay nada más contrario que comunicación y masas. La comunicación es entre personas razonables o reflexivas, mientras que masas se refiere a un número de individuos (animales) guiados por reacción, no por reflexión. Por eso a la porra de “Las Chivas” las tienen enjauladas -y dicen que “drogados”- en un corral desde donde obedecen incansablemente a su guía o motivador; antes y después de algún partido, la masa no puede cansarse de gritar, echar porras, chiflar; son inagotables. “Andarán mariguanos o briagos”, me dice un amigo en el encuentro Pachuca-Chivas, ganando 3-1 “Los Tuzos”.
Con la información publicada por revistas serias como Proceso, sobre el COVID-19 y “La Danza de las Cifras”, las que llegan a Conacyt -vía hospitales y Secretaría de Salud- son una información “sin sentido”. Ya no se sabe cuál es la verdad; aunque la OMS sostiene con objetividad que México es el país del mundo que menos pruebas hace a su pueblo, para tener un mapa o registro para dar un seguimiento científico a la pandemia. Eso sostienen los epidemiólogos de la OMS. México no reporta con certeza y veracidad la situación real; a grado que ni un 1% de la población ha recibido pruebas; y algunos tienen esperando dos meses o más para saber el resultado. Todo esto es un revoltijo, un caos relativo, porque en ciudades como Yuma, Arizona, han hecho el doble de pruebas que en todo el estado de Sonora.
Como pueblo, debemos cuidarnos y obedecer a las autoridades sanitarias, pero esas mismas autoridades que solapan y permiten la venta indiscriminada de alcohol y cerveza -por decir algo- algo tienen que ver con la irresponsabilidad de las masas. Mientras los refrigeradores de las tiendas de conveniencia o abarrotes estuvieron vacíos de bebidas, pocos accidentes por alcohol sucedieron. Las mismas autoridades pueden revocar la venta de bebidas embriagantes, ¿o será que es “esencial”? Entonces, pues, “pa’ qué se almiran, si uno quiere mejorarlos y ellos no se dejan”.
Uno puede ser parte del pueblo sin ser masa. En el sentido de irracionalidad. La masa no es pueblo. Así, pues, que cada quien muera de sus defectos. Aunque como dice el autor de La Peste, Albert Camus, incluso en la peste o pandemia, nadie es una isla. “Yo soy yo y mis circunstancias; y si no las salvo a ellas, tampoco me salvo a mí”. (Ortega y Gasset).
Germán Orozco Mora reside en Mexicali.
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