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viernes, febrero 16, 2024
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Un problema

Sinaloense. De buena familia. Acomodada. Como todo hijo amado recibió muchos cuidados. Desde pequeño fue enviado a buenas escuelas. Las posibilidades económicas de sus padres lo permitieron. Se la pasó bien en primaria y secundaria. Hace poco me comentó: “Desde chavo fui una persona muy tranquila”. Y que, de veras, no era ambicioso. Pero tampoco quería pasársela miserablemente. Por eso sus intenciones eran estudiar y bien.

Desgraciadamente a los 18 años apareció la desdicha en su vida. Y entonces “…me relacioné muy bien con gente de la droga”. Anduvo en chuecuras de norte a sur. A veces playas. Otras, sierra. Conoció “…a muchas personas, de las que Usted escribe”. De la merita mata del narcotráfico. Y fue cuando se enteró muy bien del negocio. Decidió comprar y vender droga. Secuestrar personas más o menos importantes. O a cualquiera que se pusiera enfrente con tal de “sacar una buena lana”. Anduvo hasta como roba-carros. Naturalmente, todo eso salpicado con estruendosos “reventones”. Viajes a la frontera y divertirse en grande. Buenos hoteles y mejores compañías.


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Sintiendo como le iba bien tuvo una ocurrencia: Invitó a sus amigos jóvenes conocidos. Y fue como armó banda propia. Recuerda que “…era chica pero bien organizada y le entrábamos a todo”. Por eso dinero sobraba. Hasta logró comprar carros, motocicletas, joyas y más. Naturalmente novias y amorcitos no faltaron. Ni a él y menos a sus camaradas. Su relato me recuerda el trágico episodio de los “narco-juniors” en Tijuana. Con la diferencia: El chaval de Sinaloa manejaba a su grupo y los de la frontera servían al Cártel Arellano Félix. Terminaron la mayoría muertos y unos cuantos en prisión. Solo de dos no sé nada.

El joven sinaloense en su maldad no conocía el fracaso. Hasta cuando alguna vez se le ocurrió secuestrar a cierta persona conocida. Fue un error. La policía lo descubrió. Rescató al plagiado. Y él terminó encarcelado. El proceso resultó tortuoso, aburrido y sin puerta por donde escaparse. Se pasó un largo tiempo entambado. Y en el encierro tuvo sin esperarlo gran oportunidad: Recordó cómo vio sufrir a su familia. “Entonces me prometí que si algún día salía de prisión volvería al buen camino”.

Todavía le da gracias a Dios por no haberse enviciado. En el ambiente donde andaba era fácil. Muchos amigos sí consumieron de todo y se volvieron adictos. Todavía en prisión vio cómo circulaba la droga. Y no era problema tenerla y consumirla. Había dos caminos: Comprarla al contado, fiada o pedirla por favor. De una u otra formas nunca se le negaban a nadie. Pero prefirió no consumir. Además, sufrió en prisión. No estaba entre los perdidosos, pero nadie se salvaba de las celdas pútridas. El ambiente era pesado. Olía a traición. Rencor. Sangre. Vicio.


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Para su fortuna no pasó mucho tiempo en prisión. “Dos licenciados lograron mi libertad”. Sucedió como siempre en estos casos: El Ministerio Público falló a propósito, por incapacidad o miedo. Unas veces lo hacen para cobrar el favor con los verdaderos capos. Otras porque no están preparados para armar acusaciones. Y la bien sabida: Los mafiosos tienen excelente memoria. Nada olvidan. Sobre todo, tratándose de venganza. La planean bien. Y el día menos pensado pagan con desdicha. Hasta parientes o amigos pueden llevarla. Entonces los defensores tuvieron dos caminos: El “pitazo” en el mismo Ministerio Público para sacar libre al sentenciado. Así los funcionarios evitarían ser metidos en un ataúd con todo el cuerpo agujereado. O al fin, habilidad profesional para encontrar el error. Y con eso: El camino a la libertad.

Lejos de las rejas y calabozos mugrientos, ya no encontró el ambiente que dejó. Otros desconocidos estaban en el poder. Nada fácil alcanzarlo. Sabedores de quien fue antes de caer prisionero le ofrecieron “chambitas” de todo. No pudo rearmar la banda. El tiempo había pasado. Por eso no tuvo más remedio que dedicarse a escoltar cargas de marihuana. A veces ir a la sierra para comprarla por encargo. Otras veces empaquetarla. Inevitablemente bajarla a la ciudad y ponerla “en circulación”.

El clásico “burrero”. Acarreador.

En una de esas sufrió terrible accidente. Gracias a Dios no murió. Pero tal tragedia le abrió ojos y mente. Y como ya estaba casado casi hasta lo abandonan. Por eso “…hablé con mi esposa seriamente y llegamos a la conclusión para retirarme”. Con el dinero acumulado logró pasarla un tiempo. “Pero la verdad sufríamos porque no estábamos acostumbrados así, con tan poco que gastar”.

Todavía le sobraban billetes y decidió establecer un negocito. “Pero hoy mi vida es un infierno. Estoy desesperado con la renta, los impuestos, los inspectores me tienen loco y lo que es peor, todos quieren dañarme, ya estoy ‘hasta el gorro’ porque me quitan la mayor parte de mis ingresos”. Luego me escribe: “¿Cómo quiere el Gobierno que vivamos en la miseria mientras ellos están en la riqueza gracias a nosotros?”. Y él mismo se responde: “No se me hace justo y más ahorita que me cayó Hacienda. Tengo que pagar una fuerte cantidad solo por bruto, se me hizo fácil declarar menos de lo que ganaba, pero no lo hice por baquetón porque por el negocio no me da para tanto y era la única forma de ganar algo extra”.

Me explicó que “no quiero ser rico sino solo vivir decentemente, mandar a mis dos hijos a una buena escuela, darles educación para que no les pase lo que a mí. Estoy desesperado, el Gobierno no nos deja avanzar y todo nos quita”.

Me alarmó cuando leí su mensaje: “Estos inspectores son abusivos, llegan con todo lo déspota por delante, la verdad he tenido ganas de llamar a viejos amigos y despacharme a más de uno, pero no quiero terminar mal lo único bueno que he comenzado”.

Se queja de tantos impuestos. “No me dejan en paz” y me estremecí cuando preguntó: “¿Acaso quiere el gobierno otra banda mas de roba-carros y lo que es peor de secuestradores y ajustadores de cuentas en las calles?”.

Me imagino que los diputados federales o el Presidente de la República tienen una respuesta. Pero difícilmente se darían cuenta. Episodios como los de este joven sinaloense sobran.

 

Tomado de la colección Dobleplana de Jesús Blancornelas, publicado por última vez en noviembre de 2003.

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Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Jesús Blancornelas Jesús Blancornelas JesusB 47 jesusblanco@zetatijuana.com
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