Andrés Manuel López Obrador se hizo bolas con sus propios dichos.
De la ocurrencia de rifar el avión presidencial que no pudo vender en poco más de un año de gobierno, pasó a la de hacer una rifa del avión… pero sin el avión. Se rifarán cien premios en efectivo a razón de 20 millones de pesos cada uno.
Aferrado como es el Presidente de México, la ocurrencia que le prendió en redes sociales la llevó al extremo, a la realidad. Fijó una cantidad de 6 millones de “cachitos” de la Lotería Nacional, a un costo unitario de 500 pesos, para recaudar 3 mil millones de pesos.
En los primeros días de febrero, aseguró públicamente que el pueblo le apoyaría con la compra de un boleto para la rifa, pero después reculó sin decirlo, al determinar que vendería 4 millones de “cachitos” a los empresarios de México, es decir, solo dejaría 2 millones de boletos para la adquisición por parte del pueblo.
Así, directo y sin cortapisas, autoritario, prácticamente decretó que los empresarios comprarían el 66% del boletaje impreso, e incluso sugirió los regalen a sus trabajadores. Pero no se trata de cualquier suma de dinero. Se refiere a que si compran los 4 millones de boletos, estarían aportando 2 mil millones de pesos a la causa de AMLO.
Un Presidente no puede tomarse a la ligera el llamado que hace a la sociedad que gobierna, y en particular el que realiza a los empresarios, comprometiendo a la institución a cambio de la dádiva.
Pero López Obrador lo hizo y fue más allá. Enredándose en su ocurrencia, de repente lo recaudado por la venta de 6 millones de boletos (4 millones a empresarios, 2 millones a ciudadanos), ya no sería para pagar los cien premios de 20 millones de pesos y dos años de renta/mantenimiento del avión, sino para comprar equipamiento para hospitales públicos, aunque no ha sido claro a cuáles institutos de salud se dotará de equipo.
Los 2 mil millones de pesos para el pago de los cien premios provienen ahora de la Fiscalía General de la República, cuyo titular, Alejandro Gertz Manero, el “fiscal autónomo”, fue a Palacio Nacional a entregarle al Presidente de la República un cheque por 2 mil millones de dólares. Tal capital, dijo, había sido producto de un solo caso litigado en la FGR.
Efectivamente, se trata de un dinero producto de un litigio aparentemente entre el Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit) y la empresa Telra.
La historia es así. Durante los años 2015 y 2016, el Infonavit, entonces encabezado por Alejandro Murat, hoy gobernador de Oaxaca, firmó un contrato con Telra para que la empresa remodelara viviendas abandonadas, y una vez cumplida esa labor, las vendiera o las rentara, por lo cual cobraría a cada derechohabiente el 10%. En 2017, ya con David Penchina titulando la paraestatal, el Consejo de Administración decide, por el gran cargo al derechohabiente y al erario, rescindir el contrato con Telra, empresa que por supuesto amenazó con demandar, ante las afectaciones que le causarían con la terminación del contrato.
Entonces empezaron a negociar. De 15 mil millones de pesos que la compañía estimaba podía sacar del litigio, acordó el pago por parte de Infonavit de 5 mil 88 millones de pesos, el cual se realizó en millonarios abonos.
Según consta en el Infonavit, en enero de 2018, con Penchina como titular, presentaron una denuncia ante la entonces Procuraduría General de la República contra Telra, cuyo resultado a la fecha, presuntamente, es la devolución por parte de la empresa de los 2 mil millones de pesos que el fiscal entregó al Presidente para los premios de la rifa del avión sin avión, y no regresó el recurso al Infonavit, institución que había sufrido el quebranto.
Pero entonces, a pesar de tener los 2 mil millones de pesos ya en sus manos, el Ejecutivo federal insiste en la rifa y en vender 4 millones de boletos a los empresarios que, claro, no pueden decir que no, porque es el Presidente. Total, organiza una cena con cien empresarios a los cuales atendió en el patio de Palacio Nacional y dio de comer tamales con atole. A cada empresario le fue entregado un documento, de hecho estaba en la mesa en el lugar de cada uno, con una carta compromiso para participar “de manera voluntaria” en la compra de boletos de la rifa del avión donde no se rifa el avión.
Pero la voluntad de los empresarios estuvo limitada, pues no les concedieron espacio para decidir el número de boletos a adquirir, sino que les dieron cuatro opciones de “cooperación”: por 20 millones de pesos (40 mil boletos), 50 millones de pesos (100 mil boletos), 100 millones de pesos (200 mil boletos) y 200 millones de pesos (400 mil boletos). Los empresarios debían seleccionar una de las opciones, firmar la carta, dejar sus datos personales, la dirección para la entrega de los boletos, su teléfono y correo electrónico. Por supuesto en la carta, que por cierto no llevaba membrete alguno, venía anotada la cuenta bancaria de la Lotería Nacional en Banorte, para que hagan sus depósitos.
Al convivio con el Presidente, donde “voluntariamente” los empresarios acordaron participar de la compra de boletos, acudieron, entre otros, Carlos Slim, de Grupo Carso; María Asunción Aramburuzabala, de Tresalia; Olegario Vázquez Aldir, de Grupo Empresarial Ángeles ,Emilio Azcárraga Jean, de Grupo Televisa; Carlos Peralta, de Grupo Iusa; Antonio Suárez, de Atún Tuny; Javier Reyes, de Accendo Banco; Daniel Servitje, de Grupo Bimbo; Daniel Chávez, de Grupo Vidanta; Alejandro Ramírez, de Cinépolis; Miguel Alemán, de Interjet; Humberto Garza, de Famsa; Carlos Bremer, de Grupo Financiero Value, entre muchos otros.
Al final trascendió que los empresarios no se comprometieron a comprar los 4 millones de boletos, que “solo” contabilizaron como promesa de aportaciones económicas por mil 500 millones de pesos, lo que equivale a la adquisición de 3 millones de boletos en la rifa de la ocurrencia presidencial. Aunque seguramente insistirán para que “de manera voluntaria” el resto de los empresarios compren el millón de boletos que les hace falta, de acuerdo a al capricho más reciente del Presidente.