A lo largo de los años dedicados a mi profesión, tanto en la administración pública como ahora en la iniciativa privada, me han preguntado cuál considero es la clave -desde mi óptica- para gobernar bien.
Mi respuesta siempre es la misma: mantenerse empático con la población.
Cuando los políticos están en campaña, siempre se comportan como si no existiese una mejor persona en el universo. No solo quieren ser agradables y hasta simpáticos, sino que, con el afán de ganar votos, prometen hasta lo imposible. Todo sea por ganar.
Hay un dicho muy mexicano -y bastante lamentable entre candidatos- que se ha transmitido de generación en generación: “Prometer no empobrece, dar es lo que aniquila”.
Una vez que triunfan los candidatos las prioridades cambian: la ambición se hace presente y la sencillez, creen, se logrará por publicar fotos o videos en redes sociales abrazando a niños o personas de la tercera edad. No en todos los casos se presentan estas situaciones, pero sí en la mayoría.
En el momento en que las autoridades y funcionarios públicos dejan de ser empáticos con el sentir ciudadano, es justo el instante donde la gente los rechaza y piensa, por consiguiente, que todos los políticos son iguales. No por algo los partidos y las autoridades emanados de estos, son catalogados como las instituciones menos confiables.
Lo anterior lo comento por los sucesos que se vienen presentando en nuestro país: mujeres agredidas y asesinadas brutalmente de todas las edades, desde madres de familia o profesionistas, jóvenes universitarias y ahora hasta niñas.
Desafortunadamente, estos hechos no son nuevos; pero se agudizaron en las últimas semanas.
El caso de la niña Fátima es una tragedia que a todos nos entristece. Atentar contra la vida de alguien solo reafirma la crueldad de ciertos seres humano, pero hacerlo contra una niña de siete años… entristece, indigna y frustra. Por lo que vemos, nadie está exento de sucederle.
Pero lo que más causa rabia es la respuesta de las autoridades.
Para empezar, el Presidente de México Andrés Manuel López Obrador, desde antes de esta tragedia restó importancia a lo que pasaba respecto a los casos de feminicidios; fue claro cuando en su tradicional mañanera dijo que no quería que estos temas opacaran la rifa del avión presidencial. Después de la muerte de Fátima, ni una palabra de aliento para sus familiares, y ni siquiera un mensaje esperanzador para el resto de los mexicanos; por el contrario, culpó al “neoliberalismo” de ser el causante de su muerte.
La Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, afronta esta crisis con gran desatino. Después de su comentario de “ahorita no”, cuando se le preguntó sobre el tema de las protestas y marchas de organizaciones que piden no solo justicia, sino políticas públicas eficaces, ha querido controlar daños. Está muy lejos de lograrlo.
Pero estas desafortunadas declaraciones no son exclusivas de gobiernos emanados de Morena.
Tenemos el caso del gobierno municipal priista de Saltillo, en Coahuila. Ahí decidieron amenazar con multas a unos artistas por pintar la fachada de un local con los rostros de mujeres asesinadas; el pretexto fue que los colores no “cuadraban” con el reglamento de su centro histórico. Increíble y aberrante.
Los panistas tienen lo suyo. Bajo el manto de su propia y equivocada moral han sido impulsores de medidas que nos recuerda la época de la inquisición. Es común toparse con declaraciones de funcionarios emanados del PAN, retrógradas que ofenden a la sociedad.
Si los gobiernos construyeran políticas públicas pensando en su gente y fueran empáticos al expresar sus ideas, seguro estoy que seríamos un país muy diferente.
Soñar no cuesta nada.
Alejandro Caso Niebla es consultor en políticas públicas y comunicación, y socio fundador de CAUDAE. @CasoAlejandro