Sin novedad en el frente del Gobierno Federal, transcurrió el Primer Informe del Gobierno de la República que encabeza el Presidente Andrés Manuel López Obrador. Y no hubo acontecimientos de relevancia que informar, por lo menos en la versión pública-política en la que se traduce su mensaje a la nación, porque ciertamente fue su tercer informe al pueblo.
El hecho que no hubiese novedades en la presentación del Ejecutivo federal con motivo de su Primer Informe de Gobierno, no significa que no tenga resultados o no esté haciendo gobierno, generando políticas públicas y administrando al país. Lo que sucede es que López Obrador prácticamente da un informe diario entre semana, en lo que ha llamado conferencia mañanera.
Efectivamente, todos los días informa de un tema, puede ser seguridad, salud, administración, reformas, o lo que -fuera de su control- esté en la agenda nacional. Como hace unos días, cuando defendió primero al ex priista Manuel Bartlet luego que el equipo de noticias del periodista Carlos Loret de Mola publicara un reportaje dando cuenta documentada de la propiedad de 23 casas y dos terrenos a nombre del director de Petróleos Mexicanos ,su esposa, los hijos de esta y los hijos de él. Suma económica que entre todas las propiedades, supera por mucho los 51 millones de pesos que declaró poseer el ahora incondicional de Movimiento Regeneración Nacional.
Luego también AMLO utiliza sus informes diarios para dar cuentas alegres o felices, felices, felices, diría el Presidente, sobre sus programas sociales asistencialistas. El dinero que se da a los adultos mayores, el que se provee a estudiantes de preparatoria o aquel destinado a los jóvenes “construyendo el futuro”. Programas todos activos, y que en conjunto con el resto de los proyectos sociales de López Obrador, llegan a 30 millones de mexicanos. Recurso del cual se desconoce el efecto en el desarrollo de la sociedad o el país, pues carecen de herramientas de control, evaluación y estadística.
En esas condiciones, ante la polémica causada por el Presidente -como le gusta- por haber publicitado el Tercer Informe de Gobierno cuando en realidad y constitucionalmente es el primero, poco tenía de novedades que informar el 1 de septiembre de 2019. Su discurso de más de hora y media de duración lo destinó a la arenga política con la que pretende entrar a la Cuarta Transformación del país.
De hecho, al día siguiente las primeras planas de los diarios nacionales no reflexionaron sobre los resultados de lo que se supone es un informe del Estado que guarda la administración federal. Cayeron en la estrategia política de acabar o determinar con palabras del Presidente, el ambiente en el país. Mayoritariamente los titulares de la prensa replicaron la frase que AMLO dedicó a quienes considera -sin decir nombres- sus adversarios: “Están moralmente derrotados”. La frase completa más destacada del Primer Informe de Gobierno no fue, pues, una buena noticia en materia económica, de finanzas sanas, crecimiento o desarrollo. Fue política y fue así: “Los conservadores que se oponen a cualquier cambio verdadero y están nerviosos o incluso fuera de quicio, sin embargo no han podido constituir, y esto lo celebramos y toco madera, para que no se pueda crear un grupo o una facción con la fuerza de los reaccionarios de otros tiempos. Además lo digo con respeto, no quiero que se entienda como un acto de prepotencia, es lo que estoy percibiendo, están moralmente derrotados”.
Una vez más, el Presidente de México decretó el fin de la corrupción y la existencia de un auténtico Estado de Derecho, aunque en ninguno de los dos temas sustentó tales aseveraciones con hechos. No refirió con números una baja en los índices de corrupción, como tampoco justificó con datos la procuración de justicia y el respeto a las leyes, el “auténtico Estado de Derecho”.
A propósito de la reciente información del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, de un crecimiento del 0.0% en el segundo trimestre del año, dio línea de que en México “es necesario desechar la obsesión tecnocrática de medir todo con el crecimiento económico”. En una idea que no separaría de la política financiera internacional, sustenta su gobierno -pese a haber prometido el 4% de crecimiento en su sexenio- en el bienestar, propuesta que como otras, también carece de sistemas de medición respecto los programas asistencialistas y el bienestar que efectivamente generen en la población beneficiada.
Esos serían acaso, en el mensaje público del Presidente, que como los de Enrique Peña Nieto fue en Palacio Nacional, los dos más destacados comentarios. Lo demás, lo sabíamos de diario, de sus muchos informes en sus mañaneras. Que se liquidaron los bonos y contratos pendientes del Nuevo Aeropuerto dela Ciudad de México, que redujo el Impuesto Sobre la Renta a 20% en la frontera, que habrá internet para todos, que hay una inversión de 42 mil millones de pesos en carreteras y caminos, que la política de austeridad le ha permitido ahorrar 145 mil millones de pesos, que ya no lo cuida el Estado Mayor Presidencial, que los funcionarios no viajan en aviones privados, que vendió el avión presidencial (¿?), que entregó apoyos a un millón de productores del campo, que dio seis mil créditos de palabra y ha creado 230 mil empleos en el campo.
Obvio, refirió que ahí va con el Tren Maya, pues en diciembre estarán listos los estudios y que la esencia de su gobierno es que todo está basado en la honestidad y la austeridad. Que así eliminó el huachicoleo y se cancelaron las condonaciones de impuestos a las grandes corporaciones financieras, y que acabó con los lujos en el ejercicio del Gobierno Federal. Otra vez lo de la eliminación de pensiones a ex presidentes, la cancelación de los viajes al extranjero, la reducción del 50% en publicidad y el retiro de escoltas a la alta burocracia que no tenga que ver con el tema de la seguridad.
Además, prometió una zona económica libre para el Istmo, y que al cierre de año tendrá un superávit del 1% del Producto Interno Bruto.
Acciones todas que han sido referidas en diversas ocasiones tanto en las conferencias mañaneras del Presidente, como en las giras por los estados de la República.
Así llegó Andrés Manuel López Obrador a su Primer Informe de Gobierno: sin novedades, con la misma campaña y la arenga política. Primera oportunidad perdida para no solo acudir ante el Congreso del Estado y ofrecer desde ahí su informe, sino de probar con método y sistema que su administración está dando mejores resultados. A ver si el próximo año, en el que sea de sus muchos informes.