Llegaron a Tijuana con la caravana migrante en noviembre de 2018; su objetivo, cruzar a Estados Unidos a como diera lugar, con la intención de poder encontrar una mejor vida; alejados de las amenazas de las pandillas, la represión gubernamental y la pobreza en su natal Honduras.
Se conocieron en el camino, compartieron penurias, hambre, lluvias, frío; y el rechazo de una pequeña parte de la sociedad mexicana durante todo su trayecto. Se hicieron amigos, se quedaron en la ciudad, no pudieron cruzar al país vecino, pero se convencieron de que su misión en la vida era retribuir toda la ayuda que recibieron durante su periodo de tránsito y estancia en la ciudad.
Se trata de un grupo de 10 jóvenes migrantes centroamericanos –quienes optaron por omitir sus nombres para evitar represalias-, quienes se dieron a la tarea de crear el comedor comunitario para migrantes en tránsito y personas sin techo, llamado “Contra Viento y Marea”, ubicado en la Zona Norte de Tijuana.
Uno de los jóvenes, originario de Honduras, comentó a ZETA que la idea del comedor surgió días después de que fueron desalojados del albergue también llamado “Contra Viento y Marea” que se improvisó y organizó en una bodega a un costado de la Unidad Deportiva Benito Juárez, donde se albergó al gran grueso de la caravana, luego de que éste fuera cerrado y enviados a El Barretal.
Cuando esto sucedió, un pequeño grupo de aproximadamente 300 migrantes decidió primero quedarse en la calle, por la cercanía con la garita de El Chaparral, después se les consiguió esa bodega y ahí fue donde comenzaron a organizarse en la cocina, abasteciendo todas las necesidades de quienes ahí habitaban.
Este joven migrante compartió también que la experiencia de haber pasado por todas las condiciones adversas, desde que salieron de sus países, el tránsito y la llegada a Tijuana, les motivó para retribuir un poco y seguir ayudando a quienes siguen llegando a esta ciudad con la ilusión de poder cruzar hacia Estados Unidos.
Su filosofía es clara y precisa; “la comida es para todos sin importar de que estado o país vienen, incluso si son personas que viven en la calle o cualquiera que llegue pidiendo ayuda, nosotros se las damos, a veces el comedor está cerrado y nos tocan, aún así no les negamos una comida”.
Los jóvenes migrantes tienen claro que “la comida no se le debe negar nunca a nadie” y por eso ellos tienen dos turnos de entrega durante toda la semana; por las mañanas de 12:00 a 14:30 horas sirven alrededor de 100 platillos y por las tardes, de 17:00 a 18:30 horas ofrecen alrededor de 150 platillos, un promedio de 250 personas a las que alimentan diariamente.
Los alimentos los consiguen a través de donativos de personas que desinteresadamente les brindan recurso o en especie, y mediante convenios con mercados, los diez jóvenes trabajan como voluntarios. No reciben un sueldo por ello; entre todos se organizan para aportar en la medida que se requiera algo para el local. Todos cocinan, todos sirven y todos limpian.
Además del comedor en el espacio cuentan con una bodega para recibir donativos también en especie como medicamentos, pañales, toallas femeninas y equipo de limpieza, los cuales donan también en paquetes para quienes los soliciten.
Los sábados realizan clínicas sanitarias de forma gratuita para las personas que lo requieran, cuentan con un huerto que está en crecimiento con la idea de generar el autocultivo de sus alimentos, y además brindan información básica y orientación a migrantes que van llegando a la ciudad.
Sus expectativas son altas, quieren consolidar su espacio en esa zona, pero además les gustaría poder encontrar un sitio mucho más grande donde a los migrantes, ancianos y personas en situación de calle se les compartan talleres y actividades culturales y oficios.
Mientras eso sucede, ellos tienen la firme intención de seguir ayudado a los más desprotegidos, para ello invitan a la ciudadanía a sumarse a la causa con sus donativos. En Facebook se encuentra como “Contra viento y marea comedor”.