“Detrás de todo lo que deseamos, siempre aparece algo siniestro, oculto tras un tupido velo”.
-Diego Fortega
Seguramente uno de los homicidas más buscados con el paso de los años, fue el famosísimo Jack “El Destripador”. En realidad, el seudónimo proviene de un ciudadano anónimo que decía ser el asesino de Withechapel, y firmó una carta enviada a una agencia de noticias de Londres, como “Jack The Ripper”.
Algunos criminólogos e investigadores llegaron a afirmar que en realidad se trataba de una serie de crímenes, y no una única persona que aterrorizó a los ciudadanos de Withechapel, uno de los barrios más pobres de Reino Unido y que actualmente sigue en esa condición. La teoría que más fuerza tomó -al menos en la época- fue la de un inmigrante judío, por una frase que apareció escrita en una pared, y por varios indicios más (que fueron simples conjeturas, pero nada demostrable).
Justo en la época en que se produjeron los asesinatos, la prensa inglesa comenzaba a emerger con fuerza… y quizás convirtieron los asesinatos de Withechapel. De ahí que se hiciera tan popular este caso. Las cinco víctimas mortales que se le atribuyen a “El Destripador” eran mujeres y supuestamente prostitutas de la calle, que tenían muy limitados recursos económicos, lo que las convertía en víctimas sumamente vulnerables y fáciles de matar por parte del protagonista.
Las muertes de estas mujeres fueron absolutamente incalificables. “Atroces”. La primera víctima fue Mary Ann “Polly” Nichols, asesinada a los 43 años de edad y sumamente pobre, por lo que, irremediablemente, se echó a la calle para hacerse de la vida. Lamentablemente, encontró la muerte la noche del 31 de agosto de 1988 a manos de Jack “El Destripador”.
La segunda víctima fue Annie Chapman, muerta a los 47 años de edad; ella, como la anterior mujer era extremadamente pobre, viviendo sus últimos días de vida en un albergue. En la madrugada del 8 de septiembre de 1988, se cruzó con Jack “El Destripador”, y nunca más volvió a ver la luz del día; su cuerpo apareció un día de madrugada con los intestinos fuera de su cuerpo, y rajada como si fuese un cerdo.
La tercera víctima se llamó Elizabeth “Long Liz” Stride, una guapísima chica de origen sueco; fue asesinada por “El Destripador” cuando tenía 44 años de edad. Vivía en una casa humilde al sur de Londres, lugar al cual acudió a buscarse una vida mejor que la que tenía en Suecia. La madruga del día 30 de septiembre de 1888 murió a manos del homicida serial. Su caso fue el que estuvo más cerca de resolverse, ya que varios testigos vieron a un joven de unos 30 años de edad que llevaba una gorra con viseras color negro y que empujaba y arrastraba a una mujer que coincidía plenamente con los rasgos de Elizabeth Catherine Eddowes.
Esta última fue asesinada a los 45 años de edad; la mató en solo una hora, no la pudo abrir en canal (y quizá por ese motivo se ensañó tanto con Cath). La quinta víctima mortal fue Mary Jane Kelly, una chica irlandesa; la víctima más chica de edad de Jack “El Destripador”, ya que fue asesinada cuando solo contaba con 25 años de edad, la noche del 9 de noviembre de 1888, cuando cayó en manos de este brutal homicida serial.
¿Cómo era su modus operandi? Básicamente, atacaba por las noches para minimizar las posibilidades de ser descubierto cuando cometía los homicidios. Cortaba la garganta a sus víctimas y previamente las estrangulaba; como detalle que tuvieron en cuenta los investigadores, los cortes de la garganta siempre los hacía de izquierda derecha, lo que indicaba claramente que el homicida era diestro.
Tras ese corte certero en la garganta, normalmente cortaba el abdomen de sus víctimas como si de cerdos se tratara, rajándolas en canal; en algunos casos, aparte del ritual ya comentado, mutilaba otras partes del cuerpo de sus víctimas (como, por ejemplo, el útero, el hígado, los riñones, el corazón) con una precisión “quirúrgica” impecable. Algunos investigadores y médicos legistas llegaron a comentar que las heridas eran ocasionadas con cuchillos para cortar la carne, y con tal precisión, que solo un carnicero podría haberlo hecho.
Benigno Licea González es Doctor en Derecho Constitucional y Derecho Penal. Fue presidente del Colegio de Abogados “Emilio Rabasa”, A. C. Correo: liceagb@yahoo.com.mx