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martes, octubre 1, 2024
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Los distractores de AMLO

Pese a sus altos niveles de aceptación de acuerdo a las encuestas de popularidad, la necesidad de reconocimiento del Presidente Andrés Manuel López Obrador es tal, que pretende que ante la prensa sus prioridades informativas estén por encima de los temas, necesidades, padecimientos y sufrimientos de algunos sectores menos favorecidos, de esos de los que tanto habla en sus discursos.

Le molesta que los periodistas lo distraigan en sus conferencias mañaneras, en las que procura dictar la agenda pública nacional diaria y lo llevan a tratar temas como los feminicidios, el incremento en los índices de violencia, la inflación, el aumento de precios de la canasta básica o la inhumana falta de medicamentos, en especial el destinado a  niños con cáncer o personas con VIH.

“Salud sí, beisbol no”, le han reclamado los padres de niños con cáncer por su frivolidad mediática. Son los mismos progenitores que el 2 de febrero, obtuvieron un amparo para obligar al Gobierno Federal a facilitar la medicina.

No es poco común que el hombre con más poder en el país, se sulfure y pretenda que su agenda sea más importante que el hecho de que la inflación “controlada” haya aumentado de 2.8% en 2019, a 3.24% en 2020 -en Baja California pasó de 0.5 a 2.4%-, o que el precio de la canasta básica incrementó un 20% y el precio de los productos agropecuarios creció un 30%; así como el costo de los medicamento se encareció un 1.6% (ver nota “Cuestan 20% más alimentos básicos”, de mi compañera Julieta Aragón Domínguez, en esta edición de ZETA).

Que AMLO se indigne si los reporteros abordan la inseguridad, esa que con todo y la Guardia Nacional y la asignación de cientos de agentes federales a los estados, registró 34 mil 582 asesinatos durante 2019 y ocho masacres, mientras la violencia se extendió a 19 de las 32 entidades del país, marcando nuevos récords de violencia nacional.

Como ejemplo, el más reciente desplante presidencial reclamando que el aumento de 137% en los feminicidios en los últimos cinco años fuera más importante u ocupara más titulares periodísticos que su anuncio de la recuperación de 2 mil millones de pesos para el Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado.

Y más vale que ninguno de esos temas sea más relevante para los periodistas, que su ocurrencia de rifar el avión presidencial, anuncio que primero causó risas, después incredulidad, posteriormente una desilusión ante la evidente intención pejista de que los mexicanos paguen la faraónica nave dos veces: 2 mil 499 millones de pesos para comprarlos y otra cantidad igual para reponerlos en la lotería.

Sorteo en el que por cierto, López Obrador decidió “pasar la charola” a los empresarios, como lo hizo Carlos Salinas de Gortari en 1993 para recaudar dinero para la campaña de Luis Donaldo Colosio; o el PAN en Puebla para la campaña de Josefina Vázquez Mota en 2012, y el mismo año, Luis Creel para la campaña de López Obrador, quien dice desconoce el hecho.

AMLO les pidió firmar el compromiso de comprar desde 20 millones hasta 200 millones de pesos en boletos para la rifa del avión, hasta sumar 2 mil millones. Si bien, el destino anunciado de modernizar hospitales para atender gratuitamente a gente pobre es un millón de veces más loable, la ausencia de transparencia complica las cosas, porque ya se anunció que se ocultará la identidad de los donantes, lo que evidentemente impedirá saber si estos hombres de dinero llegan a ser favorecidos con algún privilegio y contrato gubernamental, como resultado de su generosidad.

Entonces, los mexicanos estamos obligados a creer a ojos cerrados en la honestidad del proceso, pese a los malos antecedentes de varios integrantes del gabinete de la 4T, solo porque el Presidente ha declarado que en 14 meses “acabó con la corrupción y bandidaje” en las altas esferas, como si la inmundicia se pudiera eliminar por decreto.

En periodos de crisis, AMLO ha aprendido a distraer la opinión pública de los temas importantes y atraer la atención a las redes sociales que le son vitales, a base de ocurrencias como la de cambiar el calendario escolar para eliminar los “puentes vacacionales” instituidos en sexenios anteriores, para en un sinsentido, días después los senadores y Miguel Torruco, secretario de Turismo comunicar que crearán otros días festivos.

Si no le funciona, se convierte en el rey de los calificativos, de la estigmatización, y le echa la culpa a la “prensa fifí y conservadora”, o a los gobiernos corruptos anteriores, o a los empresarios neoliberales descritos como la mafia del poder.

O como en el caso del desabasto de medicamentos a funcionarios menores, los directores, como si él y su gabinete no fueran los garantes de administrar y tomar decisiones. Simplemente no admite responsabilidades.

Y cuando está de mejor humor, el Presidente prefiere distraer con bufas o frases que le permitan convertirse en tendencia en redes sociales, como el “Me canso ganso” cuando habla de cumplir sus promesas; el “Fuchi caca” para los corruptos; “Fuchi guácala”, “Al carajo la delincuencia”, “Los voy acusar con sus mamás, con sus papás, con sus abuelos”, “Abrazos, no balazos” para los criminales encapuchados del país; “Yo tengo otros datos” respecto a las estadísticas oficiales. De sus oponentes políticos, que “Me producen ternura, ternuritas” y de los resultados de su gobierno, por los cuales “El pueblo está feliz, feliz”.

Su estrategia para evitar los temas incómodos, evitar críticas, cuidar su imagen, mantener su aceptación ante la opinión pública y dictar el discurso mediático ha sido evidente por más de un año, así que corresponde a los grupos afectados y a los representantes de la prensa estar a la altura y hacer que en los temas importantes el mandatario se deje de trivialidades y ligerezas.

Nadie lo obligó, él fue quien durante 12 años buscó ser responsable de establecer políticas para resolver los problemas de los mexicanos, y eso debería ser más importante que sus niveles de aceptación en redes sociales, porque durante 15 meses ha quedado claro que su honestidad y simpatía pueden ser agradables e hilarantes, pero siguen siendo insuficientes en términos de realidad.

Autor(a)

Rosario Mosso Castro
Rosario Mosso Castro
Editora de Semanario ZETA.
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