Los asesinos de las mujeres juarenses están cortados por la misma tijera: Deben tener entre 25 a 35 años y posiblemente sean casados y no se conozcan entre sí. Inteligentes como para no ser descubiertos y… bien parecidos. He consultado a expertos y libros. También vi ocasionalmente documentales de estadounidenses sobre crímenes en serie de mujeres.
La hipótesis inicial es que las damitas juarenses fueron atraídas por una persona que les gustó. Las invitó a platicar o tomar un trago. Aceptaron y se abrió la relación. Son de esos hombres simuladores perfectos de la simpatía. A muchas les caen bien, carácter, físico e inteligencia. Seguramente las víctimas ni siquiera se imaginaron estar tratando con el o los asesinos. De otra forma y sabiendo cómo han estado matando jovencitas en los últimos años, hubieran rechazado ya. No dudo que muchas tomaron precauciones. Nada de salir solas, acompañadas por alguien de confianza y no frecuentaron sitios desconocidos. Por eso el punto de apoyo para los expertos: Fueron conquistadas. Aparte y hasta donde se sabe, no hay la referencia de secuestro como un molde en todos o la mayoría de los crímenes. No existen testigos sobre cierto o varios individuos utilizando la fuerza para llevarse a una damita. Esto arroja otra hipótesis: Atraídas, convencidas, conquistadas y seducidas. Hay una norma de origen estadounidense: Nueve de cada 10 asesinos son psicópatas. Según el diccionario es “…anomalía síquica por la que la conducta social del individuo se ve alterada, sin que se modifique su capacidad intelectual”.
Un loco, desquiciado o maniático sexual pierde el sentido de las proporciones con tal de lograr su objetivo. Los vemos públicamente. No esconden sus propósitos. Gozan de fama. Son conocidos en el vecindario. Traen la sospecha en la frente. No pueden disimularla. Por eso los observadores consultados me insistieron sobre la inteligencia de los asesinos. Otra consideración: Golpes, cuchilladas o balazos, suceden cuando por lógica el individuo se desequilibra. Seguramente hay damitas que aceptaron plática sin relación sexual y no tuvieron problemas. Ahora se encuentran vivas sin saber que convivieron con alguno de los asesinos. Además, tratándose de violaciones -aún con maltrato- la mujer sobreviviente prefiere callarlo y no pasar la vergüenza al denunciarlo. El atacante amenaza a la víctima por si lo acusa, pero no mata. Al contrario, la mancilla una y otra vez siempre atemorizándola. Por eso es más fácil capturar al violador de una niña o una dama. Se denuncia solo o lo señalan. Aparte, regularmente no hay creencia en quien se dice violada y lo denuncia luego de años. Eso acaba de suceder en Ciudad Juárez. Es inaceptable eso. Si fuera como aseguran las supuestas víctimas del pasado, por lógica estarían muertas.
Uno de los expertos consultados me dijo estas palabras y las apunté: “Se ha escrito en Chihuahua más de las mujeres muertas que de la guerra en Afganistán”. Y me sentenció: “Es posible el fin de los bombardeos y las invasiones, primero, a la captura del o los asesinos verdaderos de las mujeres en Ciudad Juárez”. Lo razonó así: En la guerra el enemigo está localizado. Hay un enfrentamiento. Tarde o temprano terminará la batalla. En Chihuahua, ya llevan años con un asesinato tras otro, casi todos iguales. Han detenido a varias personas y no les han podido comprobar nada pleno.
Alguien tuvo la ocurrencia de señalar al narcotráfico. Soy el primero en condenarlos. Pero no tienen relación. Al contrario, los mafiosos son espléndidos con las mujeres y por eso no les faltan. Ellas los buscan. Las llenan de regalos. Auto y casa bonitos. Mucho dinero para vestirse elegantes, llamativas. Oídos, cuello, muñecas, dedos y tobillos enjoyados. Buena ropa, aunque de mal gusto. A los narcos les encanta presumir a sus mujeres. Y si de dificultades se trata, mejor las menosprecian. En el peor de los casos les cantan un corrido.
Las de Ciudad Juárez no son ejecuciones. Es obra de perversos. Los ajusticiamientos de la mafia tienen su marca.
En Sinaloa, Distrito Federal, Guadalajara, Tamaulipas y Chihuahua los tirotean a media calle o encajuelan. Las ejecuciones en Tijuana y Mexicali suceden más con el “levantón”, llamado así el secuestro. Torturas hasta la muerte buscando o no confesión. Cadáveres enredados en una cobija enteipada a la altura del cuello, cintura y tobillos. Los tiran en basureros, barrancas o calles a veces de fraccionamientos pudientes, y en otras de colonias muy humildes. Pero entre miles de ejecuciones en esas zonas del narcotráfico, ninguna parecida con el asesinato en serie de mujeres.
Hace poco se habló en Ciudad Juárez sobre la sospecha del terrible “snuff”. Llaman así en Estados Unidos a un macabro sistema. Cineastas fracasados o degenerados, prometen convertir en estrellas a chamacas. La oferta, a cambio de una videograbación con escenas atrevidas hasta llegar a la relación sexual. En el clímax las ahorcan o acuchillan. Prolongan su desgracia. Captan esa mezcla de placer y agonía. Son escenas agradables para los adinerados trastornados. Pagan miles de dólares por casete. Pero los cineastas seleccionan con cuidado a las víctimas: Sin empleo, ni residencia fija. Prostitutas o viciosas alejadas de su familia. Esto, para cuando descubran el cadáver nadie lo reclame y menos lo identifique. La malaventura juarense no encaja en tal salvajada.
Me sorprenden mucho las deducciones de las autoridades en Chihuahua: 80 por ciento de los crímenes, dicen, están resueltos. Pero en realidad, dentro y fuera de Ciudad Juárez no convencen. Gustavo González Meza “La Foca” y Víctor García Uribe “El Cerillo”, capturados hace días, no tienen trazas de asesinos. Les quieren cargar las muertas. Un joven periodista de Chihuahua me comentó: Las “confesiones” parecen telenovelas. El lenguaje es impropio para su preparación y hasta “declararon” nombre, apellidos paterno y materno, así como edad exacta de “sus víctimas”. Les pasó igual como a “Los Toltecas” y a Sharif. No tengo duda: Estos sucesos en Juárez son revoltura de ineficacia policíaca e inteligencia asesina. Ni la asesoría del ex agente del FBI Steven Slater ha servido. En su caso, se derivó en poder tras el trono del Procurador. Y en lo general, derrapó en lo político. No importa cuando hubo más muertes, si en el gobierno panista de Pancho Barrio o el priista actual de Patricio Martínez. Lo que vale es aclarar con hechos. Hay dos posibilidades: Que el o los asesinos están en Ciudad Juárez. O vivan en El Paso o más al norte de Estados Unidos.
Tomado de la colección Dobleplana de Jesús Blancornelas, publicado por última vez en enero de 2018.