Al morir, pasa el cuerpo humano a la temperatura hipotérmica irreversible, es la señal inequívoca de que expiró el mercurio de los 37° centígrados en la humanidad, hecha a imagen y semejanza del Creador. Pasar de la vida al rictus de la muerte es una metamorfosis, tan natural como cuando sale el sol. MAs la humanidad siempre ha tenido temor del más allá.
¿Qué hay después de morir? ¿Allí se acaba todo? ¿Hacia dónde se va el alma? ¿Va uno al juicio final, antesala del infierno o cielo? Este pensamiento es puesto en la materia gris cerebral en millones de habitantes, vivos y enfermos, pero aún no hay nadie que descifre qué hay más allá de la muerte.
¿Un sueño eterno? ¿Se acaba todo allí? Tanto mental como físicamente, como una memoria circuitada, no hay solución; y solo reemplazándola, pero el ser humano es irremplazable, y también individualmente, somos individuos.
Morir es irse. La muerte mide, es el termómetro de la vida; la muerte está al acecho con su velo negro. Pero si el propio humano da motivos para acelerar ese termómetro y pasar a la muerte, se agota el mercurio y aparece la hipotermia cadavérica.
Cuando se vive sin cuidado en la vida y por escalar los malos pasos, aparece la muerte que abraza a tal individuo, non-grato socialmente y de una vida torcida. El termómetro de la vida, la muerte, debe ser por causas naturales o una longevidad octogenaria para tener ejemplaridad de un humano que supo y quiso vivir bien sin sobresaltos ni traiciones, ni jugando con juego y riesgos, que derivan en que el termómetro de la vida, la muerte, arriba más veloz, y no como debía ser, a su tiempo, y tener la vida bien vivida. El humano vive medido: el reloj, el termómetro de la vida, el día, transcurrir el sol, la tarde, la noche. El tiempo mide al humano, pues ya está prendida la lámpara de la vida y ya tenemos escrita cuándo se apagará.
Por eso aprendamos a vivir mejor. Los días se alargarán, haciendo caso al escrito de escritos, al libro de libros, al libro más leído del mundo y para muchos el libro temido, la guía, etc. La Biblia, no hay otro libro. Vivan bien para ser longevos…
Leopoldo Durán Ramírez
Tijuana, B.C.