Al óleo quisiera pintar versos
con la tinta del barro de mi tierra
y danzar como el agua del arrollo
al teñir los paisajes de acuarelas.
En un brioso corcel subir la loma
cual paloma que inquieta canturrea
y al amor sus canciones le dedica
con tonada de dulce petenera.
Me zambullo en los charcos cuando llueve
y una rana que quiere ser princesa,
en el agua se mete pretenciosa
pues también ha nacido en esta tierra.
El azul de este cielo tan divino
se ha colgado del alma como estrella
y le alumbra sin ser viejo farol
donde crece florida madreselva.
Es mi tierra lugar de fino encanto
donde el mariachi alegra cada fiesta,
con voces e instrumentos de alto vuelo
que en todo corazón deja su estela.
La luciérnaga sale por la noche
con su luz blanquecina de linterna,
mientras que a misa llaman las campanas
desde la vieja torre de la iglesia.
Al caminar en tales paraísos
cercados con cordel de finas perlas,
me siento bendecida por el cielo
cual niña comulgando en la cuaresma.
Revolotean negras golondrinas
bajo el cielo que cubre esta meseta,
como un collar pintado entre las nubes
del cuadro que soñé siendo pequeña.
Hoy en día no sé si estoy soñando
cuando veo colores y acuarelas,
que se asoman al iris de mis ojos
como ardillas en montes y veredas.
Armónico y magnífico es el campo
donde llueve y florecen las violetas,
donde las milpas cubren los barbechos
y todo el que las mira se recrea.
Nadan un par de cisnes en el río
y ese viento que silba en la foresta,
los lleva hasta la orilla entre las olas
como si fueran nítidas gardenias.
Me siento enamorada, lo confieso,
de la campiña mágica y serena,
rodeada de pájaros y pinos
que la naturaleza nos hereda.
Al óleo quisiera pintar versos…
Lourdes P. Cabral
San Diego, California