Mi apreciable lector:
Ser objetivo es mi objetivo en este polémico tema que deseo compartir contigo para conocer un poquito más de la realidad en que estamos viviendo.
Sabemos que la navegación aérea es el medio más seguro para viajar (fíjate bien, te mencioné “el más seguro”; no el totalmente seguro, porque ningún transporte lo es, y muchísimo menos el transporte terrestre). Sin embargo, durante los dos últimos años han acontecido en México varios accidentes aéreos, siendo en su gran mayoría pequeños aviones privados y fumigadores, incluyendo también a algunos helicópteros; desafortunadamente, muchos de ellos con trágicos resultados, sin faltar la gran cantidad de incidentes por fallas técnicas de algunas aeronaves de aerolíneas comerciales. Gracias a Dios -y a la excelente pericia de los pilotos- no se convirtieron en una catástrofe.
Todo lo anterior me lleva a cuestionarme en lo siguiente: ¿Será verdad que todas, absolutamente todas las aeronaves reciben un excelente servicio de mantenimiento que les permita seguir volando con la mayor seguridad?
Quiero platicarte el asombro que causa en mí el hecho de que la Policía Federal Preventiva de nuestro país continúe utilizando -para transporte de su tropa- un avión Boeing-727. Este modelo de avión ya cumplió su vida útil hace más de veinte años, aunque en sus buenos tiempos fue un rotundo éxito comercial en varias aerolíneas del mundo, entre ellas la injustamente desaparecida Mexicana de Aviación. Empezó su fabricación a mediados de la década de los 60s y fue por más de tres décadas algo así como la joya consentida de su fabricante Boeing, en Seattle, Washington (USA). El Boeing 727 ya forma parte gloriosa de la historia de la aviación.
Actualmente existen muy pocos aviones de este modelo en el mundo; y es en servicio de transporte de carga, no para pasajeros. En territorio de Estados Unidos hace ya varios años que no se les permite volar debido a su antigüedad. O, mejor dicho, por ser inseguros, muy contaminantes del aire, demasiado ruidosos, difícil conseguir sus refacciones, con altos costos de mantenimiento, y también algo importante: su altísimo consumo de combustible.
Quiero pensar que la Policía Federal Preventiva le otorga a su muy viejo avión un más que excelente servicio de mantenimiento, sin tener tampoco problema en conseguir sus refacciones. Recuerden que transportan seres humanos, no mercancías ni animales. ¿Acaso están esperando que, Dios no lo quiera, ocurra una tragedia en su chatarra voladora? Por voluntad divina -y también por la excelencia de sus experimentados pilotos- no ha sucedido. Lo digo en serio. Por lo tanto, ¿no creen que ya sea tiempo de donar este modelo de avión a un museo de nuestro país y adquirir, por ejemplo, un moderno avión Airbus A 320?
A continuación, lector mío, una triste realidad: Se ha revelado que, desde hace muchos años, muchos pilotos aviadores no se realizan -como debe ser- el examen médico y psicológico que por ley les obliga la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (cada seis meses a los pilotos comerciales y cada año los pilotos privados), pues muchos recurren al soborno para recibir el “visto bueno”.
Afortunadamente, la inmensa mayoría cumplen bien con lo legal, sin corrupciones de ambas partes entre pilotos y las autoridades aeronáuticas mexicanas. Esperemos que ahora, con la próxima a estrenarse Agencia Federal de Aviación Civil en lugar de la Dirección General de Aeronáutica Civil, se tomen cartas en el asunto y no sea “la misma gata, nomás que revolcada”, por la seguridad en las vidas de los aeroviajeros.
Esto no es nada nuevo; sucede tanto en México como en otros países. Recordemos el trágico accidente a la línea aérea alemana Germanwings, que irresponsablemente le permite seguir volando a un piloto con antecedentes de problemas psiquiátricos y emocionales. Jamás le deberían haber permitido de nuevo volar; así como me la pongan, jamás. ¿No te huele a corrupción? Puede ser. Mientras tanto, costó la vida de los 150 ocupantes del fatídico vuelo.
Volviendo a nuestro México, esperamos que todas las escuelas de aviación cumplan legalmente con su documentación, además de contar con excelente maestros e instructores de vuelo (así como sus aeronaves). ¿Ya notaste que utilizo mucho la palabra excelente? Bueno, es que dentro de todas las ramas de la aviación, todo -absolutamente todo- debe ser excelente; nada de bueno, regular o de mediocridades.
Aquí te presento otro clarísimo ejemplo de corrupción por parte de algunas autoridades aeronáuticas y algunos pilotos; una minoría, por fortuna, pero existente:
En el trágico accidente del avión Lear Jet 45, sucedido en pleno centro de la Ciudad de México el día 4 de noviembre del año 2008, se recuerda perdieron la vida el entonces secretario de Gobernación Juan Camilo Mouriño -brazo derecho del entonces Presidente de México, Felipe Calderón Hinojosa-, el exfiscal antidrogas José Santiago Vasconcelos y siete personas que iban a bordo; también murieron otras siete personas en tierra, además de los innumerables daños materiales. Todo un terrible caos.
Los investigadores de Estados Unidos y de México quedaron asombrados al descubrir que los dos pilotos de la aeronave habían falsificado su documentación de capacitación completa para volar ese tipo de avión, tomada en una escuela de aviación inexistente. El haber actuado con deshonestidad, en su deficiente capacitación, los condujo a ser atrapados por los vórtices de turbulencia de un avión comercial que los precedía para aterrizar, sucediendo, así, la tragedia.
También se descubrió la falsificación en sus respectivas bitácoras de vuelo; es decir, eran un total fraude. Ahora bien, ¿cómo es posible que las autoridades aeronáuticas “nunca se dieron cuenta”? Una vez más la corrupción cobró vidas inocentes. Afortunadamente, es una buena noticia saber que la inmensa mayoría de las personas que se dedican a trabajar en este exigente (y a la vez fascinante) mundo de la aviación en México, son poseedores de excelente capacitación, honestidad, mucha disciplina y ganas de seguir aprendiendo; ganas de seguir actualizándose para servir mejor a todos los aeroviajeros de México y del mundo.
Atentamente,
Eduardo A. Velarde Vázquez
Correo: eduardovpresencia@gmail.com