A Nezahualcóyotl se le conoce como el rey poeta, en un tiempo donde la poesía -para muchos de los habitantes precolombinos- era desconocida; pero hoy hay que darla a conocer, aunque sea, algunos fragmentos de lo que fue la poesía en el idioma náhuatl.
Hijo de Ixtlilxóchitl (“flor de pita”), señor de la ciudad de Texcoco, y de la princesa mexica Matlalcihuatzin, hija del rey azteca Huitzilíhuitl, segundo señor de Tenochtitlán; al nacer, le fue impuesto el nombre de Acolmiztli o “puma fuerte”, pero las tristes circunstancias que rodearon su adolescencia hicieron que se cambiara el nombre por Nezahualcóyotl, que significa “coyote hambriento”.
No voy a recordar la odisea que vivió con la invasión Tepeaca de Texcoco, sino que hay que recordarlo por sus poemas, que se entregan a la naturaleza y a la filosofía de la vida. Miembro de la realeza prehispánica y poeta de delicada percepción sobre los fenómenos transitorios del mundo, Nezahualcóyotl encarnó el prototipo del estadista y humanista de gran sensibilidad, en contraposición a la rigidez militar de los conquistadores españoles.
Respecto a su obra literaria, se conservan alrededor de 30 composiciones poéticas en numerosas colecciones de manuscritos de cantares prehispánicos. Su poesía no solo aprovecha la belleza de la lengua náhuatl, sino que posee una profundidad filosófica, que ya en su tiempo le valió el epítome de “sabio”; a continuación algunos fragmentos:
Yo lo pregunto
Yo, Nezahualcóyotl, lo pregunto:
¿Acaso de veras se vive con raíz en la Tierra?
No para siempre en la Tierra:
sólo un poco aquí.
Aunque sea de jade se quiebra,
aunque sea de oro se rompe,
aunque sea plumaje de quetzal se desgarra.
No para siempre en la Tierra:
sólo un poco aquí.
Percibo lo secreto…
Percibo lo secreto, lo oculto:
¡Oh vosotros señores!
Así somos,
somos mortales,
de cuatro en cuatro, nosotros, los hombres,
todos habremos de irnos,
todos habremos de morir en la Tierra…
Nadie en jade,
nadie en oro se convertirá:
en la tierra quedará guardado.
Todos iremos
allá, de igual modo.
Como una flor,
nos iremos secando
Aquí sobre la Tierra.
Como vestidura de plumaje de ave zacuán,
de la preciosa ave de cuello de hule,
nos iremos acabando.
Nos vamos a su casa.
Atentamente,
Dr. José F. Jaramillo
Tijuana, B.C.
Correo: drferja@hotmail.com